• Autor: James Lovelock

    El libro del que hablamos hoy lo ha escrito a la edad de 86 años y va, precisamente, de la manita del hombre y su relación con el cambio climático. Según Lovelock, ya estamos definitivamente condenados al mismo y la razón es que nos hemos cargado todos los sistemas que tiene la Tierra para enfriarse. Lo único que podemos hacer es intentar minimizar los resultados.

    Nos recuerda lo importante que es para nuestra sociedad la electricidad y explica una historieta sobre qué sucedería si no la tuviésemos de forma permanente (¿habéis intentado pasar sin electricidad un día o, mejor,una semana? Probadlo: ¡fuera plomos!).

    Intenta explicar por qué el cambio climático no se ha tomado realmente en serio, por mucho que los científicos no paren de dar alarmas, dado que la ciencia no puede explicarlo todo. En sus propias palabras:

    La ciencia es un club cordial y agradable de especialistas que siguen los caminos trazados por numerosas autoridades; es presuntuosa y admirablemente productiva, pero nunca segura al 100% y siempre coartada por la persistencia de unos puntos de vista incompletos.

    Y mientras los científicos deben ser cautos en sus afirmaciones, los políticos van alProtocolo de Kyoto haciendo ver que escuchan cuando, en realidad, sólo ganan tiempo.

    Da un repaso por todas las posibles fuentes de energía conocidas hoy día y una explicación de ventajas e inconvenientes. Os doy algunos detalles.

    Respecto el gas, no todo se quema: hay fugas. El metano es 20 veces más potente que el CO2 para producir efecto invernadero, aunque en 12 años sólo queda el 37% de la fuga; el resto se oxida para formar CO2 y vapor de agua. El CO2 tarda en eliminarse entre 50 y 100 años. Tan preocupante uno como otro.

    Donde sí me he llevado una sorpresa ha sido al tratar de las energías renovables y del modo tan sesgado en que tratan los políticos el concepto “desarrollo sostenible” y “energías renovables”.

    Dice, por ejemplo, que para satisfacer las necesidades energéticas del Reino Unido se necesitarían 276.000 generadores de viento (tres por cada kilómetro cuadrado y medio) y que, aparte, necesitaríamos una forma eficiente de almacenar la energía que se produce. Las turbinas de viento funcionan un 25% del tiempo y el 75% restante debe venir de otras fuentes. El informe más reciente de Alemania al respecto dice que sólo está disponible el 16% del tiempo. En su opinión, ninguna comunidad razonable invertiría en este tipo de producción de energía si no fuera porque los costes reales se ocultan al público.

    De las hidroeléctricas explica que contribuyen a la mitad del gasto en países como Canadá, Noruega y Suecia; pero claro, depende de los ríos que tengamos.

    De los biocombustibles afirma que son peligrosos porque es muy fácil cultivarlos como sustitutivo del combustible fósil y que se necesitan grandes extensiones de terreno que, por otro lado, habría que robar a la superficie boscosa (a Gaia, para ser más exactos).

    De la energía solar dice que todavía hoy es muy cara, a pesar de los 30 años de investigación. Como pasa con el viento, la llegada de luz es intermitente y volvemos a necesitar formas de almacenamiento de energía eficientes.

    Su solución a los problemas del calentamiento global está en la fusión nuclear. Un reactor de este tipo tiene como residuo el gas helio y las partes metálicas del reactor que se vuelven radiactivas (por los flujos de neutrones que corren por allí) son un problema de segundo orden. Los residuos radiactivos de la fusión no son de largo plazo. Dice que Kyoto debería recibir más pragmatismo de científicos e ingenieros y menos del ideal romántico que retrasa los avances en la obtención de energía a partir de la fusión nuclear.

    Como todavía no tenemos la fusión en marcha y, como medida temporal, hemos de recurrir a la fisión nuclear (nuestras clásicas centrales nucleares). El autor dice estar perplejo por los ataques de ecologistas y críticos de este tipo de energía (que insisto, él considera la mejor hasta que se logre la fusión) y no al otro tipo de energía que genera CO2.

    Quemar combustibles fósiles produce al año 27.000 millones de toneladas de CO2; de los que el 30% vienen derivadas del transporte y el resto de las centrales de energía e industria. Si pudiéramos congelar a -80ºC todo ese CO2 de un año generado por el hombre podríamos hacer una montaña de 1,5 km de alto y una circunferencia de 19 km. La misma cantidad de energía generada por centrales nucleares daría unos residuos que ocuparían sólo 16 metros cúbicos (un cubo de menos de 3 metros de lado). Dice que mientras ese CO2 es fatal para el clima y mortal para Gaia los residuos nucleares enterrados no presentan más amenaza que los que se expongan a su radiación.

    Explica, además, que no hemos de tener miedo por esos residuos nucleares y como prueba de ello él mismo se ha ofrecido en público para que todos los residuos altamente radiactivos producidos en un año se entierren en un pozo de hormigón con las garantías habituales de seguridad en su propiedad. Lovelock aprovecharía el calor generado por ellos para calentar su casa.

    Para el autor, hoy día se mezclan demasiado los conceptos de “nuclear” y “mortal”. Que la energía nuclear está demasiado demonizada y no es una cosa mala, que son cosas que la población ha ido asimilando como verdad en una mentira repetida muchas veces. Cree que nuestro miedo viene a consecuencia de los horrores de Hiroshima y Nagasaki y que el miedo a las centrales nucleares es irracional.

    Y ya se sabe que cuando se habla de peligro de dichas centrales siempre sale Chernóbyla la palestra. Pues bien, durante la guerra fría, que culminó en 1962 con la bomba de hidrógeno, se hicieron pruebas con poder equivalente a 20.000 bombas como la de Hiroshima demostrando que ambas potencias tienen arsenal nuclear suficiente como para destruir la Tierra. Las explosiones liberaron a la atmósfera tanta radiactividad como el equivalente a dos catástrofes como la de Chernóbyl cada semana durante un año entero.

    Todos los habitantes respiraron o comieron productos como Cesio 137 o Estroncio 90. Cualquier persona del mundo de la época tiene estroncio 90 y no parece que con ello se haya acortado la vida de forma significativa; de hecho, una de las preocupaciones de Europa es cómo pagar las pensiones de una población tan envejecida; así que el miedo sigue siendo infundado. Dice que, en todo caso, por Chernóbyl, los que viven en el Norte de Europa vieron reducida su esperanza de vida del orden de unas 3 horas.

    Piensa que para la gente no es lo mismo morir por radiactividad que por la inundación de un río. Hace una interesante comparación entre una persona que viva a 100 km de lapresa del Yang-Tse con otra que viva a 100 km de Chernóbyl y, en caso de accidente, ver quién tiene más probabilidad de sobrevivir. Si la presa rompiese morirían del orden de un millón de personas, mientras que de Chernóbyl no murieron más de 75. Él dice que no conoce de ninguna presa que se haya ido abajo. No debe conocer nuestra famosaPantanada de Tous.

    También está la nube de radiactividad. No se asusta. Dice que él mismo soportó una sin saberlo mientras hacía mediciones en ciertos edificios. Todos los científicos la midieron. Resulta que se había quemado un reactor nuclear en 1956 y el gobierno de entonces tapó la noticia con la excusa de seguridad nacional. Sin embargo, nadie informó de la muerte de ninguna persona y eso que se arrojaron 740 billones de becquerels en forma de I131.

    Nos advierte que otro gran problema para el cambio climático es la superpoblación. En 1981 Stephen Schneider afirmó que:

    El sistema medioambiental de la Tierra “quedaría deshecho” si el objetivo fuera proporcionar a todos los seres humanos que viven en la actualidad un estilo de vida europeo. Dar a entender que es posible una mejora del nivel de vida en un mundo con una población que doble la actual en la primera parte del próximo siglo es absurdo.

    Habla también del DDT. Que el libro de Rachel Carson “Primavera silenciosa” (¿lo habéis leído? si no y os interesa, puedo comentarlo en otra historia) demoniza totalmente el DDT. Hoy está totalmente prohibido cuando, en realidad, no es malo del todo. A primera vista, parece que quien lo inventara fuera un codicioso hombre cuyo objetivo fuera única y exclusivamente obtener beneficios.

    El DDT fue descubierto por Paul Herman Muller en 1939 que más tarde se llevó un Nobel. Fue el producto químico que más vidas salvó que otros productos descubiertos hasta la época. Paul Herman, era un buen hombre que dio, generosamente, el dinero que había obtenido con el Nobel a sus estudiantes. Un gesto bastante raro en un profesor. Se empleó contra enfermedades producidas por los insectos como un tifus en Nápoles, durante la Segunda Guerra Mundial y para combatir los mosquitos transmisores de la malaria, fiebre amarilla y otras enfermedades tropicales. Con este uso es una amenaza menor para la fauna salvaje.

    Se convirtió en amenaza ecológica cuando la agroindustria lo empezó a utilizar a gran escala para mejorar el rendimiento de las cosechas. La prohibición indiscriminada le parece a Lovelock un acto egoísta y mal informado que han pagado muchos habitantes de los países tropicales en forma de muertos y enfermos ante la imposibilidad de utilizarlo como control efectivo de la malaria.

    Respecto quien piense que hay que volver a las cavernas y que los primeros humanos vivían en armonía total con la misma o quien piense que hoy día somos superiores a ellos, se equivocaría, según él, en cualquiera de los dos casos. No somos mejores ni peores, sino diferentes. Quien se considere superior por conducir coches, utilizar ordenadores, viajar grandes distancias o vivir en casas con aire acondicionado habría que preguntar cuántos de ellos serían capaces de vivir en una cueva, encender fuego para cocinar, hacerse ropa y zapatos con pieles de animales o utilizar arcos y flechas para mantener alimentada la familia.

    Todo esto es explicado en el libro de forma muy amena e instructiva. El lector descubre un punto de vista diferente a los que se escuchan habitualmente sobre el cambio climático.


    Posted by adrlibar @ 6:39 pm

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