Cuenta una antigua leyenda hindú que los dioses visitaron la tierra y cada uno de los
animales del bosque se preparó para hacerles una ofrenda; y así la vaca les obsequió
un gran cuenco de leche, el lobo un trozo de carne, el oso un panal de miel. Los dioses
realizaban su visita muy complacidos por el esfuerzo que cada animal les ofrecía. Al
caer la noche, ya cansados, llegaron a la morada del conejo. Cuán grande fue su
sorpresa al observar a este animal, cómodamente esperándolos junto a una hoguera,
sin tener a la vista ninguna ofrenda que hubiera preparado para ellos.
Los dioses, un poco molestos, le reclamaron: «¿Acaso no tienes nada para nosotros?», y
sonriendo el conejo, en respuesta, les pidió que se instalaran alrededor y que
descansaran, pues les tenía preparada una sorpresa y deseaba sinceramente
agradarlos; una vez que los dioses tomaron asiento, el conejo inició su discurso: «Es un
honor para mí tenerlos aquí; busqué en todo el bosque algo que fuera digno de
ustedes, pero lo que pude hallar se me hizo insignificante para los creadores de todo y
se me ocurrió que a estas horas de la noche debían estar hambrientos. Les quiero
entregar lo más valioso para mí, mi única ofrenda, en reconocimiento a la belleza de su
creación». Y de un salto se metió a la hoguera para servirles de alimento. Los dioses
quedaron asombrados de su gran generosidad y en premio lo rescataron de las llamas y
le dijeron: «De hoy en adelante, conejo, vivirás en la cara luminosa de la luna para que
todos aquellos que la observen, recuerden que la principal característica del amor es la
entrega total».
Desde entonces, si usted observa detenidamente la luna llena, identificará a un conejo
en posición de saltar, recordándonos con esta imagen que el amor debe ser
incondicional.
-¿Cómo podría explicar el amor incondicional?
-El amor, más que enunciativo, debe ser demostrativo.
-¿Qué acciones realiza para mostrar su amor a los que ama?
-¿Qué sería usted capaz de hacer por los seres que ama?
-¿Todos los días se da usted la oportunidad de manifestar su amor a los demás?
El amor incondicional es amar a otro ser sin condición alguna.
Desafortunadamente nuestra mezquindad nos lleva a racionalizar el amor: si tú me das,
yo te doy; si cumples con ciertas condiciones, yo te amaré; si tú eres atento, yo seré
atento; si tú me cuidas, yo te cuido; si tú eres cariñoso, yo seré cariñoso. Y así, vamos
reglamentando lo que nuestro corazón siente o debe sentir por otra persona.
La expresión más sublime del amor incondicional es la de una buena madre, la cual, sin
importar las características de su hijo, le seguirá amando. De hecho, las visitas más
frecuente que reciben los presos en las cárceles, son las de sus propias madres. Si se
hiciera una competencia de generosidad y participaran las madres de América Latina,
indiscutiblemente ganarían el primer lugar. En cambio, en la relación pareja es en
donde usualmente se encuentran las máximas manifestaciones de amor condicional,
inclusive se llega a amar a un ser que no existe. Así, encontramos las expresiones:»La
amaría si fuera capaz de cambiar, de ser más amable, cortés, puntual, dejara de fumar,
beber, etcétera». Se llega a amar a un fantasma del debe ser, pero al que es real no lo
logramos aceptar.
La Madre Teresa de Calcuta definía al amor limitado como aquel que está condicionado
a que el otro te ame; en cambio, el amor ilimitado se basta a sí mismo. Así,
encontramos el testimonio de las Misioneras de la Caridad entregándose sin condición
alguna a seres que tal vez jamás les podrán agradecer su bondad: enfermos de SIDA,
niños descerebrados, moribundos de lepra. A todos ellos se entregan en un acto
sublime que Dominique Lapierre, al no saber qué calificativo usar para describir la
entrega de estos seres extraordinarios, les llama Más grandes que el amor.
Lo invito a que identifique al conejo que aparece en la cara luminosa de la luna y cada
vez, que desee recordar qué es el amor, recuerde la generosidad del conejo que ofreció
su propia vida para demostrar lo que sentía.