El objetivo (real) de la crianza

Que hay que educar a los niños y niñas es algo indiscutible. No en vano hay gran cantidad y variedad de literatura sobre el tema. Métodos y teorías acerca de la forma más eficaz, beneficiosa y saludable de criar y educar a nuestros hijos. Podemos encontrar múltiples libros, vídeos, podcast… Puedes buscar interesantes artículos en el Blog de Mamá o en páginas de psicología infantil. Lo cierto es que todos los padres queremos educar bien a nuestros hijos, y es habitual que a veces, al disponer de tanta información, nos asalten dudas sobre si estaremos haciendo lo correcto o si, por el contrario, la forma de crianza escogida no es la más adecuada. Y esta duda es normal, incluso para quienes tienen más de un hijo. 

Algunas madres que van a pasar en breve o han pasado ya por su tercer parto siguen sintiendo ciertas dudas en su fuero interno, porque es evidente que la crianza de sus otros hijos no ha sido ni está siendo perfecta, porque por desgracia, a las madres aún se les exige perfección, pero esa perfección, asumamoslo de una vez, no existe. Y por eso lo esencial en cualquier crianza, más allá del métodos que vayamos a utilizar, es buscar el modo de dar respuesta a una pregunta que es tramposa, ya que parece muy fácil pero en realidad no lo es tanto 

¿Qué queremos que sean nuestro hijos? 

¿Qué queremos obtener como resultado de la crianza? ¿Queremos criar a nuestros hijos para que desarrollen todas sus inclinaciones y habilidades? ¿Queremos para nuestro retoño una vida cómoda y sin complicaciones? ¿O tal vez nos basta con que no nos estorbe mucho? ¿Somos el tipo de padres que han estipulado en una hoja de ruta cada día de las vidas de sus hijos, controlando desde sus comidas hasta sus aficiones y la profesión que deben tener? ¿Preferimos darle tanta libertad que se sienta sólo y sin dirección ni guía cuando falle en su camino?Es interesante tratar de responder de forma sincera a estas preguntas, aunque lo natural sería responder a la primera pregunta que titula esta sección con una sola frase: quiero que mi hijo sea feliz.

Esta afirmación implica mayor dificultad que la que pueda parecer en un principio, ya que la felicidad no se puede ofrecer como quien compra un juguete. Criar niños felices implica criar niños funcionales y preparados, adaptados y adaptables a los cambios del mundo en el que les va a tocar vivir, incluso cuando sus padres no estén. Así que, a partir de ahí hay que encontrar el difícil y necesariamente equilibrado camino de la crianza para una vida feliz y plena. Y para ello ambos progenitores necesitan estar coordinados y de acuerdo en los objetivos de felicidad de sus hijos. La dirección de la crianza se establece una vez de manera consciente, y a menudo inconscientemente, por los objetivos de la crianza. 

¡Plantéate cuáles son las metas que deseas alcanzar en la crianza de tus hijos!

 

Debemos hablar de los objetivos de la educación y el desarrollo cuando estamos en un estado razonable y consciente. ¿Nos encontramos a menudo en este estado? El día a día, el trabajo, los compromisos familiares… son muchos los factores que pueden hacer que los padres vivan de forma habitual sin pensar, estando en un estado inconsciente o en modo autómata. De este modo no crían a los hijos, solo viven junto a ellos y solo atienden a sus necesidades más básicas, como comer o dormir. ¿Cómo? De diferentes maneras … A veces se ‘deshacen’ de los niños, se descargan de los niños, y a veces les dan a los niños todo lo que piden ‘para que no molesten’, pensando que de ese modo se les están cubriendo todas sus necesidades. Sin embargo, criar a un niño precisa de tiempo de calidad, y ese tiempo de calidad a veces compensa más que todo el tiempo de autómata que puedes dedicar a tu hijo. 

Tiempo de calidad vs. tiempo de autómata

¿Qué es el tiempo de calidad? El tiempo de calidad es aquel tiempo que pasas enfocándote única y exclusivamente en tu hijo o hija y en los objetivos de crianza que has convenido para él o ella y que tienen como meta que sea feliz. Y para ello debes conocerlo bien. Ese tiempo de calidad consiste en eso, cuanto más y mejor conozcas a tu hijo, más fácilmente encontrarás el modo de criarlo, el propio niño te marcará el camino, tan sólo enfócate. 

A la larga el tiempo de calidad puede resultar muchísimo más productivo que el tiempo de autómata, ya que un niño bien criado y educado trae muchos menos problemas y aporta más satisfacciones. 

El tiempo de autómata es aquel en que estamos con nuestros hijos sin prestarles atención, sin realmente llegar a conocerlos o a atender sus necesidades reales, y también sin ser capaces de ver y corregir a tiempo algunas actitudes o formas de obrar que puedan llegar a causar problemas en un futuro, y que nos obligarán a invertir más tiempo y esfuerzos para tratar de revertirlas.

Al mismo tiempo, un niño bien educado sigue siendo mejor que un niño mal educado. Los niños mal educados son niños salvajes que viven sus propios deseos y perciben a todos los que los rodean como algo con lo que pueden usar o con lo que necesitan luchar. Al contrario, un niño con educación elemental ya es una persona que puedes llevar sin problemas casi a cualquier parte, sabiendo que no va a causar molestias. Sí, todavía es un niño, pero al menos un niño bien educado.

¿Y cuál es la tarea de los padres avanzados que quieren y pueden hacer más?

 

Como regla general, los buenos padres quieren criar a sus hijos, en primer lugar, sanos física y mentalmente, desarrollados (deportes, cultura, educación y aún más currículo escolar), inteligentes (pensamiento libre, vívido y preciso), decentes (respetar a otras personas, cuidar no solo de mí mismo), feliz, creativo y disciplinado, dispuesto a afrontar las dificultades de la vida y capaz de llevar a cabo grandes proyectos de vida.

 

Al establecer metas para el aprendizaje y el desarrollo, los padres están atentos a tres cosas: 

1) a lo que se demanda en la vida

2) a las inclinaciones y habilidades del niño 

3) a lo que el niño mismo quiere 

Pero esto es todo, en realidad, una tarea mínima. Los padres más seguros que están dispuestos a invertir en sus hijos establecen metas más ambiciosas. Quieren a menudo a niños más y mejor formados, explotando al máximo todas sus capacidades y con gran preparación para su futuro. Todo esto puede estar muy bien si es lo que el niño está demandando, sin embargo, a veces se corre el riesgo de olvidar la respuesta que dimos a la gran pregunta. Porque por supuesto que queremos que nuestros hijos sean mejores que nosotros, pero ante todo queremos que sean felices, y ninguna otra prioridad debe estar por delante de esa. 

De este modo podremos tener adultos felices que a su vez críen a niños felices, esa es la tarea máxima en la crianza: educar a los niños para que ellos mismos críen hijos que serán felices. De este modo, el proyecto a corto plazo ‘hijo’ se convierte en un proyecto a largo plazo: familia. Una familia feliz, una saga de personas felices.

 

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