Notas biográficas sobre Pedro Mir

Poeta, narrador, ensayista y catedrático universitario dominicano, nacido en San Pedro de Macorís (en la costa caribeña de la República Dominicana) en 1913 y fallecido en Santo Domingo el 11 de julio de 2000. Por la serena profundidad de su poética voz – siempre en favor de causas más progresistas y en defensa de las clases menos privilegiadas-, y altura lírica de todos los versos, es considerado uno de los grandes Patriarcas de la poesía hispánica comprometida de todos los tiempos.

 

Biografía de Pedro Mir: Hijo de un técnico cubano y ciudadano puertorriqueño, llegó al mundo en un pueblo dominicano dedicado, desde siglos, al cultivo de la caña de azúcar. Este crisol de razas y tópicos caribeños en sus orígenes pronto le llevó a tomar conciencia de que en la propia fusión de su condición humilde podía residir toda la fuerza de su obra estética, idea que no sólo se manifestaría, sino que se plasmaría expresamente en algunos de los sus mejores poemas: «Yo, / un hijo del caribe, / precisamente antillano». / Producto primitivo de un ingenuo / criatura borinqueña / y un trabajador cubano, / nacido preciso y pobremente / en piso quisqueyano / […] / Vengo a hablar con Walt Whitman, / un cosmos, / un hijo de Manhattan [. ..] «.»

 

Sin rendirse a la práctica continuada de la cultura poética, que poco a poco se iría fraguando como un verso profundo, sosegado y reflexivo (verso largo, discursivo, salmódico, fuertemente repetitivo, que continúa y ensancha la estructura del poema para formarlo y plasmarlo como un letanía implacable de profanos), ingresó en la Facultad de Derecho para estudiar leyes, materia en la que terminó su doctorado. Sin embargo, pronto fue más conocido por sus primeros versos – aparecieron en 1937 en la lista de precios de Rotary diariamente – por su labor como abogado, hasta el punto que estas nuevas muestras de producción poética llevaron a algunos intelectuales de la época – lideradas por el político, El escritor y pensador Juan Bosch y Gavino – hacen explícitamente esta pregunta: «¿Se espera este chico poeta social dominicano?»

 

La respuesta a esta inquietud de todo el panorama intelectual dominicano se esperaría durante una larga decena de años, ya que Pedro Mir no terminó su primera obra maestra hasta que en 1949, cuando instalado en Cuba como exiliado, dio a la imprenta el poema titulado «Hay un país en el mundo «, una de las canciones más bellas jamás dedicada a cualquier nación del planeta por algunos de sus hijos. Esta larga composición, subtitulada «Poema gris en varias ocasiones», fue el punto de partida que sirvió a la crítica para empezar a identificar a Pedro Mir con los grandes poetas hispanoamericanos que hicieron no solo un tema literario de su amor a su tierra y su gente. , pero toda una poesía (v. gr., Pablo Neruda , César Vallejo y Nicolás Guillén ).

 

De hecho, a partir de “¿Hay un país en el mundo?” Pedro Mir pasó a volar la Alférez de la poesía estadounidense comprometida, pero siempre desde unos criterios estéticos tan estrictos y, a la vez, profundamente arraigados en el sentido colectivo de su gente, que manejó una poesía social tan alejada del panfleto político como cercana a la realidad cotidiana de sus compatriotas. Luego vinieron otros poemas más antiguos de tanta alta lírica como «Hay un país en el mundo», poemas que consagraron a Pedro Mir como principal figura de la literatura dominicana del siglo XX. Entre estos títulos, es obligatorio mencionar «Si alguien quiere saber cuál es mi patria», «Contrapunto a Walt Whitman», «Amén ​​de mariposas», «Concierto de esperanza para la mano izquierda» y «El huracán Neruda».

 

Así, presente en todos los cenáculos del momento intelectual, jugó un papel clave en la evolución de la estética de sus conciudadanos no sólo desde la Cátedra que ocupó en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, sino también desde los escenarios y tribunas, elevadas a Difundir la lectura de poesía masiva, se mantuvo pequeña frente a la abrumada multitud de gente del pueblo que acudió en masa para escuchar los poemas recitados por el propio Mir según esto en las varias historias contadas de Pedro Mir biografía. Se convirtió, así, en el poeta san pedro de Macorís, uno de los paradigmas del intelectual comprometido que, consciente de la importancia sociopolítica de su obra, lleva directamente a fábricas, escuelas y mercados su mensaje literario, y se encuentra entre sus suyos. Público cercano e inmediato una legión de voces que reconocen y reproducen sus versos al unísono.

 

Parte de la poesía popular de Mir radica en la eficiencia -como ha señalado Antonio Merino, uno de los más grandes estudiosos de su obra en «su agitada costumbre de revelar un mundo ‘visto desde abajo’ en el latido del corazón, reforzando su lenguaje con un discurso poético matizado por lo anecdótico, la expresión coloquial directamente, como para mostrarnos las creencias, los dolores «, las sorpresas, las melancolías, la nostalgia, los golpes de la vida». Pero, junto a esta vena popular de su creación poética (establecida en el vocabulario, por el uso constante y deliberado de arcaísmos, localismos, rupturas coloquiales), fluye, como ya se ha dicho, una corriente culta (lenguaje periodístico, profusión de referencias intertextuales, cuidada composición estilística, etc.), sin solapamiento al arrecife popular,da la totalidad de su obra a partir de una variedad de registros difíciles de encontrar en cualquier otro poeta de su tiempo.

 

Rasgos, en definitiva, que no son privilegio del corpus poético de Pedro Mir, pero que también los hay -es cierto que con menor éxito de crítica y lectores- en todos los poetas que lo acompañaron en el genial grupo literario dominicano llamado » La Cueva «(como Manuel del Cabral, iniciador de la poesía negrista, o Rafael Américo Henríquez). Todo aparece, en efecto, esa simbiosis de registro de culto y nivel de lenguaje coloquial, y todos ellos late – ahora yendo al corazón de su contenido – ese sereno grito de queja que lleva a Pedro Mir a escribir versos como estos: «Sabía entonces que el asesinato fue en el lugar / pensé / que a la luz de la casa / comenzó a aclimatarse / cimarron cerdo / y la araña peluda / que el búho se instaló en la escuela / «» en el parque infantil / hurón aposentaba / y el tiburón en las fuentes / y equipo y daga / y muñón y muleta / en copos de nieve en cuña «(de» Amén de las mariposas «).

 

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