Boca/boquita de piñón

Boca/boquita de piñón: [tener] Se llama así a la boca pequeña —del tamaño de un piñón, según la hipérbole— y muchas veces, de forma irónica, a la boca excesivamente grande. Ana tiene una boquita de piñón muy proporcionada con su cara.|Deja ya de bostezar, boquita de piñón, que cuando abres la boca así pareces el león de la Metro.

Blanco y migado, leche

Blanco y migado, leche: (Blanco y en botella…/Blanco y en botella, leche) Expresión con forma de adivinanza que se emplea para aludir a lo que está claro y no necesita de ninguna explicación. Si ella no estaba en casa y él te dijo que iba a salir, es que están juntos: blanco y migado, leche. Cosas blancas y que se puedan migar o que puedan envasarse en una botella no hay muchas, la verdad. V. Más claro que el agua||Verde y con asa…

Bien está/se está san Pedro en Roma

Bien está/se está san Pedro en Roma: Con esta frase damos a entender que nos encontramos bien dónde estamos y que no queremos cambiar aunque nos ofrezcan supuestas mejoras o comodidades. El dicho resulta prácticamente sinónimo de una conocida certidumbre popular: más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Yo a mis años ya no me muevo de aquí. Tengo mi trabajo, mi casa, mi familia. Por mucho que me ofrezcan, no cambio. Bien está san Pedro en Roma. Evidentemente, san Pedro, hablemos del santo o de la basílica, no puede estar en otro lugar. Sería inconcebible. La frase existió, y a veces aún se oye, con una coletilla: «Bien está san Pedro en Roma, si no le quitan la corona», que es la variante que recoge Gonzalo Correas en su Vocabulario de refranes, publicado en 1627. Otros «apéndices» son: … aunque no coma; y el cagajón en su boca; y san Alfonso en Zamora. El toledano Sebastián de Horozco (1510?-1580) explica perfectamente el dicho en sus Refranes glosados con esta redondilla: «Bien se está san Pedro en Roma, y aunque pierda lo servido, donde el hombre es conocido, no le falta pan que coma».

Besar alguien la tierra que otro pisa

Besar alguien la tierra que otro pisa: (Besar alguien (por) donde otro pisa) Mostrar respeto o agradecimiento hacia alguien. ¿Has visto?, con todo lo que yo he hecho por él y no me hace ni caso, cuando debería besar la tierra que piso. En la Antigüedad era costumbre recoger la tierra en la que había pisado algún santo, o del lugar en el que había vivido, o la que se había teñido con la sangre de su martirio. Esta tierra se colocaba en un relicario que se exponía públicamente y se besaba en señal de adoración. Es probable que esta tradición explique el origen del dicho.

Beberle/sorberle a alguien las palabras

Beberle/sorberle a alguien las palabras: Escuchar a alguien con gran atención y placer, con tanto deleite y embobamiento que, quien oye, seguramente boquiabierto, da la impresión de querer engullir lo que el otro dice. Luego dice Marta que no está enamorada de Ángel: fíjate cuando él dice algo cómo le mira ella, le bebe las palabras. A veces la frase significa ‘servir a alguien atenta y esmeradamente’, es decir, que cuando uno ordena, el otro, sin dar tiempo a que caigan las palabras de la boca del primero, las recoge. Yo a mis padres les tengo un respeto enorme; ellos me dicen algo y yo me bebo sus palabras.

Beber los vientos por algo o por alguien

Beber los vientos por algo o por alguien: Dedicar todos los esfuerzos a conseguir algo o a alguien. Se aplica fundamentalmente a casos de enamoramiento galopante. Mariano está enamoradísimo de Mari Pili; hace todo lo que ella dice, va donde ella va; vamos, que bebe los vientos por ella. La persona que persigue un fin o que corre veloz detrás de otra da la impresión, más que de cortar el viento, de bebérselo, lo mismo que quien, enamorado hasta las trancas, parece estar permanentemente boquiabierto. El origen de la expresión, de todas formas, podría estar en la caza, ya que los perros, mientras olfatean el aire para oler el rastro de la pieza, dan la impresión de estar bebiéndoselo. De hecho, existen perros, expertos en el rastreo, denominados venteros o venteadores. Donde dice perro pongan enamorado/a, donde dice rastro pongan amor y donde dice pieza pongan enamorada/o. Explicado queda.

Beber (de) la copa de Alejandro

Beber (de) la copa de Alejandro Se emplea la frase para aludir a la gran confianza que una persona tiene en otra. Indica amistad y lealtad: Pepe es mi mejor amigo. Con él bebo la copa de Alejandro. Se cuenta que Alejandro Magno (356-323 a. C.) contrajo durante su campaña en Asia una grave enfermedad que su amigo y médico Filipo trataba de curar haciéndole beber un brebaje que le ofrecía en una copa. Al caudillo macedonio le llegaron rumores de que Filipo era el cabecilla de una conjura urdida por Darío, rey de los persas, que intentaba acabar con él envenenándolo poco a poco con el líquido de la copa. Alejandro, no obstante, no dio crédito a los rumores: llamó al médico y, mientras bebía el líquido, le mostró la carta en la que se le informaba de la supuesta conjura. El joven rey macedonio continuó el tratamiento y logró sanar, demostrando así la confianza infinita que tenía en su amigo.

Bautismo de sangre

Bautismo de sangre: Si el bautismo de fuego es entrar por primera vez en combate, el bautismo de sangre es resultar herido por primera vez. Aparte de los militares, utilizan la expresión los toreros, para referirse a la primera cornada que sufren. El joven novillero recibió su bautismo de sangre al entrar a matar al cuarto toro. Afortunadamente la cornada no reviste gravedad. Al parecer, como el sacramento, este tipo de bautismo también imprime carácter.

Bautismo de fuego

Bautismo de fuego: Los militares llaman así a la primera vez que se participa en un combate. La expresión puede aplicarse también a la primera vez que una persona realiza una actividad complicada o que entraña cierto peligro. Enhorabuena, Peláez. Tu bautismo de fuego en la oficina ha sido todo un éxito. Ya habrás comprobado que trabajar aquí es una auténtica locura. Las tropas cristianas durante la época de la reconquista celebraban misa y comulgaban antes de entrar en combate. A los que no habían sido bautizados se les bautizaba, para que pudieran recibir la comunión y, en caso de que murieran, poder esquivar los tormentos infernales. La expresión puede, pues, proceder de la amalgama de los dos tipos de bautismo, el de agua y el del fuego enemigo. No se olvide que los ejércitos musulmanes comienzan a utilizar las armas de fuego, desconocidas en la Península hasta entonces, a mediados del siglo XIII, en la época del rey Alfonso X, el Sabio. Para mayor exactitud, parece ser que fue en 1262, durante el asalto a la ciudad onubense de Niebla.

Batir(se) el cobre

Batir(se) el cobre: Trabajar con gran esfuerzo para conseguir algo. Hemos perdido el partido, pero los jugadores se han batido el cobre sobre el campo. Batir el cobre, es decir, golpearlo con el martillo, requiere un gran esfuerzo físico y mucha destreza y precisión; de aquí procede el dicho. Citamos las palabras del Tesoro de Sebastián de Covarrubias, publicado en 1611: «Batir el cobre es hacer mucho ruido y trabajar con solicitud en algún negocio porque los que labran cobre suelen estar sobre una pieza martillando tres y cuatro juntos, guardando el compás de los golpes».

Ir a la barra de herramientas