Coger / seguir el hilo

Coger/seguir el hilo: Captar y seguir el argumento o las líneas principales de un relato, un suceso, una película… El argumento de la película es un tanto rebuscado. Si no estás muy atento es bastante complicado coger el hilo.

La locución nos remite al episodio mitológico de Teseo en el laberinto cretense, quien, después de haber matado al minotauro, pudo salir siguiendo el hilo que le había entregado Ariadna. V. El hilo de Ariadna||Estar al hilo||Perder el hilo||Tirar del hilo.

Coger / agarrar / tomar el dos y la media manta

Coger/agarrar/tomar el dos y la media manta: Irse rápidamente y de mal humor. En cuanto vi que, después de dos horas de reunión, lo único que había quedado claro era la hora y el lugar en el que íbamos a comer, cogí el dos y la media manta y me marché.

Si se utiliza como mandato, es una orden dada de no muy buena manera y con bastante disgusto para que alguien abandone un lugar. Aquí se viene a hablar, a discutir y a criticar, pero siempre con educación y sin insultar, y lo que tú has dicho es realmente ofensivo.

Ahora mismo coges el dos y la media manta y te vas. Estamos ante una de esas frases curiosas cuyo origen es tremendamente enigmático. Se ha apuntado que el dos es una carta de la baraja, pero ¿qué sentido tiene coger el dos e irse?; ¿qué pinta —nunca mejor di- cho—en el juego de cartas la media manta? A no ser que media manta fuera la denominación de una carta de la baraja que, combinada con un dos, supusiera el cierre de la partida. Se ha dicho también que el dos podría ser una caballería de dos años (¿por qué no de tres o de cuatro o de ocho?) y la media manta una manta pequeña que los arrieros llevaban para protegerse de frío cuando pensaban regresar a casa y no dormir al raso, caso en el que llevaban una manta más grande.

Personalmente, creo que el dos es una forma de llamar a las alforjas —formadas por dos bolsas unidas que se colocaban en el lomo y colgaban a ambos flancos de la caballería—en la peculiar lengua de los arrieros. Éstos, de natural pendencieros—y de ello hay episodios significativos en nuestra literatura, baste repasar las veces que le miden los lomos a Don Quijote—, serían más de una vez invitados en ventas y posadas a coger el dos y la media manta, es decir, a coger sus atavíos y largarse para evitar mayores problemas.

Coger / agarrar / sujetar algo o a alguien con pinzas

Coger/agarrar/sujetar algo o a alguien con pinzas: Tratar un asunto con prudencia o precaución o a una persona excesivamente susceptible con gran delicadeza. Lo que nos ha dicho vamos a cogerlo con pinzas y a no darle mucha importancia hasta que oigamos a la otra parte.|Contigo nunca se sabe qué te gusta ni qué te molesta. Siempre hay que cogerte con pinzas.

Con esta expresión nos viene a la mente la idea del cirujano o del científico manejando las pinzas o, para no ir más lejos, la del filatélico tratando a sus valiosos sellos con sumo cuidado.

Coger / pillar / agarrar a alguien por banda

Coger/pillar/agarrar a alguien por banda: Abordar a alguien en el momento más oportuno para reñirle o para castigarle. Ramón no esperaba que yo estuviera allí, así que nada más que lo vi aparecer, lo cogí por banda y le dije todo lo que pensaba de su comportamiento.

La expresión, propia del lenguaje militar, se refiere al hecho de coger desprevenido a un ejército atacándolo por el lado o flanco menos protegido.

Codo con / a codo

Codo con/a codo (Hombro con hombro) [estar; trabajar] Juntos: Colaborando entre dos o más personas. Haciendo un esfuerzo común para conseguir algo. Aquí o trabajamos todos codo con codo o el negocio se nos va a pique.

El codo seguramente hace referencia a los trabajos del campo, al hecho de cavar en la tierra, para lo que es necesario doblarlo reiteradamente y el hombro debe de referirse a los trabajos de carga. V. Arrimar el hombro.

Cobrar / pagar en especie

Cobrar/pagar en especie: Cobrar sin dinero, con género, objetos o con cualquier tipo de producto. Este proveedor cobra siempre en especie: yo le compro cuberterías y le pago con piezas de cerámica.

Evidentemente el dicho original, que hoy nadie usa, era cobrar en especia, pues las especias (clavo, pimienta, cilantro, canela…) eran valiosísimas entre los siglos XVI y XVIII (v. Canela en rama), hasta el punto de que muchos comerciantes preferían que sus clientes les pagaran con especias y no con dinero para revenderlas y obtener mayores beneficios.

No se olvide que Colón llegó a América buscando una nueva ruta para llegar a Oriente y evitar así que los barcos especieros españoles no tuvieran que pagar tasas a los portugueses, que controlaban las rutas de las especias desde India hasta China. Es muy frecuente que en la lengua hablada se llame especies a las especias.

Clavar a alguien

Clavar a alguien (Darle/meterle a alguien una clavada/un clavo): Engañar a una persona en el precio de una compra. Cobrarle a alguien mucho más de lo debido. Se nos ocurrió pedir un par de copas en la terraza de la Plaza Mayor y claro, nos clavaron.

Algunos piensan para explicar el origen de estas expresiones en la crucifixión de Jesucristo, realizada con clavos y no con cuerdas, como era habitual entre los romanos (v. Crucificar a alguien), pero la explicación con más traza de ser cierta la da, como en tantas ocasiones, el maestro Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, que vio la luz en 1611: «Echar clavo es engañar, y por otro modo dicen: enclavóle, es decir, engañóle. Pienso haber traído origen de una gran bellaquería que no se puede presumir, sino de algún desalmado, impío y más que salteador de caminos.

Dicen que cuando pasa de camino algún extranjero con una buena bestia, queriéndola herrar o requerir de clavos, maliciosamente se la enclava (haciendo que el clavo penetre hasta la carne) y de manera que por la primera jornada no se eche de ver.

Sale otro echadizo con una bestia, no tal (no tan buena como la del extranjero), y encuentra con él en el camino, llegan a la posada y empieza a sentirse [mal] la cabalgadura; y acontecerá que el herrador de aquel lugar se entienda con el otro, y hace entender al pobre caminante que en muchos días no podrá pasar adelante, y en lugar de curarla se la pone peor, y si va con prisa, le es fuerza hacer cambalache con el otro que finge no haber de pasar por allí, o el mismo albéitar le trueca otra bestia inferior, y así le engañan, echándole clavo o enclavándole».

Clamar al cielo

Clamar al cielo: Algo que clama al cielo es algo injusto, algo que merece reprobación e, incluso, condena; literalmente, que ‘llama al cielo’ para que éste ejerza justicia.

Te has presentado ya siete veces al examen del carné de conducir y las siete te han suspendido. Es que lo tuyo clama al cielo… V. Poner el grito en el cielo.

Círculo vicioso

Círculo vicioso [ser un; estar en un]: Problema, argumento o comportamiento que no tiene solución, pues siempre acaba volviendo al punto de partida.

Para obtener el permiso de trabajo antes tienes que tener el de residencia, pero, claro, no te dan el de residencia si no demuestras que tienes o vas a tener un trabajo estable. Vamos, un auténtico círculo vicioso.

El término nace aplicado a la lógica y referido a las argumentaciones basadas en elementos que pertenecen a lo que se quiere demostrar: Te pones enfermo si no comes y si te pones enfermo no puedes comer. V. La pescadilla que se muerde la cola.

Ciertos son los toros

Ciertos son los toros: Con esta frase se resalta la certeza de un suceso o el seguro cumplimiento de un hecho, por lo general no muy positivo. Lleva siete meses sin llover, verás como dentro de muy poco hay restricciones en el consumo de agua.

Ciertos son los toros. Antaño, y hoy en muchos lugares, era habitual durante las fiestas de los pueblos que se instalaran plazas de toros portátiles o que se improvisaran con carros.

Cuando la gente observaba estos preparativos, que solían incluir un castillo de fuegos artificiales con el que terminaba el festejo, podía prever con toda certeza la celebración de tales espectáculos. El dicho completo, hoy en desuso, era Puesto está el castillo, ciertos son los toros.

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