Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una zalagarda/ una zapatiesta/un zurriburri

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una zalagarda/ una zapatiesta/un zurriburri: Armarse un alboroto o un escándalo, por lo general fingido, festivo o poco importante. Los amigos del novio se plantificaron la noche de bodas debajo de la ventana de los recién casados y montaron durante toda la noche una zalagarda impresionante. Posiblemente zalagarda tenga que ver con la voz francesa antigua eschagarde, ‘escaramuza, emboscada’. Zapatiesta acaba de incluirse en el Diccionario de la Real Academia ya con el significado de ‘alboroto, jaleo, riña’. Zurriburri, ‘jaleo, bulla’ debe de ser un término onomatopéyico formado sobre zurrar, ‘curtir pieles’ o ‘azotar a alguien’. La raíz zurr- parece reproducir el silbido de la vara en el aire y el golpeo contra la piel.

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una tángana

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una tángana/ tangana: Una tángana —o tangana como admite ya la Real Academia Española— es un jaleo, un escándalo, una riña o disputa. La frase se usa con frecuencia en el lenguaje deportivo, para hablar del enfrentamiento entre dos o más jugadores. Al parecer, un jugador insultó a un contrario, la cosa se lió y se acabó armando una buena tángana. La tángana, también llamada tanga o tango, es un cilindro de madera contra el que se arrojan piedras, piezas de metal o discos de hierro en el juego llamado de chitos. Sobre la tángana se colocan las monedas apostadas por los jugadores. Quien consigue derribarla, se lleva las monedas que quedan cerca de su piedra o pieza (v. A la chita callando). Posiblemente el significado de la frase se deba a las disputas que se organizaban durante el desarrollo de este juego, en especial a la hora de dilucidar qué monedas debía llevarse cada jugador.

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una pirula

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una pirula: (Hacerle a alguien la/una pirula||Hacer una pirula) Formarse un jaleo, una situación complicada o problemática. Después de una hora de esperar en la sala de embarque un empleado nos informó de que había un retraso de cuatro horas. ¡No veas la pirula que se armó! Enfadarse mucho una persona. Cuando vio la papeleta con el suspenso montó una pirula terrible. Tuve que pararlo para que no hiciera algo de lo que pudiera arrepentirse. Pirula es una palabra que no recoge el Diccionario de la Academia, sí pirulo, una especie de peonza pequeña que a veces tiene forma de prisma. El uso del femenino nos lleva a pensar en una de las muchas metáforas formales referidas al pene, que en la lengua hablada se suele denominar con términos femeninos (igual que aplicamos el género masculino al órgano sexual femenino). Estaríamos aquí ante una expresión de contenido sexual empleada con connotaciones negativas en la lengua coloquial, como sucede en Joder a alguien; Darle a alguien por el culo o Metérsela a alguien doblada (v.). En la jerga juvenil, una pirula es una anfetamina o una pastilla de efectos similares, quizá por una reducción del término piruleta. Asimismo, se llama pirulero a quien hace uso de estas sustancias. No parece que la expresión provenga de las reacciones de quien las consume.

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una pelotera

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una pelotera: Organizarse gran escándalo, riña o confusión. Más que en el derivado de la pelea en algún deporte que se juegue con una pelota, cabe pensar en el surgido en algún apelotonamiento o mezcla de gente. Todo empezó porque un vecino estaba regando los tiestos y a alguien que pasaba por la calle le cayó agua en la cabeza. Empezaron a decirse de todo. Los vecinos salieron a defender a uno y a otro y al final se armó una pelotera tremenda.

Armar(se)/hacer(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una (buena) jera

Armar(se)/hacer(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) una (buena) jera: Desencadenarse un problema grave o una situación adversa. Ayer el vecino de arriba se dejó abierto el grifo del cuarto de baño y no veas la jera que me ha preparado en casa. El término jera podría tener aquí un uso irónico, como tantas veces sucede en la lengua coloquial, y puede significar lo contrario de lo habitual: ‘regalo, situación favorable’, término derivado del francés (bonne) chére, ‘buena (cara) comida’.

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un zipizape

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un zipizape: La expresión anuncia desorden y escándalo y podría tener origen en las voces con las que se espanta a los gatos ¡zip!, ¡zape!, aunque, como rifirrafe y zurriburri, tiene muchas resonancias de voz onomatopéyica con la que se pretende materializar el sonido de la riña, como zip, zap, cis, zas, plis, plas, pim, pam… El fontanero organizó un zipizape de cuidado y no arregló las tuberías. Zipi y Zape son hoy dos conocidos personajes de cómic, creados por el dibujante Escobar, famosos por sus travesuras. No resultan verosímiles las teorías de quienes ven en ellos el origen de la frase. Sería más bien al revés, porque el dicho ya aparece recogido en el siglo XVII.

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un zafarrancho

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un zafarrancho: Al igual que las anteriores expresiones, significa ‘organizarse un revuelo o jaleo’. Cuando llegó la hora de la cena se armó un auténtico zafarrancho con gente por todos los lados. El zafarrancho es el aviso con el que se organiza a la tripulación de una embarcación para realizar alguna tarea a bordo. La expresión se refiere al zafarrancho de combate, el aviso que en la marina militar anuncia a los marineros el inminente enfrentamiento y la necesidad de acudir cada uno a su puesto de combate.

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un trepe

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un trepe: (Echarle a alguien un trepe) Organizarse un revuelo, un escándalo o una situación de gran confusión. Cuando se supo que el cantante estaba alojado en ese hotel se armó un trepe tremendo. Tuvo que intervenir la policía para disolver a la muchedumbre que se concentró en la puerta. La expresión Echarle a alguien un trepe es ‘regañarlo, echarle una bronca’. Ayer ya me harté de tantos retrasos y no tuve más remedio que llamarlo al despacho y Echarle un trepe. Trepe quizá sea una voz onomatopéyica del pataleo o del ruido de las pisadas (de trip o trep, raíz que aparece en algunas lenguas germánicas occidentales). Así parece sugerirlo el verbo trepar, documentado en catalán antiguo y en provenzal con el significado de ‘patalear, pisar’ y ‘bailar’ y triper, ‘patear, saltar, danzar’, en francés antiguo.

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un tinglado

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un tinglado: (Ser algo un tinglado||Meterse en un tinglado) Generarse un problema. Organizarse un lío o una situación confusa. No has querido llevar el coche al mecánico, has intentado arreglarlo y has organizado un tinglado de padre y muy señor mío. Ahora no te va a quedar más remedio que ir al taller y te vas a gastar una pasta. El tinglado es un cobertizo hecho, según el diccionario «a la ligera», con tablas entrecruzadas, que solía haber en los puertos para guardar mercancías. De esa forma de construir toma la palabra el sentido figurado que encontramos en la expresión.

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un tiberio

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un tiberio: (Ser algo un tiberio) Desatarse un escándalo o un desorden público. Al parecer, habían falsificado más de cinco mil entradas y a las puertas del estadio se organizó un tiberio impresionante. En el origen del dicho está el sanguinario emperador romano Tiberio Julio César (42 a. C.-37), tristemente famoso por los excesos que cometió durante su reinado, entre ellos, el haber dado muerte a prácticamente toda su familia y por el descontrol en el que se convirtió el Imperio en el periodo que duró su mandato, durante el que, por cierto, nació y vivió Jesús de Nazareth. Murió en extrañas circunstancias, parece ser que asfixiado con sus propias vestiduras y tal vez a manos de Calígula, que le sucedió. Para hacernos una idea de la crueldad de Tiberio, baste citar las palabras del historiador Cayo Cornelio Tácito (55?-117?) en sus Anales, que arrancan, precisamente, con el reinado de este emperador, en un episodio en que se nos narra cómo se trataba a quienes se oponían mínimamente al poder: «Por todas partes se podía ver una carnicería terrible, hombres y mujeres, de toda edad y condición, ilustres o desconocidos, dispersos o amontonados. No se permitía a los parientes y amigos acercarse a ellos para llorarlos, ni siquiera para mirarlos. Se dispuso una guardia que acompañaba a los cadáveres mientras se trasladaban al Tíber para ser arrojados a sus aguas. Si flotaban o se acercaban a las orillas, nadie podía tocarlos ni quemarlos». Claro que a Tiberio le sucedió ni más ni menos que Calígula: los pobres romanos salieron de Málaga y se metieron en Malagón.

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