Arar/cavar en el mar

Arar/cavar en el mar: (Hacer/ser/trazar una raya en el agua) Intentar empresas inútiles o imposibles. Es una tontería que intentes convencerlo de que tiene que estudiar. Yo lo llevo haciendo diez años y ya ves el resultado. Es como arar en el mar. No hay que dar más explicaciones, aunque el protagonista de la obra de Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), Cañas y barro, consiguió convertir una laguna en fértiles tierras de cultivo a fuerza de espuertas de tierra. La frase hacer una raya en el agua aparece ya en La Celestina (Tercer auto). Dice Elicia: «¡Santiguarme quiero, Sempronio! ¡Quiero hacer una raya en el agua! ¿Qué novedad es ésta, venir hoy acá dos veces?» V. Predicar en el desierto.

Aquí te pillo/cojo, aquí te mato

Aquí te pillo/cojo, aquí te mato: Expresamos con esta frase la necesidad de aprovechar inmediatamente una ocasión favorable o una oportunidad que se nos presenta sin esperarla. Pasaba por la zapatería y me dije: «aquí te pillo, aquí te mato». Entré y me compré los zapatos.|Llevaba mucho tiempo queriendo invitar a Lucía a cenar, ya sabes…, pero la vi en el supermercado y, aquí te pillo aquí te mato, le dije que si quería salir conmigo. Está poco claro el origen de la expresión, aunque bien podría tener relación con la caza, en alusión a la presa que aparece sin esperarla y que se pone a tiro.

Aquí no hay cáscaras

Aquí no hay cáscaras: (No hay más cáscaras) No hay otra solución posible. No hay que darle más vueltas a algún asunto. O, lo que es lo mismo, no hay que darle más vueltas, no hay que «pelarlo», porque no tiene cáscara. Tienes que coger esa carretera llena de baches, pero no hay otra forma de llegar a mi pueblo; no hay más cáscaras.

Aquí muere/morirá/muera Sansón con/y todos los/sus filisteos

Aquí muere/morirá/muera Sansón con/y todos los/sus filisteos: (¡Muera yo con los filisteos!) Decimos esta frase cuando estamos firmemente resueltos a llevar a cabo una acción, sin pararnos a pensar en las consecuencias negativas que nos pueda acarrear. Ya lo he decidido: nos compramos el coche nuevo y aquí muere Sansón con todos los filisteos. Evidentemente, nos referimos a Sansón, duodécimo juez de Israel, cuya historia se cuenta en el Libro de los jueces del Antiguo Testamento (XVI, 23-31). Personaje de gran sabiduría y de increíble fuerza física—se cuenta que despedazó un león con sus manos y que liquidó el solo mil filisteos, sus más encarnizados enemigos, usando como arma una quijada de asno—, acabó cayendo, cómo no, en las redes de los encantos femeninos. Sin importarle que fuera filistea, se casó con Dalila, quien, enterada de que la fuerza de su marido residía en los largos cabellos, le cortó las siete trenzas mientras dormía. Sansón fue hecho preso por los filisteos, que lo cegaron y lo llevaron al templo de su dios Dagón para someterlo a todo tipo de escarnios. Allí lo encadenaron a las columnas que sostenían el edificio, seguros de que ya no podría liberarse, pero Sansón le pidió a Dios que, por un momento, de devolviera la fuerza y al grito de «¡Muera yo con los filisteos!» empujó las columnas hasta derribar el templo, bajo cuyos escombros, con todos los filisteos, pereció sepultado.

Aquí hay gato encerrado

Aquí hay gato encerrado: La expresión quiere decir que, como explicación de algún hecho, existe una razón oculta o secreta que no se nos quiere desvelar: ¿Por qué no querrá verme Pepita? A ver si va a ser que me está engañando con otro. Me parece a mí que aquí hay gato encerrado. Allá por los siglos XVI y XVII era costumbre guardar el dinero en gatos, o lo que es lo mismo, en bolsas hechas con piel de gato. A los avaros incluso se los llamaba atagatos. Esas bolsas, a su vez, se escondían, se encerraban cuidadosamente, de aquí el origen de la expresión. Es reseñable y curioso el hecho de que en esa época a los ladrones se les llamase también gatos, por ser precisamente una de sus ocupaciones robar las bolsas de pellejo de gato. Pablos, el Buscón de Quevedo (1580-1645), nos cuenta en el capítulo segundo: «Otro decía que a mi padre le habían llevado a su casa para que la limpiara de ratones, por llamarle gato. Unos me decían ¡zape! cuando pasaba y otros ¡miz!». V. De noche todos los gatos son pardos.

Apurar/beber(se) el cáliz hasta las heces

Apurar/beber(se) el cáliz hasta las heces: Sufrir todo tipo de penalidades. Pasar por grandes sufrimientos. A partir de ahora todo le tiene que ir bien, porque ya ha sufrido bastante. Ha apurado el cáliz hasta las heces: separación, muertes, ruina… ¡Pobre hombre! La frase, un tanto arcaizante, se asienta en el episodio evangélico de Getsemaní, cuando un ángel recoge en un cáliz el sudor y la sangre de Cristo, que, más humano que nunca, se cuestiona el porqué de los sufrimientos que le esperan y grita «Padre, aparta de mí este cáliz». (Mateo, XXVI, 39; Marcos, X, 38 y XIV, 36 y Lucas, XXII, 42). Las heces son, aparte de los excrementos, los residuos o sedimentos que quedan en el fondo de un recipiente que ha contenido un líquido, en este caso, la copa. La expresión Hasta las heces significa en este contexto ‘hasta lo más desagradable’.

Apuñalar a alguien por la espalda/por detrás

Apuñalar a alguien por la espalda/por detrás: Traicionar gravemente a alguien. Me esperaba cualquier cosa de él, menos que me apuñalara por la espalda. ¿Cómo iba a pensar yo que mi socio, mi mejor amigo, huyera con todo el dinero de la empresa? Quien apuñala por la espalda, aparte de actuar cobarde y alevosamente, no se deja ver y, por lo tanto, priva a la víctima de la posibilidad de defenderse. V. Guardarse las espaldas||Puñalada trapera.

Apuntarse un tanto/todos los tantos

Apuntarse un tanto/todos los tantos: Tener un acierto. Contraer algún mérito. Tenías tú razón. Esos dos no han durado juntos ni un mes. Apúntate un tanto. Es lo que hace el jugador de cartas cuando, en algunos juegos, apunta en un papel el punto o tanto que gana. V. Estar al tanto.

Apuntarse a un bombardeo

Apuntarse a un bombardeo: Aplicamos este irónico dicho a quien, con tal de sacar provecho o de figurar, participa en cualquier evento o acepta cualquier invitación, aunque, a priori, pudiera ser desagradable o perjudicial para él. La hipérbole no requiere mayor explicación. Tú no te pierdes una fiesta ni un sarao, a la hora que sea, lo organice quien lo organice. Te apuntas a un bombardeo. Suponemos que el individuo en cuestión sería el bombardeado, no el bombardeador, aunque ninguna de las dos circunstancias son plato de gusto, la verdad.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid… Usamos esta curiosa frase para indicar que vamos a hablar, o que alguien habla, de algo que no tiene nada que ver con lo que se está tratando. Bueno, ahora que estáis todos contentos porque mañana no hay clase, yo, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, os voy a decir cuándo van a salir las fechas de los exámenes. El origen de la frase está muy oscuro. Podría ser que se extendiera durante el siglo XVI, época en la que Valladolid fue capital del Reino, hasta que en 1560 Felipe II trasladó la corte a Madrid, para dar a entender que una ciudad tan importante tenía, sin embargo, un río tan escaso. Con la falta de correspondencia entre el gran esplendor de la capital y la poca importancia de su río explicaríamos el significado del dicho; aunque, claro, por lo mismo y con más razón, deberíamos decir «Aprovechando que el Manzanares pasa por Madrid…».

Ir a la barra de herramientas