Apretarse/ajustarse el cinturón

Apretarse/ajustarse el cinturón: Contener el gasto. Ahorrar. El ministro anunció que en los próximos años va a haber que apretarse el cinturón. En épocas de crisis se come menos. Si se come menos, se adelgaza. Si se adelgaza, el cinturón queda grande. Si queda grande, hay que apretarlo… Lógico, ¿no? Algunos creen, no obstante, que la expresión se debe al hecho de que el dolor de estómago, debido en este caso al hambre, se alivia haciendo presión sobre él.

Apretarle a alguien las clavijas/las tuercas/los tornillos/los cordeles

Apretarle a alguien las clavijas/las tuercas/los tornillos/los cordeles: Es, más o menos, como Ajustarle a alguien las cuentas (v.): hacer de «servicio técnico » de otra persona y apretarle esas piezas que tiene sueltas para que funcione mejor; pedirle seriedad, exigirle que cumpla con su obligación. El acto puede ser más o menos doloroso, pero suele ser necesario. Este niño cada día es más desobediente, voy a tener que apretarle un poco las clavijas. Las clavijas, las tuercas y los tornillos bien podrían referirse a las que sirven para afinar algunos instrumentos musicales, como la guitarra. Al apretar las clavijas el instrumento (la persona) suena (se comporta) mejor. No obstante, no podemos aparcar la idea de que la frase tenga que ver con aquellos siniestros instrumentos de tortura inquisitoriales en los que se ataba al reo a un potro y, mediante clavijas y tuercas, se retorcían las sogas o se tensaban las cuerdas hasta prácticamente descoyun- tarle los miembros. Es, más o menos, la forma de funcionamiento del garrote vil, en este caso aplicado al cuello. Se explicaría así la aparición de los cordeles.

Apretar los dientes/puños

Apretar los dientes/puños: Intentar animarse cuando hay problemas. Hacer fuerza en las situaciones complicadas. La frase se usa tanto en sentido real: El atleta fue superado por su rival en la recta de llegada, pero no se desanimó, apretó los dientes y consiguió entrar en primera posición, como figurado: Ahora estamos en el peor momento desde que abrimos la tienda. Las grandes superficies nos están matando. Pero bueno, qué le vamos a hacer, hay que apretar los dientes y seguir adelante. Cuando una persona intenta aplicar toda la fuerza de la que dispone, contrae los músculos de la cara y aprieta los dientes, además cierra con fuerza las manos en un gesto de rabia y de ánimo. V. Enseñar los dientes.

Aprender(se)/saberse la lección

Aprender(se)/saberse la lección: (Tener la lección bien aprendida) Al igual que Aplicarse el cuento (v.) significa ‘sacar provecho de algo que nos ha sucedido con anterioridad o que le ha ocurrido a otra persona’. Se usa, por lo general, para hacer referencia a acciones negativas. Lo has pasado mal con esa bronquitis de caballo, ¿a que sí? Pues espero que de una vez por todas hayas aprendido la lección y dejes de fumar. Antes, cuando los maestros tenían palmeta y tiraban de las orejas, el estudiante que no llevaba bien aprendida la lección a clase solía, en vista del castigo recibido, aprendérsela al dedillo para el día siguiente.

Apostar/jugar a caballo ganador/perdedor

Apostar/jugar a caballo ganador/perdedor: Tomar parte en algo, implicarse en algún asunto o negocio sabiendo de antemano que el resultado va a ser positivo. Hoy día estudiar informática es apostar a caballo ganador porque la carrera tiene un montón de salida. Apostar a caballo perdedor es, logicamente, tomar excesivos riesgos en algo. Quien apuesta en las carreras de caballos a los favoritos, claro está que tiene más posibilidades de acertar, aunque también de recibir menos dinero.

Aplicarse el cuento

Aplicarse el cuento: Tomar ejemplo de un hecho sucedido a otra persona o en otro momento. Ya has visto lo que le ha pasado a Carlos por ir como un loco con el coche: tres semanas de hospital y dos años sin carné, así que aplícate el cuento y ten un poco de cuidado. La frase parece remitirnos a la moraleja, la enseñanza moral, de las fábulas y cuentos. Cuento es aquí sinónimo de relato. V. Aprender la lección.

Aparecérsele a alguien la Virgen

Aparecérsele a alguien la Virgen: (La Virgen sólo se les aparece a los tontos y a los pastores) Tener alguien muchísima suerte y especialmente cuando estaba en una situación extrema. Resulta casi casi un milagro. A este se le ha aparecido la Virgen. Parado, cinco hijos y le ha tocado la primitiva. Relacionada con ésta, hay otra expresión, cargada de escepticismo, y propia de los que con- fían en cualquier cosa menos en la suerte: La Virgen sólo se les aparece a los tontos y a los pastores. Gustos hay para todo, como se ve. V. Venir Dios a ver a alguien.

Apagar fuegos

Apagar fuegos: (Ser el/un apagafuegos) (Hacer de apagafuegos) Solucionar problemas difíciles o situaciones comprometidas, clara referencia a la labor de los bomberos. Carlos tiene mucho tacto. Siempre se encarga él de apagar los fuegos que surgen en la empresa: que si los sindicatos, que si las envidias entre los empleados…

¡Apaga y vámonos!

¡Apaga y vámonos!: Cuando ya no hay nada más que decir o que hacer, o cuando algo ya está terminado, empleamos esta expresión, que es la versión reducida del dicho apaga y vámonos, que ya está la misa dicha. Me queda sólo un examen, así que como lo suspenda, apaga y vámonos. Es opinión general que el dicho procede de un chascarrillo andaluz que, según don José María Sbarbi, tuvo lugar en el pueblecito de Pitres, en La Alpujarra de Granada. Dos sacerdotes cruzaron una apuesta para ver quién decía la misa en menos tiempo, aunque algunos afirman que se trataba de una especie de oposición para acceder a una capellanía militar, oficio que, como se sabe, requiere celeridad y diligencia. Fuera como fuera, el caso es que el primero empezó directamente por el final y dijo Ite, misa est (‘marchad, la misa está terminada’), a lo que el segundo respondió diciendo al monaguillo apaga (las velas) y vámonos. Eso sí, no sabemos quién ganó la apuesta o la plaza. V. Pon la jota y vámonos.

Año sabático

Año sabático: Se llama así al año en el que se deja momentáneamente el trabajo habitual para descansar o para dedicarse a otros asuntos. Estoy ya un poco cansado de dar clase. Creo que el año que viene me voy a tomar un año sabático para dedicarme a leer y a escribir unos cuantos artículos que tengo pendientes. La costumbre está muy extendida en países anglosajones, en especial entre los profesores universitarios, que durante este tiempo se dedican a estudiar o a la investigación. El año sabático estaba previsto en la ley hebrea, que, siguiendo los dictados de Moisés, (Éxodo, XXII, 10-12), prescribía que, después de seis años de cosechas, se dejara la tierra un año en reposo. Durante este periodo no se trabajaba en los campos, no se pagaban tributos, se condonaban deudas y se liberaba a los esclavos. Cada siete años sabáticos, es decir, cada 50 años, se celebraba un jubileo. La palabra sabático, como sábado, proviene de la hebrea sabbath, ‘descanso semanal’. No olvidemos que en la religión judía el sabbath, el día sagrado, es el séptimo día, pues la semana empieza el domingo.

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