A enemigo que huye, puente de plata: A veces es mejor facilitar la escapada del enemigo vencido, construirle un puente—de plata si es preciso— para que pueda vadear el río, que no perseguirlo para darle alcance y luchar contra él. Actualmente la frase se usa para expresar la satisfacción por perder de vista, sin esfuerzo o compromiso por parte de quien habla, a alguien desagradable o antipático. La verdad es que no aguanto a Maruja. Menos mal que dice que se va a vivir a Madrid. A enemigo que huye, puente de plata. La frase es una de las muchas máximas militares atribuidas a Gonzalo Fernández de Córdoba, El Gran Capitán (1453-1515), jefe de los ejércitos de los Reyes Católicos. V. Las cuentas de El Gran Capitán.
A dos velas
A dos velas: [estar; dejar; quedarse; andar] Sin dinero o sin recursos de ningún tipo. Tengo que reducir los gastos, porque a final de mes me quedo siempre a dos velas. La explicación del origen del dicho es realmente peliaguda, pues entra en liza la polisemia, los muchos significados, de la palabra vela. Hay varias hipótesis, ninguna descartable. Antiguamente, los juegos ilegales de cartas solían celebrarse al amparo de la oscuridad; el jugador que hacía de banca, es decir, quien controlaba el dinero, solía tener junto a él dos velas para poder contarlo. Si algún jugador conseguía dejar a la banca sin dinero, se decía que la dejaba a dos velas. Otra explicación hace proceder la locución del hecho de que en las iglesias, tras la misa, quedaran sólo dos velas encendidas delante del sagrario, que alumbraban sólo un pequeño espacio. A veces se piensa también en el barco que, azotado por la tormenta o abordado por los enemigos, navega fatigosamente sólo con dos velas. Por otra parte, como en la lengua coloquial se llama velas a los mocos que, como si fueran gotas de cera, cuelgan de la nariz de los niños, y dado que frecuentemente se asocia al niño mocoso con la pobreza y el desamparo, podría pensarse en que el significado de la locución estuviera relacionado con este hecho. Además, cuando decimos que alguien está a dos velas nos llevamos a la nariz los dedos índice y corazón y los deslizamos hacia los labios, imitando el recorrido de estas velas infantiles, gesto que podría haberse generado a posteriori para ilustrar el dicho.
A diestro y siniestro
A diestro y siniestro: A derecha e izquierda (destra y sinistra en latín). Por extensión, a todas partes y sin control. Cuando sintió las banderillas, el toro comenzó a tirar cornadas a diestro y siniestro.
A destajo
A destajo: [trabajar] Sin descanso. Intensamente. Se usa sobre todo en referencia a los trabajos que se deben terminar cuanto antes. La obra tiene que estar lista el próximo martes y, como van con un poco de retraso, llevan un par de semanas trabajando a destajo, día y noche. La expresión Trabajar a destajo es, en su primer significado, la forma de trabajar en la que se cobra un dinero por la tarea realizada, no se cobra un jornal o un sueldo fijo. Destajar sería algo así como «descortar», es decir, que el dinero no se taja en porciones.
A degüello
A degüello: [entrar; ir] De forma decidida, incluso violenta. Sin reparar en posibles inconvenientes, daños o perjuicios. Esa casa es una ganga, yo que tú iría por ella a degüello. La compraría mañana mismo, antes de que los dueños se arrepientan y suban el precio. Antiguamente las batallas se decidían en el cuerpo a cuerpo, en la lucha con armas blancas que, si se terciaba, se empleaban para degollar a los enemigos, es decir, para cortarles el cuello.
A dedo
A dedo: [elegir; nombrar; designar] Por decisión personal, normalmente arbitraria e injusta. Se trata del clásico «enchufe». Al secretario general lo ha elegido a dedo el presidente, que, curiosamente, es su cuñado. Quien elige así a una persona da la impresión de señalarla con el dedo índice, ejerciendo el mando y teniendo a los demás sometidos a sus decisiones y a su voluntad. Curiosamente, la lengua coloquial ha generado un término brillante que resume, con un fantástico juego de palabras, esta prepotente actitud: «dedocracia».
A culo pajarero
A culo pajarero: [quedarse; estar] Con las nalgas al aire. Desnudo. Al salir de la piscina se le bajó el bañador y se quedó a culo pajarero. Es probable que haya que interpretar esta locución literalmente, en referencia a la rabadilla de los pájaros, descubierta de plumas, es decir, desnuda. De todas formas no hay que olvidar que durante el siglo XVIII estuvieron muy de moda unos elegantes vestidos y sombreros, de mujer y de hombre, confeccionados con ricas telas bordadas con dibujos de pájaros, denominados por ello «pajareros». Es posible que, irónicamente, el adjetivo se usara aquí como sinónimo de la total desnudez.
A cualquier cosa llaman chocolate las patronas
A cualquier cosa llaman chocolate las patronas/llaman las patronas chocolate: La frase se emplea cuando queremos decir que algo cuya calidad previamente se ha alabado carece de valor o de interés. Dice que se ha comprado un reloj de oro macizo… De oro macizo… A cualquier cosa llaman chocolate las patronas. Se sabe que en época de crisis el chocolate se sustituía por un sucedáneo que había visto el cacao en fotografía… Quienes sufrieron la hambruna de la posguerra aún recuerdan aquel chocolate que sabía a arena y que también se tomaba caliente. Es posible que la frase puesta en boca de una criada que había servido sucedáneo a su patrona, se hiciera popular al aparecer en una obra del dramaturgo zamorano, autor de sainetes y de libretos de zarzuela y tremendamente popular en su época, Miguel Ramos Carrión (1845-1915), titulada La careta verde.
A costa de algo o de alguien
A costa de algo o de alguien: A expensas de algo o de alguien. Haciendo un gran esfuerzo o un gran sacrificio que afecta a personas o cosas. Sí, al final ha conseguido comprarse el coche que quería, pero a costa de empeñarse y de firmar un montón de letras. El término costa significa en la anterior oración ‘costo, precio’. V. A toda costa.
A coro
A coro: [decir; hablar; pedir] (Hacer coro) En grupo. Al mismo tiempo, como cuando un coro canta una canción. Hay que tener la cara muy dura para aferrarse a la poltrona cuando más de dos mil personas, a coro, te piden cada día la dimisión. V. Al unísono||Hacerle coro a alguien.