Microrrelato sobre algunos desafíos de la educación del futuro

Puesta al día
Las vacaciones terminaron y tenía emociones encontradas. Por un lado, deseaba continuar viajando y conociendo nuevos lugares y, por otro lado, esperaba con ansias mis primeras clases de programación. Había escuchado a mis padres conversar sobre que esto era importante para mi futuro. Comentaban que en las próximas dos décadas muchos de los empleos serían reemplazados por robots o computadoras inteligentes; decían que contadores, médicos, abogados, maestros, comunicadores, vendedores, obreros, en fin “todos debían prepararse”. Hablaban de inteligencia artificial, realidad virtual, del blockchain, del internet de las cosas y concluían en que los datos serán el producto más valioso en los próximos años y, que quienes se dediquen a su exploración y análisis tendrán “trabajo asegurado”. Lo que más me llamó la atención, fue escuchar hablar del “Profesor Einstein”; aquel robot que tendrá la paciencia y el tiempo necesario para explicar todo lo que pregunte.

Es cuando entonces que me cuestioné ¿Qué harán mis maestros de “carne y hueso”? ¿Ya no iré a la escuela? De pronto, aquel robot que estaba a mi lado contestó: “Aún hay muchas cosas que yo no puedo hacer. Aquel humanoide al que llamas maestro, será quien te ayude a encontrar tu pasión; será quien te enseñe a tomar decisiones y con ello, definir tu vocación. Será también quien te enseñe a hacer preguntas y, entre otras cosas, será quien te enseñe a perseverar y no rendirte ante el fracaso. La escuela, en cambio, será ese lugar donde explorarás tus pasiones y experimentarás tantas aventuras, como sea posible”.

Cuando desperté, en esa mañana fría de agosto del 2040, algunas cosas habían cambiado…

Julia Bravo González

Inspirado en ¡Sàlvese quien pueda! de Andrés Oppenheimer

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