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Posted by katvalej on 11 30th, 2010

cuando casarme

La elección de la fecha de la boda es un conjunto de estrategia, suerte y capricho. En las grandes ciudades los lugares de moda tienen lista de espera. No hay que olvidar que hay que coordinar fechas libres para el lugar de la ceremonia, para el del banquete, con las necesidades de los novios, idoneidad para los invitados, y demás detalles.

Hay dos opciones: o esperar largo tiempo a que todos estos factores se pongan de acuerdo, o bien, tener flexibilidad máxima tal que aunque hayamos elegido por ejemplo una iglesia, cambiarla por otra para que coincida la fecha del restaurante, o al revés.

Lo más concurrido suele la iglesia, ayuntamiento o juzgado, así que conviene empezar por ahí. A partir de la fechas alternativas que podamos conseguir encajaremos las demás piezas del puzzle. Lo ideal es conseguir todos nuestros caprichos en cuanto a sitios de celebración, y eso exige paciencia, aunque si tenemos alternativas, mejor que mejor.

Un buen plan es elegir un par de meses como referencia, y de ahí, ir concretando, sin agobios ni prisas. Eso sí, si nuestra pretensión es casarnos en un lugar privado, nadie nos hará competencia, y seremos amos y señores para poder decidir.

¿En qué época?

La inmensa mayoría de los novios rechaza los meses más fríos para su gran día, como pueden ser los comprendidos entre noviembre y marzo. Las temperaturas bajas imposibilitan el lucimiento de novia e invitados, aunque podemos ser originales y tener una boda redundantemente blanca, y de paso ahorrar buena parte del presupuesto, porque los costes serán menores ya que los locales de banquetes de bodas tienen escasa demanda en esas fechas. Además podremos elegir a nuestras anchas sin tener que pegarnos con otros novios por aquél restaurante o aquella capilla romántica. La boda será especial, eso seguro y no seremos unos más de los que se casan en primavera o verano.

Siendo más convencionales, elegiremos la primavera -romántica por naturaleza-, verano o el otoño, que cada vez es menos despreciado. Prima que los novios gocen de buen tiempo, huyendo de la temida lluvia, y que los invitados puedan lucir sus mejores galas, que se muestran mejor con temperaturas acogedoras

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