"Los juegos de azar afectan al cerebro"....

Según indicios, la creación de la «Rueda de la Fortuna» (como era llamada en ésa época a la ruleta) es atribuída al conocido científico, filósofo y matemático francés Blas Pascal.

Él, en verdad, no quería inventar un dispositivo para el juego de azar sino un mecanismo para investigaciones en el campo de la teoría de la probabilidad. Pero el científico tenía unos amigos que prosperaban más en los negocios que en la ciencia, y utilizaron con gran beneficio los frutos de su mente. El éxito de la ruleta era increíble. Se convirtió en algo más que simplemente un juego. Esto era moda, un modo de vida, un estilo de conducta. La moda al casino se distribuyó instantáneamente. Las casas de juego empezaban a surgir prácticamente en todos los países de Europa.

La historia ha conservado todavía una fecha. El 23 de mayo de 1841, en la pequeña ciudad de Bad-Homburg, dos hermanos mellizos Lui y Fransua Blanc abrieron un establecimiento de juegos con una ruleta modificada por unos sagaces empresarios (de la ruleta retiraron el doble cero, de esta manera, aumentaron las posibilidades de ganancia para los jugadores y así, hicieron a la ruleta más atractiva para todos).

Bad-Homburg era una ciudad silenciosa y provincial, pero los hermanos Blanc encontraron aquí algo remarcable: en primer lugar, sus hermosos alrededores, y en segundo lugar, dos fuentes de aguas termales, las cuales tenían un significado que en aquellos años era difícil de sobreestimar. Toda la nobleza europea prefería asistir a “las aguas”. Pero los hermanos Blanc entendían, que en Europa hay muchas fuentes de aguas termales y que a los clientes era necesario ofrecerles lo que no encontraban en otros lugares. De esta manera, el 23 de mayo de 1841 se inauguró el casino.
El nuevo establecimiento adquirió una frenética popularidad, pero en ella se entrometió la política. El 31 de diciembre de 1872 Bad-Homburg recibió “un regalo de año nuevo”: en todo el territorio de la unión Alemana del norte, fundada en 1867, los negocios del juego fueron prohibidos. Por supuesto, Bad-Homburg se mantuvo como un popular balneario, pero privado de aquella “chispa apasionada” que tenía como atractivo en el pasado.

Pero a los hermanos Blanc no era tan fácil descorazonar. Cuando en 1849, por decisión de la asamblea nacional de Francfort, se cerró el casino en Baden-Baden (justamente aquí perdía hasta la camisa el magistral Dostoevskiy, el cual describió “las pasiones de los juegos” en la novela “El jugador”), Fransua Blanc estimó esto como “una primera llamada”: a los honestos burgueses Alemanes, su invención no les parecía una buena idea, así que era necesario “una salida de emergencia”. Ya en 1863, Fransua adquirió la concesión para la dirección de los aún no existentes casinos del minúsculo estado de Mónaco. Y cuando en Bad-Homburg se tuvo que cerrar la casa de juegos, su familia se trasladó a la costa Azul, y poco tiempo después, en la ciudad de Monte Carlo se abrió un nuevo casino, el cual existe hasta hoy día.

A propósito, sobre Monte Carlo…El nacimiento de esta ciudad en el mapa mundial comenzó precisamente desde el casino. A inicios de los años 60 del siglo XIX, Mónaco se mostraba como un estado agotado por la guerra, patrimonio del palacio de Grimaldi. Y qué no inventaban para restablecer la pasada grandeza del principado: convertirla en balneario, establecer comunicación con el resto del mundo, construir un teatro y restaurantes. Pero no existían los medios necesarios para ejecutarlos. Por suerte, el brillante financista y banquero Moris Blan encontró la salida al problema y propuso construir una casa de juegos en el principado. Poco tiempo después, alrededor del casino creció una ciudad entera, que dio fama a Mónaco a nivel mundial. Y llamaron a esta ciudad por el nombre del casino: “Monte Carlo”.

FUENTE: Storm Inernational.
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