enero 25, 2010

FARALLON DILLON

Este fin de semana tuve la oportunidad de conocer un bello paraje de mi país. Un hermoso lugar, ubicado a orillas del mar, a la altura de las costas de Ballenita, en cuyas playas desembarcó Francisco Pizarro, allá por los años 1527, dándole tan original nombre.

Farallón Dillon, se levanta imponente con un radio visual que abarca casi toda la bahía invitando a contemplar el horizonte, aquella mezcla óptica que une el cielo y el mar y que torna apacible a cualquier espíritu antagónico.

Investigué sobre este original nombre y puede conocer que farallón es un acantilado; en cambio Dillón, siendo un apellido de origen irlandés, en galés significa: nacido cerca del mar, como en efecto lo es el dueño de este lugar.

El increíble risco que se alza sobre el mar cerca de la línea costera y que forma parte del entorno natural parece haber sido tallado por las olas, especialmente para albergar en lo alto esta galería náutica, museo, restaurant, donde disfruté de un éxtasis celestial.

Lo que llama la atención, a más de su ubicación, son los detalles con los que ha sido rodeado el entorno. Muchos elementos de galeones y barcos piratas, que hacen volar la imaginación hasta la época de Barba Azul y sus tesoros.

La torre – faro que a manera de fortaleza, se levanta como vigia.  Cerca está la piscina que fue construida en el borde del acantilado y da la sensación de guardar continuidad con el mar.

Las lámparas con cabezas de pequeños dragones color azul cielo que parecen resguardan el lugar, los timoneles, las enormes mesas del comedor elaboradas con el inmortal guayacán, la brújula incrustada en el piso y tantos y tantos pormenores náuticos, piezas antiquísimas de barcos españoles, que nos llenan de asombro y que hacen que el lugar sea lleno de misterio y de leyenda…

Sin duda alguna, este lugar debe ser visitado por todos. Aprendamos a reconocer las cosas bellas que  hay en nuestro país.

Luz Gabriela Rodríguez Muñoz

Escritora ecuatoriana