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enero 18, 2011

SALVADA POR LA CAMIONETA

Casi anochecía.

Me parquee en la avenida principal. Bajé  del carro  para comprar  un número de lotería, el consabido guachito de la felicidad que me haría ganar nada más, ni nada menos que 25 mil dólares…

Al pasar por la plazoleta de San Francisco, los árboles  parecían unirse y confabularse cerrándome el paso para que no avance.

De pronto, casi de la nada, aparecieron tres hombres, eran jóvenes de aspecto siniestro, rockeros vestidos de negro, pintados los ojos con delineador, argollas e imperdibles en sus ropas, con piercing en las cejas y en los labios.  Me agarraron  por los brazos y me inmovilizaron. Muchos vieron, pero nadie dijo nada, al contrario, bajaban sus cabezas como si no estuvieran viendo nada. Era territorio demarcado.

Recobrando aplomo les dije que no tenía dinero, pero que si me dejaban buscar en mi cartera, les iba a dar un black berry nuevo, por supuesto que el celular que pensaba darles era nuevo, pero sólo yo sabía que no servía porque vino sin el  famoso chip necesario en nuestra banda local, burda tecnología.

Mientras hurgaba en mi bolso revolviendo todo lo que en él había,  recordé que no lo tenía, al salir lo dejé en la cartera de la oficina.    Al ver que no les proveía nada de valor, dijeron que me llevarían con ellos para que  trabaje en un prostíbulo.

Tenía que evitar que me vean temblar como hoja al viento, fingiendo sarcasmo me reí a carcajadas mientras les decía:

-Tienen la más remota idea de cuántos años tengo, pues más de 50, soy gorda, aburrida y jubilada de los inviernos de la vida. En casa mi esposo lleva 10 años sin darme un beso, 5 sin saber qué cara tengo y 3 sin saber si dormimos juntos o no. Ustedes deben  estar locos al decir que me van a  llevar a una casa de placer, les aconsejo que busquen mujeres jóvenes, mejor dicho, no busquen ni dañen la vida de nadie porque eso es pecado y Dios los está observando y …

-Cállate la boca y deja de pretender darnos consejos.  Nos piden jóvenes y viejas y va a terminar gustándote…

Las lágrimas rodaban por mis mejillas, por más que intenté que me dejen hacer una llamada a casa no me dejaron, tenía que decirle a mi familia  cuál iba a ser mi destino, creo que sería menos doloroso que sepan dónde estoy que desaparecer de súbito.

Las horas pasan.  En mi hogar,  mi adorado dulcineo al ver que no llego, pensará que lo abandoné.  Qué más da. Es probable que mi desaparición lo haga sentir un hombre con suerte.  Nada está dicho, todo es posible.

De pronto, por el mismo camino que  llegué, se parqueó un volswagen escarabajo color verde turquesa, una mujer se bajó dejando las llaves en el switch, por más que quise advertirle con el movimiento de mis ojos, ella  no entendió y comenzó a caminar hacia nosotros.

No había duda, la secuestrarían y ahora seríamos dos mujeres en apuros.

En un mínimo descuido, corrí y me abalancé  dentro  del carro, levantando el asiento me  tiré de cabeza sobre el suelo y acto seguido puse seguro en las puertas.  De ahí saldría solo muerta, pensaba, mientras oraba con fervor que alguna divinidad esté cerca y me salve.

Al mismo tiempo que caí sobre el asiento, le grité a la mujer que entre al carro.  Por fin me entendió y  actúo con rapidez.

En el momento en que el carro comenzó a rodar, rayó el alba y al mirar hacia delante vi que una gran camioneta color blanco se parqueaba y cargando escaleras e  implementos de trabajo, bajaban de ella, cientos de alegres obreros vestidos con overol azul y  gorra de jeans.

Supongo que con la luz del día y el fulgor resplandeciente de la gran camioneta blanca llena de ángeles trabajadores, los hombres malos simplemente desaparecieron.

Al instante, me viré hacía la izquierda y  con los ojos entrecerrados divisé el reloj.  Eran las 6 y 30 gracias a Dios desperté.

6 de diciembre del 2009.-

Luz Gabriela Rodríguez

http://www.blog.espol.edu.ec/lgrodrig/

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