METAMORFOSIS (Resumen)

Posted by marderob on Ene 26, 2019 in Sin categoría |

De la noche a la mañana, Gregorio Samsa se despertó transformado en un monstruoso insecto. Tenía muchas patitas que se movían sin que él pueda controlarlas y pensó que todo esto era parte. Era tiempo de que se levantara de la cama pero no podía, debía levantarse o perdería su trabajo. Perdió el tren de las cinco pero estaba a tiempo de alcanzar el de las siete si se daba prisa. Pero no era posible salir de la cama, su madre lo llamó diciendo que si le pasaba algo ya que él era muy puntual con respecto a su horario, su padre también lo llamó y hasta escuchó la voz de su hermana Grete, Gregorio intentó calmarlos diciéndoles que no pasaba nada y que enseguida estaría con ellos. Pero no podía levantarse aunque lo intentaba. Quiso rendirse, decir que estaba enfermo y descansar un día. Pero no era tan fácil porque si su jefe se enteraba lo iba a buscar junto con un medico y si el médico le decía que estaba fingiendo lo podían despedir y Gregorio no podía perder su trabajo, por lo menos ahora no, después de un tiempo pude ser, cuando termine de pagar la deuda de su padre, pero ahora no, su familia lo necesitaba. Miró una vez más el reloj, ya eran las siete, había perdido el segundo tren y definitivamente estaba en problemas. En ese momento oyó que tocaban a la puerta y que alguien decía: “Buenos días, ¿está Gregorio en casa?” Era la voz del gerente, ya no era tiempo de estar perdiendo el tiempo o lo despedirían. Giró con todas sus fuerzas y cayó de la cama a la alfombra. Sus patas se acomodaron muy bien al piso y se acercó a la puerta. Tocaron a la puerta, el gerente le regaño su actitud perezosa ya que él, había confiado en Gregorio.

Además, para el gerente, era muy sospechoso que Gregorio se quedara en casa justamente cuando el día anterior tuvo que hacer unas cobranzas, y el gerente empezó a sospechar de Gregorio.
Gregorio estaba disgustado por como lo trataba, él sería incapaz de robarle a sus patrones, además tenía años de un trabajo impecable. Pero ni eso valoraba el gerente.
Gregorio le dijo desde su habitación que esperara un momento, y le explico que había amanecido en mal estado pero ya se sentía mejor e iba a ir a trabajar.
Al otro lado de la puerta, el gerente y la familia de Gregorio no había escuchado palabras, sino sonidos monstruosos, silbidos, gruñidos y resoplidos. Grete fue a buscar a un médico y la criada corrió a buscar a un cerrajero para forzar la puerta y saber que estaba pasando dentro de esa habitación. Pero Gregorio logró abrir la puerta antes. Usó su mandíbula sin dientes y se hizo bastante daño, pero giró la manija de la puerta. Cuando vio al insecto se quedó estático y mudo, la madre cayó desmayada y el padre amenazó a Gregorio con el puño para que no se acerque. El gerente huyó casi a la carrera, Gregorio fue tras él pues temía perder su trabajo y como estaba apoyado en la puerta pudo pasar su ancho caparazón de lado. Pero cuando quiso regresar a su habitación, no podía pasar por la estrecha puerta. Su padre salió a detenerlo pensando que atacaría al gerente, y con la rabia que sentía no se fijó que Gregorio tenía el caparazón incrustado en el marco de la puerta y de un empujón lo envió al fondo del cuarto. El caparazón se hirió y de las llagas salía un líquido verdoso.
El resto de ese día Gregorio lo pasó durmiendo. Cuando despertó encontró una bandeja con su alimento preferido: leche, y en ella nadaban pedacitos de pan. Al instante supo que su hermana había puesto ahí la comida. Se acercó, emocionado, a comer pero al primer sorbo sintió asco y se sorprendió pues nunca la leche le había causado esa sensación. Intentó de nuevo, pero era imposible, asqueroso. Así que se arrinconó debajo del sofá y pasó durmiendo y con hambre la primera noche de insecto.
En la mañana, su hermana entró al cuarto, y al ver que Gregorio no había comido, como adivinando sus pensamientos, sacó el plato con leche y a cambio le trajo varios alimentos descompuestos: vegetales, restos de comida, un queso mohoso; y dejó solo a Gregorio que sólo entonces pudo comer y esta vez también se sorprendió pues lo que antes habría sido repulsivo para él, entonces era delicioso. Una noche, Gregorio escuchó la conversación de su familia (la puerta de su cuarto daba al comedor). Gregorio estaba de acuerdo con ellos, no quería que su madre, ni su hermana, ni nadie pase malos momentos por su culpa.
Su hermana lo había notado pues quedaban las huellas de sus patas. Se le ocurrió entonces que si su hermano quería pasear por las paredes y por el techo, lo más sensato sería quitarle todos los obstáculos que pueda encontrar: los muebles, el escritorio, la cama. En ese momento no tenía quién la ayude en la labor, y como la única en casa era la madre, tuvo que pedírselo a ella. Gregorio se escondió bajo la sábana y las dos mujeres comenzaron la labor. Sin embargo, él no quería que desalojen sus cosas, no quería que le quiten lo último que le deba una apariencia humana a su habitación. Gregorio aunque lo pensó dos veces se decidió, y salió de debajo de la sábana y se apoyó sobre un cuadro, pegando su vientre viscoso al cristal del retrato.
Cuando volvió la madre al cuarto, vio al insecto pegado al vidrio y se desmayó por el espanto. Grete intentó auxiliarla y le desabrochó la blusa para que pueda respirar mejor, mientras amenazaba al insecto con la mirada. En ese momento llegó el padre del trabajo. Cuando vio la expresión de susto de su hija, lo adivinó todo y dijo que Gregorio había escapado.
El padre no quiso escuchar más, tiró la gorra sobre el sofá y empezó a perseguir al insecto. Gregorio huía, pero pronto se dio cuenta que era preferible dejar de escapar y dirigirse al cuarto para demostrar que tenía la intención de encerrarse por sí mismo. Pero el padre no entendió y empezó a arrojarle manzanas, una de las cuales se encajó en el caparazón del insecto, quien se cruzó con su madre que corría espantada para detener a su esposo y pedirle llorando que por favor no mate a su hijo. En poco tiempo Gregorio tenía un estado deplorable: estaba cubierto de polvo, viviendo entre los desechos, con restos de basura y comida adherida a su cuerpo y sin nadie que lo atienda de verdad.
Por esos días los padres decidieron recibir inquilinos en casa para tener un ingreso adicional. Recibieron a tres amigos a los que trataban con demasiada sumisión pues nunca habían tenido huéspedes en casa y querían tratarlos de la mejor manera para que no se vayan. Una noche, mientras cenaban, Grete tocó el violín en la cocina; los inquilinos se sintieron conmovidos por la música y le pidieron que toque para ellos y que a cambio le dieran una propina. La muchacha lo hizo, el padre colocó el pentagrama y ella empezó a tocar.
Cuando Gregorio oyó la música, se sintió conmovido. Recordó que soñaba con ahorrar dinero para enviar a su hermana al conservatorio y pensó que la música habría enternecido a todos tanto como a él así que se atrevió a salir del cuarto y asomarse al comedor y que habían olvidado cerrar la puerta. Uno de los inquilinos vio al insecto pero mantuvo la calma y le pregunto al Sr. Samsa que era ‘’eso’’.
El padre, espantado por el suceso, en lugar de meter a Gregorio en su cuarto, empujó frenéticamente a los huéspedes al suyo sin darles una explicación. Grete soltó el violín y corrió al cuarto de los huéspedes donde arregló las camas antes que ellos ingresen. Los huéspedes se sintieron ofendidos por el trato que el Sr. Samsa les había dado y se marcharon.
La hermana gritó diciendo que había que deshacerse de él, ya no aguantaban más y decía que su error ha sido creer que ‘’eso’ era Gregorio, y no lo era. Querían echarlo de la casa y que estaban de acuerdo que es ‘’eso’’ les había causado mucho sufrimiento, la hermana grito creyendo que Gregorio iba hacia donde estaba ella, pero Gregorio no iba hacia ella, sino que daba la vuelta para regresar a su encierro. Estaba tan débil que demoró mucho en llegar, pero cuando cruzó el umbral, Grete cerró la puerta violentamente y la aseguró con llave. Toda esa noche Gregorio la pasó despierto, convencido de que debía morir. Cuando el reloj de la iglesia dio las tres de la madrugada, Gregorio encogió su cabeza y murió.
A la mañana siguiente fue la asistente la que notó la muerte del insecto. “Al fin estiró la pata”, le dijo a la familia que no le prestó atención. Intentó explicarles lo que tenía planeado para el cadáver, pero tampoco fue tomada en cuenta. Hasta que ella misma arrastró el cadáver con la escoba para que ellos lo vean.
En ese momento salieron los inquilinos, quienes pidieron el desayuno y fueron sorprendidos por la asistenta que les mostró el insecto muerto. El padre, enojado, se paró frente a ellos y los botó duramente de su casa. También la criada salió muy enojada pues nadie tomaba atención a sus planes sobre qué hacer con el insecto. La familia se tomó el día libre de sus trabajos, sacaron sus cuentas y vieron que lo que ganaban entre los tres les alcanzaba para vivir y hasta sobraba un poco para ahorrarlo, así que sintieron un alivio por la carga que se les quitaba con la muerte de Gregorio. Decidieron salir, pasear, como hace meses no lo hacían; y, mientras viajaban en el tranvía, los padres notaban la belleza de Grete, que ya estaba en condiciones de tomar un buen marido.

Personajes

• Gregorio Samsa
• Grete Samsa
• Sra. Samsa
• Sr. Samsa
• El supervisor
• Los 3 inquilinos

Bibliografía
Franz Kafka, Metamorfosis (1915).

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