• La pata coja del Caballo Azul

    Arturo Aldunate Phillips (1902-1985), llamaba caballos azules a los transportes que llevarían a la humanidad a las estrellas. El tenía fe en el infinito progreso del hombre, algo nada de extraño en los tiempos en que le tocó vivir, cuando los avances de la aeronáutica y la conquista del espacio eran cosa de rutina. Mas nada de eso se ha cumplido todavía y desde la llegada del hombre a la Luna el progreso espacial decreció en intensidad hasta el punto que hoy el escepticismo se ha apoderado de muchos. Incluso hay gente que tiene la percepción que la conquista espacial es cosa del pasado.

    Pero hay muchas tareas pendientes: conquistar Marte, prevenir el impacto de asteroides contra la tierra, montar gigantescos telescopios en el espacio para observar los planetas en estrellas lejanas, explotar la energía solar con satélites de potencia como fuente ecológica de energía, utilizar los recursos infinitos en materias primas del cinturón de asteroides. Y sin embargo, seguimos pegados al suelo pues se carece de medios de transporte adecuados para llevar carga al espacio.

     

    Nuestro actual caballo azul, el cohete, tiene la pata coja. Resulta ridículo pensar que por cada kilogramo de carga efectiva puesta en órbita se requiera gastar toneladas de metal y combustible. Durante los ochenta la solución parecía estar al alcance de la mano con el desarrollo de los transbordadores espaciales, que son verdaderos vehículos reutilizables. Sin embargo, veinte años después los transbordadores norteamericanos han cobrado la vida de 14 personas en accidentes, mientras la versión soviética llamada Buran, terminó sus días en un parque de entretenciones. Hoy la mayor parte de la carga sigue siendo enviada con tecnología de cohetes de los años 60, sin que haya habido progreso real por más de cuarenta años.

    Nuevos esfuerzos han sido emprendidos para superar el impasse, pero han terminado en decepciones. Es el caso del desarrollo del X-33 de la Nasa, Nave de una sola etapa y reutilizable que usaba un motor lineal, y que remplazaría a los transbordadores actuales. El proyecto fue desechado por su complejidad y problemas presupuestarios.

     

    Algunos creen que la solución está en los elevadores espaciales: satélites en órbita geoestacionaria unidos a la tierra por cables, que permiten llegar al espacio en un ascensor. Sin embargo, se trata de estructuras gigantes, de cientos de miles de kilómetros de extensión, que superan todo lo conocido por la ingeniería actual. Como alternativa se ha propuesto la propulsión láser. Si bien esta última tecnología es factible en principio, sólo ha sido probada con modelos que se han elevado escasos metros del suelo.

    Quizás el futuro está en el desarrollo de nuevos vehículos reutilizables como aquellos del proyecto X-33 desechado por la Nasa. Con el advenimiento del turismo espacial y la llegada de la empresa privada es posible que se puedan superar los problemas del presente y el caballo azul vuelva a llevarnos al infinito. Y es posible que en el proceso recuperemos la fe en el futuro.

  • No es sólo un dicho popular: las burbujas de champán se nos suben directamente a la cabeza…

    Así lo ha corroborado un equipo de científicos americanos expertos en psicofarmacología en un estudio reciente.

    El método utilizado para la investigación puede parecer algo «festivo». Los científicos organizaron un par de celebraciones con botellas de champán y un grupo de 12 voluntarios como invitados, en dos semanas diferentes. En cada una de las «fiestas» suministraron 2 copas de champán a cada sujeto, a 6 de ellas con burbujas y a otros 66 sin burbujas. La semana siguiente repitieron el procedimiento cambiando la distribución de las copas. Además, para asegurar la validez del experimento, midieron con exactitud la cantidad de alcohol que suministraron a cada persona por cada kilogramo de masa corporal.

     


    Los resultados resultaron ser sorprendentemente claros: la embriaguez se extendía antes entre quienes tomaban champán con burbujas y los efectos de la bebida eran mayores. De hecho, tras 5 minutos la cantidad de alcohol en sangre de estos eran de 0,54 mg/ml, frente a 0’39 mg/ml entre los que habían ingerido la bebida sin burbujas. Cuando se repetía la prueba 35 minutos después, las cifras eran de 0,7 y 0,58 mg/ml respectivamente.

    Por ahora el motivo por el que esto ocurre sigue siendo un misterio. Los investigadores especulan que las burbujas pueden hacer que el sistema digestivo absorba el alcohol más rápido. De este modo, si normalmente el 20% del alcohol se absorbe en el estómago y el resto en el intestino, con el dióxido de carbono de las burbujas podría aumentar la cantidad de alcohol que pasa a la sangre en el estómago, lo que justificaría los resultados. En cualquier caso, ¡cuidado con las burbujas!.

  • Existe una fuente poderosa de energía dentro de un laboratorio en la Universidad de Alberta, Canadá. La energía es luz ultravioleta. Kurt Konhauser, profesor de ciencias atmosféricas y terrestres está utilizando esa luz para recrear la antigua atmósfera de la Tierra dentro de una caja del tamaño aproximado de un lavaplatos. La investigación tiene por objetivo averiguar cómo pudo la vida evolucionar en presencia de la radiación ultravioleta.

    Tres años atrás, Konhauser y Stephan Lalonde transformaron la caja de luz de una incubadora estándar en la máquina actual, que recrea la feroz incidencia de radiación ultravioleta en una época de nuestro planeta que Lalonde define como aterradora. «No había oxígeno en el planeta, así que no había capa de ozono, o sea, nada para filtrar la radiación ultravioleta del Sol. Es difícil de imaginar que algo sobreviviera, pero sabemos que lo hizo».

    La caja de luz es única, y colocar toda esa luz en una caja fue una experiencia educativa en muchos aspectos. Los investigadores comprobaron que la luz ultravioleta es capaz de corroer las paredes interiores de acero inoxidable de la caja. «Hemos tenido que reemplazar las bisagras y el mango de la puerta porque el metal se deterioró en presencia de esta luz», explica Lalonde.

    Los efectos de esos rayos ultravioleta son inimaginables en la actualidad, pero un investigador que ha trabajado con Konhauser y Lalonde comprobó, sin proponérselo, en sí mismo, cómo incidían los rayos solares en la Tierra de hace tres mil millones de años. Al abrir la cámara para hacer un ajuste rápido, sin tomar las debidas precauciones, sufrió en menos de 20 segundos una quemadura comparable a la de una jornada tomando el sol sin usar crema protectora.

    La investigación se centra en averiguar cómo las bacterias en un frasco de agua resisten una exposición tan severa a la luz ultravioleta. Konhauser y Lalonde confían en que, cambiando una y otra vez la composición de la «sopa química» del agua, un día sobrevivirán las bacterias del frasco. Konhauser dice que ese será un gran momento. «Eso nos puede llevar al momento en que el primer plancton sobrevivió en la superficie del océano».

    De su trabajo anterior que involucró al hierro y a bacterias, Konhauser tiene una idea de qué podría haber ocurrido. Teniendo en cuenta que había abundante hierro y silicio en los antiguos océanos de la Tierra, los microorganismos pudieron desarrollar cierta «crema protectora», una sustancia residual que las cubría y que filtraba los rayos ultravioleta.

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    Cuando oscurece, Tokio se llena de vida y los colores iluminan todos los rincones. En una ciudad en la que los comics se apoderan de la realidad y las luces de neón conquistan la noche, nada puede ser fantasía.

    Recorrer las calles de la capital nipona significa ver impresionantes edificios, la gente mejor vestida y también la más excéntrica del mundo, así como tiendas con objetos que parecen sacados de una película de ficción. Es una urbe futurista y conservadora. Las costumbres tan arraigadas contrastan con un mundo tecnológico y apresurado. Aquí puedes encontrar el mercado de pescado más grande de Asia, un templo budista, un edificio con departamentos cápsula y los últimos gadgets… todo junto.

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    Gente invisible

    La invisibilidad espontánea involuntaria humana, le ocurre supuestamente a mucha gente alrededor del mundo. En todos los casos, la persona todavía está presente físicamente, pero no puede ser vista ni oída. Para las personas invisibles, el mundo aparece perfectamente normal y, generalmente, al principio no se dan cuenta de su condición.Un caso en Ventura, California, detalla cómo un ama de casa se hizo invisible mientras estaba sentada en el sofá de la sala de estar. Su esposo comenzó a registrar la casa buscándola, pero no la pudo ver. Esta situación duró diez minutos, antes de que ella se volviera visible nuevamente, mientras que su esposo estaba muy enojado, pensando que se había estado escondiendo.

    Durante siglos, se ha escrito sobre la invisibilidad humana. Los antiguos magos creían que era posible hacerse invisible y utilizaban hierbas y rituales para conseguirlo. En la India, a los estudiantes de Raja Yoga se les enseñaba que los poderes sobrenaturales, eran una consecuencia natural del autodesarrollo. Uno de los Siddhas del yoga era, en verdad, la invisibilidad humana.

    Donna Higbee, establecida en los Estados Unidos, se encuentra a la vanguardia de esta investigación. Desde 1994, ha recolectado miles de informes de invisibilidad en Europa, Australia, Puerto Rico y Brasil. Ella cree que estamos golpeando ligeramente a un antiguo poder.

  • Costes y consecuencias de la guerra

        Con la capitulación japonesa, el mundo inició una nueva etapa a la que llegaba con un espectacular cambio de panorama respecto a la situación de 1939. En 1945, el mundo tenía abiertas graves heridas, la posición de cada uno de los principales componentes de la comunidad internacional era distinta y ésta pretendía organizarse de acuerdo con reglas nuevas.

        La cifra de muertos como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial no puede determinarse de forma absolutamente precisa pero es muy posible que llegase a alcanzar los 60 millones de personas, al menos cuatro veces más que el número de muertos producidos durante el conflicto de 1914-1918. Como es lógico, este balance debe ponerse en relación con la potencia destructiva de las armas y el carácter de guerra total que tuvo desde el mismo momento de su iniciación o en un momento inmediatamente posterior.

        Si se examinan esas cifras contabilizándolas por naciones, el resultado puede parecer algo sorprendente porque alguno de los vencedores cuenta entre quienes más padecieron en el conflicto. La cifra de ciudadanos de la URSS muertos como consecuencia de la guerra se eleva a 20 millones de personas (y quizá incluso un 25% más) de los que tan sólo un tercio serían militares. Porcentualmente, esa cifra supondría al menos el 10% del total de los habitantes de la URSS, pero en el caso de Polonia los seis millones de muertos representan todavía una cifra muy superior, el 15%. En esos porcentajes se incluye la población judía de ambos países. El tercer lugar en el grado de sufrimiento producido por la guerra corresponde a Yugoslavia, cuyo número de muertos (de un millón y medio a dos) derivó de la existencia de una guerra civil en la que el componente étnico jugó un papel primordial.

        Estos tres países pueden ser considerados entre aquellos que resultaron vencedores en la guerra. Los demás que se alinearon en ese mismo bando tuvieron un número mucho más reducido de muertos. Francia, ocupada en su totalidad por los alemanes, experimentó 600.000 muertos, mientras que Gran Bretaña sufrió 500.000 pérdidas. La gran diferencia respecto a los padecimientos de la Primera Guerra Mundial de estos dos países radica en el número de muertos civiles. Gran Bretaña, que no los tuvo en 1914-1918, ahora, en cambio, padeció unos 60.000 como consecuencia de los bombardeos. Del conjunto de los aliados, los Estados Unidos resultaron ser los mejores parados, con 300.000 muertos, todos ellos militares.

     

     

     

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