“No será que te estás enamorando, ¿verdad?”.
Todos hablan de enamorarse, de sentir cosas por alguien y de querer darle lo mejor de uno mismo. Y aunque hasta la vez, jamás he sentido las benditas “mariposas en el estómago” (las mariposas no pueden vivir dentro de un humano, además se mueven por el viento. ¿Cómo pueden sentirlas en la barriga?), sé que hay algo que se siente bonito en el pecho. De hecho, uno puede sentir muchas cosas bonitas en el pecho: cuando veo animalitos pequeños, cuando escucho los ruidos de un bebé balbuceando, cuando miro las estrellas, cuando me pasa algo bueno, etc.
Pero hay una cosa que es más bonita que las demás, es una emoción diferente. Hay una emoción tan increíble cuando conoces a alguien que, a través de sus ojos, refleja lo bueno que hay en ti. Es como si en el mundo existieran otras personas que ven en ti cosas que desconoces. Es algo así como centrar mi mirada en un punto fijo. Bueno, dos puntos fijos: sus ojitos. Cuando veo sus ojos, pareciera que son una puerta al alma, y me dan tantas ganas de entrar y explorar, limpiar lo que esté desordenado, reparar y decorarlo a gusto del alma que la habita. ¿Y sabes qué es lo más curioso? Que esos ojitos parecieran decirme “pasa, eres bienvenido”, y sutilmente al bajar un poco, sus labios parecieran confirmar lo mismo. Entonces me limito a acercarme y besarte la mejilla. Si tan sólo fuera más valiente…
Perdóname si esta noche me he puesto un poco más romántico de lo normal. Pero es que en el corazón de quienes escriben, no hay nada que detenga el flujo de emociones que se plasman en palabras. Espero no te incomode ser la razón de este escrito. De hecho, quería hacerte saber que aunque no eres el amor de mi vida, fuiste una ilusión muy tierna aquí.
Solo quería agradecerte por tu breve paso por mi vida. Y añado algo a este breve escrito. Enamorarse de ti debe ser la experiencia más increíble del mundo. Lástima que soy muy reacio para permitírmelo. Pero la persona que lo haga, será una de las más felices del mundo.
Un abrazo.