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Nuevos ponchos
Posted by migaherr on May 25, 2023 in Sobre la personalidad, Sobre la vida
Me puse a pensar en lo mucho que cambian las cosas de un momento a otro. ¿Qué tan paradójica puede ser la vida? ¿Puedes un día estar lamentando tus decisiones, y un año después sentirte agradecido por haberlas tomado?
Puedes un día estar arrodillado del dolor, suplicando a la vida que te saque de un sitio. Y un año después, estar viviendo justamente todo lo opuesto a esa sensación.
Recordaba una de esas experiencias que casi no se cuentan. Un día como hoy, hace un año, me encontraba en un país bastante lejano: descubriendo ciudades, personas y culturas totalmente distintas a lo que conocía. Y como buen migrante, había llevado unas maletas más llenas de sueños que de ropa. Pero con sueños que se marchitaban ante desafíos que no había experimentado antes. Una silenciosa huésped, la depresión, me había estado invadiendo sin siquiera darme cuenta.
A pesar de estar cumpliendo mi más grande sueño, sentía que el premio a pagar por vivirlo fue renunciar a una vida muy estable, que me costó mucho construir:
- Renunciar a vivir momentos familiares importantes.
- Renunciar al hogar que había construido con quien creía que iba a compartir el resto de mi vida.
- Renunciar a mis rizos desordenados con el viento por las tardes de Guayaquil, Quito, Yantzaza o la ciudad donde me encontrara.
- En fin, renunciar a una versión mía que amaba mucho, y de la cual me sentía muy orgulloso.
Y entre la tristeza de aquellas renuncias, asomaba una «culpa extraña»: la culpa de sentirme deprimido en medio de un sueño que había perseguido toda mi vida.
Tuve que bajar mucho para empezar a subir de nuevo. No porque la experiencia que viví entonces fuera mala (de hecho, ¡fue sin duda la más emocionante, energizante y vibrante de mi vida hasta ahora!). Sino por la incertidumbre de no entender esa dualidad de emociones.
Y ahora, un año después de uno de esos momentos más depresivos, me doy cuenta de algo: ese momento fue un punto de inflexión para mi. Estaba recibiendo a un nuevo Mike. Uno cuya evolución estaba destinada a ser y relucir.
Y así, luego de 25 países visitados, de incontables estudios (especialmente, intentos de estudios), de momentos de timidez y extroversión, de cambios de estilos de liderar… he logrado aceptar a una nueva versión de mí mismo.
Y es extraño, porque todo y nada ha cambiado a la vez:
- Sigo vistiendo ponchos (nuevos y antiguos)
- Sigo riendo a carcajadas
- Sigo llorando cuando me nace
- Sigo cantando con emoción
- Sigo siendo exigente y autoritario cuando amerita
- Sigo disfrutando cada viaje con la misma emoción que el primero
Hay cosas que cambiaron mucho:
- Recordé lo bonito que es vivir un duelo, volverme a conocer y reconectar conmigo mismo
- Valoro la colectividad y el poder del liderazgo compartido
- Volví a sentir lo bonito que es estar soltero, disfrutar a solas y con compañías temporales
- Reconecté con mi capacidad de volver a enamorarme e intentarlo (cada vez con menos miedo)
- Conozco a mis emociones mejor que antes
- Recordé lo hermoso que se siente cristalizar sueños y ver nuevas metas nacer
- Volvi a sentir un fuego quemar mi voluntad. Un fuego al que llaman «liderazgo»
Si. Todo y nada ha cambiado en tan poco tiempo. Y más agradecido no podría estar. Y lo celebro hoy, precisamente hoy, con una taza de chocolate, ligeramente despeinado y con un nuevo poncho.
¡Como debe ser!