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¡Prohibido olvidar!

Dicen que el tiempo es una ilusión. Cinco minutos pueden parecer eternos, una hora puede parecer cuestión de segundos… ¿un año? Ya antiguamente he mencionado mi concepto de “idiotización social” (creer que uno ha sufrido o vivido más que el resto, minimizando las experiencias de los demás). Sin caer en ella, me gustaría hacer un recuento especial de mi último año, resumido en 10 enseñanzas valiosas que quizás deba recordar año a año:

  • Todas las personas – TODAS, SIN EXCEPCIÓN – somos buenas y malas a la vez. Lo que nos diferencia es que unos causan efectos positivos y otros efectos negativos en nosotros. No hay que caer en juicios, pero sí ser juiciosos (valga la redundancia) para identificar círculos tóxicos y círculos vitamínicos para nuestra vida. ¿Cómo? Sencillo: ¿te convienen? ¿qué aportan a tu vida? Responder eso y ya. Alejarse de raíz y cuidar a quienes merecen quedarse.
  • Fiarse al 100% de lo que los demás te dicen es irrelevante para tu vida. Caramelos de Cianuro menciona claro que “cuando hay más de dos personas, siempre hay más de dos verdades”. ¿Qué más da? Sé objetivo: cada quien tiene sus verdades. SI algo es ambiguo, descártalo. Cree en tu instinto y tu propia experiencia. Confía en tu intuición, pero considera la posibilidad de que puede (quizás, posiblemente, talvez…) que tengas algún grado de error.
  • El karma no es en sí una fuerza externa, sino la consecuencia de tus actos. No le des vuelta, no hay supersticiones. Si haces algo, se te regresará porque tus acciones generan reacciones. Leyes de Newton, conceptos básicos…
  • Hacen falta más que buenas intenciones para amar a alguien. Así como uno escoge a quien amar –amar de verdad, no las estupideces que presentan las novelitas y canciones – uno es capaz de decidir quién se queda y quién se va. Toma tiempo y fuerza de voluntad, pero es parte del autocontrol.
  • Si metiste la pata, perdónate. ¿Qué más da? Sigues vivo. Bueno, biológicamente lo estás, aunque hayan cosas que te vayan matando de a poquito (metafóricamente). Si el panorama te cambia, genera una nueva estrategia. Si no se te ocurre ninguna, aléjate de tus círculos tóxicos. No hagas nada si no te place, vive tu luto. Pero nunca, NUNCA te detengas. No mereces culparte, total eres tu propio y único juez.
  • Date oportunidades. Vive despeinado si quieres, o usa el mejor gel y los perfumes más olorosos si te place. O un día despéinate y otro día arréglate. El mundo dirá lo que sea, pero si no te das tus propios gustos, ¿pretendes que alguien más te consienta? Eso sí, sé inteligente y afronta tus consecuencias con responsabilidad. Pero no temas darte gustos.
  • Un hábito no se suprime, se reemplaza. No intentes reprimir tus malos hábitos, más bien genera nuevos. ¿Te gusta comer frituras y quieres dejarlo? No te mates de hambre, reduce paulatinamente tus consumos y reemplázalos con otras comidas (por ejemplo). Prueba cosas nuevas, vale la pena.
  • Sé curioso. No te conformes con lo que los profesores te dicen, ellos sólo te compartirán lo que crean conveniente (unos son más generosos que otros). Confía en tu intelecto y averigua qué hay más allá de lo que dicen. Googlea, Wikipedia, lee, mira videos, conversa, escucha… haz lo que sea, pero aprende todo lo que más puedas. Jamás sabrás cuándo algo de eso te servirá para resolver cosas complejas.
  • Hay extraños que se te acercan por la pura casualidad de decirte lo que necesitas oír, y amigos que te dirán cosas que no te servirán. Escucha lo que te sirva, el resto es bullshit.
  • No temas ser diferente. Todos lo somos, pero la sociedad busca estandarizarnos. Si te place romper reglas, rómpelas. Pero ojo, sé inteligente y respetuoso. Hay momentos y circunstancias para todo. Equivócate sin querer, o queriendo, paga tu consecuencia, gana tu premio y continúa. Pero vive.

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Nostalgia por las estrellas

Admito que la principal razón por la que no me gusta vivir en la ciudad, seguida del tráfico vehicular y de las muchedumbres, es la ausencia de estrellas. Extraño acostarme en la arena del mar y ver las estrellas frente a mí. Podía viajar mentalmente por ellas, intentando hallarme en alguna de ellas, interrogándome dilemas sobre la vida y sus diferentes escenarios, o tal vez quedarme por un momento sin emoción alguna. Solo, y sólo existiendo. Sí, existiendo. Entre tantas cosas que hago a diario, a veces olvido que existo, que soy parte de un universo natural que va más allá del nicho que los humanos hemos adecuado para nosotros, con edificios y dispositivos diseñados para interactuar con nosotros mismos. Vivimos rodeados de seres biológicamente iguales a nosotros, nos relacionamos con ellos, pero al final cada quien vive encerrado en su propia burbuja.

¿Y si mi burbuja va más allá de una vida rutinaria? Mi burbuja me deja ver belleza en las flores, en los animales, en la mirada de un bebé. Veo belleza en una conversación, en un libro, en un abrazo y en un café. Y veo belleza en las estrellas. Hay belleza en todo, pues existen las emociones. Al final, es eso lo que amamos: las emociones, los sentimientos. La vida se vuelve rutinaria cuando pierdo esa capacidad de ver belleza en lo que me rodea. Uno pierde esa capacidad al olvidarse de que existe.

Cuando veo las estrellas me limito a existir, dejando que únicamente sean los sentimientos y las emociones las que se expresen. El problema es que las personas permiten que sus rutinas limiten su plena existencia, y esto ha causado un miedo irracional a la soledad. Es bello compartir momentos con los demás, pero es también justo y necesario darse tiempo para uno mismo. Para realmente saberse existente. Entonces las energías se habrán recargado, y habrá fuerza suficiente para continuar existiendo en interacción con los demás.

En este momento, simplemente extraño mis estrellas.

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Perfección del mundo: ¿por qué amar a la naturaleza?

Posted by migaherr on Mar 1, 2014 in Sobre la vida

Siempre he creído que la naturaleza es perfecta. La relación entre los seres vivos y el entorno, y el modo en que el mundo necesita los ciclos naturales me hacen ver al mundo como una combinación perfecta. En el colegio, recuerdo que solía amar mis clases de Anatomía: todas las células trabajan juntas para el buen funcionamiento del cuerpo. Por supuesto que quería ser médico, pero a veces la vida se burla de nuestros planes. Ya ven, decidí estudiar Biología Marina. No era mi sueño principal. Aunque no me arrepiento. En las clases, los profesores explican cómo funciona el planeta, cómo los ecosistemas dependen de cada ser vivo, y como una acción pequeña puede tener impactos grandes en la naturaleza. Es triste notar cómo los humanos destruimos el planeta sin la mínima preocupación. Necesitamos ver el mundo como un hogar temporal, en el que somos solamente invitados.

Me recuerda a mí cuando tenía seis años. Me gustaba jugar en el jardín de un templo al que mi mamá solía llevarme. ¡Habían muchísimas rosas! Una vez, mi camiseta se enganchó en la espina de una de las rosas. Hablé con mi mamá al respecto y sonrió. Me dijo que las rosas hacían eso (te enganchaban) cuando se sentían solas y querían cariño. Como todo buen niño inocente, me lo creí. Cada que me ocurría eso, solía llenar un vaso con agua y, con cariño, regarla en señal de afecto. Sé que suena algo chistoso o loco, pero desde pequeño entendí el mensaje de amar a la naturaleza y a todos los seres bióticos, pues ellos viven tanto como nosotros los humanos.

¡Mi espíritu se graduó de biólogo!

¡Qué creativas son las madres al enseñar virtudes a sus hijos!

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