El Fascismo y su dominio psicológico de las masas

Si tomamos el caso de Alemania, la gigantesca acumulación de poder que ostentaba Adolf Hitler no estaba basada sólo en coordenadas políticas dentro del III Reich: la razón principal de este éxito fue el empleo de la violencia psíquica. La propaganda del régimen nacionalsocialista se basaba sobre esta Führerideologie (ideología del jefe). Renunciando a toda argumentación objetiva, los llamamientos de Hitler al pueblo alemán consistían en presentar a las masas solamente «la gran meta final». El tipo de mando autoritario y carismático (retomando el concepto de Max Weber), otra de la características distintivas del fascismo, tiene una estrecha relación con esta situación de presión propagandística basada en el miedo.
El propio símbolo gráfico del fascismo era el de la violencia: el fascio, del latín fasces, haz de varas que según la leyenda histórica tiene origen en el primer cónsul de Roma, Brutus (VI a.c.), quien hizo apalear públicamente a sus hijos y acabarlos a hachazos por haber conspirado contra el Estado. Este instrumento de castigo, inspirador de temor, se convirtió en símbolo del poder en Roma: el haz de varas ligadas con una cuerda alrededor de un hacha. Los lictores, junto al cónsul, portaban este emblema para ejecutar en el acto las sentencias de éste: flagelar, ahorcar o decapitar.

1.1¿cómo llegó Hitler al poder?

¿Cómo es posible que en Alemania, el país con el movimiento obrero más organizado de Europa, millones de trabajadores apoyaran a Adolfo Hitler a pesar de su carácter reaccionario? Una respuesta interesante pero controvertida a esta pregunta la ofreció Wilhelm Reich en su libro “La psicología de masas del fascismo”: el apoyo masivo al nazismo habría sido consecuencia de la represión sexual propia de un modelo de familia autoritario muy extendido entre las clases medias y entre gran parte de los trabajadores. La represión de los instintos sexuales más profundos y desde la más tierna infancia habría creado individuos con grandes carencias y frustraciones que habrían tratado de compensar participando en un movimiento autoritario y obedeciendo a un líder que reproducía a nivel político esas mismas estructuras autoritarias de la familia.

Wilhelm Reich fue un autor muy polémico en su época. Sociólogo, psicoanalista y comunista austriaco (expulsado del partido por “heterodoxo”), vio la llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933. Ese año escribió su obra “La psicología de masas del fascismo” para tratar de dar una respuesta a la pregunta que en ese momento se hacían en la izquierda europea: ¿Cómo es posible que millones de trabajadores alemanes, el movimiento obrero más grande y mejor organizado de Europa, no impidieran e incluso apoyaran al fascismo a pesar de tratarse de una ideología reaccionaria que trabajaba en contra de sus intereses como clase social? Y también, ¿cómo es posible que millones de ciudadanos alemanes de clase media aceptaran la muerte de la democracia y el triunfo de un sistema que les perjudicaba en sus aspiraciones individuales, tanto económicas como políticas?
Reich explicó que según el dogma imperante entre los autores marxistas en los años 30, a los que calificó como “vulgares”, eran las condiciones económicas las que determinaban la conciencia de clase y por lo tanto la acción política de las masas. Según este planteamiento, no habría otra fuerza más poderosa que la realidad económica para mover a los individuos hacia una determinada ideología política que debería corresponder a sus intereses. Es decir, en teoría, durante la crisis económica que azotó el mundo a partir de 1929, las masas deberían haber apoyado a las izquierdas porque solamente éstas defendían sus intereses frente a la explotación capitalista despiadada, y los nazis deberían haber carecido casi de de seguidores entre los obreros y las clases medias en peligro por la crisis porque “su esencia se presentaba como la expresión más extrema de la reacción política y económica”.
Sin embargo, la realidad tomó un rumbo muy diferente. Como explicó el autor, “la crisis económica, que hubiera debido imprimir un impulso hacia la izquierda a la ideología de las masas, inició de hecho un deslizamiento hacia la derecha que se apoderó de todas las capas proletarias de la población”. Reich fue incluso más lejos y aseguró que “fueron precisamente las masas empobrecidas las que ayudaron a la instalación en el poder del fascismo, es decir, a la reacción política más despiadada”. ¿Por qué?
¿Por qué se equivocaron los partidos de izquierda?
Reich criticó que el análisis de sus compañeros marxistas no tuviera en cuenta otra variable más poderosa a la hora de predecir el comportamiento político del individuo que no fueran las condiciones económicas. Para Reich, lo que faltaba en el análisis marxista eran las condiciones subjetivas, las fuerzas que anidan en el interior de la personalidad de cada individuo y que pueden incluso ser más poderosas que las condiciones objetivas de su entorno. Reich se refería a la estructura psíquica de cada individuo, que tiene su expresión política en la psicología de las masas.
Según Reich, los partidos de izquierda habrían fracasado ante Hitler porque no supieron trabajar las condiciones subjetivas de los obreros alemanes, mientras que los nazis sí supieron conectar y movilizar la estructura psíquica del proletariado y las clases medias mediante una propaganda muy eficaz. En este sentido, Reich explicó que “la ideología de cada formación social no solamente tiene como función reflejar el proceso económico, sino también enraizarlo en las estructuras psíquicas de los hombres de esa sociedad”. Es decir, mientras que los partidos de izquierda hablaron durante la crisis de la lucha de clases con un éxito moderado entre los obreros, Hitler habló de otros asuntos que conectaban mejor con la mayoría de la población.
¿Cómo fue eso posible? Porque el mensaje de Hitler era absolutamente “irracional” y por ello consiguió un apoyo igualmente totalmente irracional que nada tenía que ver con las causas “objetivas” de los autores marxistas. El movimiento nazi tenía un fuerte componente emocional “que no se sostiene con argumentos racionales”.
El control de las ideas
Reich explicó que la conciencia colectiva no avanza a la misma velocidad que los acontecimientos, por ejemplo una crisis económica: “La situación económica no se traslada inmediata y directamente a la conciencia política”. Existen una serie de controles que impiden esperar una reacción inmediata y explosiva por parte de las clases explotadas contra su situación y el principal control es el ejercido sobre las ideas. En este sentido, Wilhelm Reich citó a Karl Marx para explicar que “las ideas de la clase dominante son también las ideas dominantes de cada época”. Es decir, es posible mantener bajo control a una mayoría sumisa que acepta la explotación y la dominación gracias al control de las ideas
Pero no se trata de una simple manipulación mediática y del mensaje. Es mucho más profunda. Según Reich se articula a través de la familia, en concreto del concepto de la familia dominante que reproduce a escala doméstica las relaciones de poder y dominación del Estado sobre los individuos: “La familia autoritaria representa la célula productiva más inmediata y la más importante del pensamiento reaccionario: constituye la fábrica de la ideología y de la estructura reaccionarias”, explicó el autor.
En concreto, Reich aseguró que la dominación comienza en los primeros años de vida del individuo con la represión de los instintos sexuales del niño y adolescente, aplicando la prohibición, los castigos y el remordimiento. Se trata de una técnica muy eficaz porque “la inhibición sexual es el medio de ligar al individuo con la familia”. El objetivo de esa unión sería convertir “el lazo biológico del niño con su madre y el de la madre con los niños en una fijación sexual indisoluble y en una falta de aptitud para contraer otros vínculos. El vínculo del niño con su madre es el núcleo de la unión familiar”. Una vez pasa el tiempo y los niños se convierten en adultos, esa unión con la familia se traslada al Estado, ya que “las representaciones de patria y de nación son, en su núcleo subjetivo emocional, representaciones de la madre y de la familia”.
Según este análisis, la familia reproduciría a pequeña escala a la nación y representaría a la patria, con la que se formarían unos lazos de lealtad que impedirían cualquier actitud hostil hacia el poder estatal. En otras palabras, según Reich el miedo a la libertad sexual sería el principal obstáculo para la revolución contra la explotación económica y contra las clases dominantes, y la mejor vía para apoyar las opciones políticas reaccionarias que reproducen las relaciones de poder que se dan en las familias autoritarias.
La clase media, el principal apoyo de Hitler
La familia era la base de la estructura social de las clases medias porque proporcionaba la ayuda económica y era la base de la existencia de los pequeños y medianos negocios, ya que a diferencia del gran capital que explota a los obreros, “la clase media se explota a sí misma” (empleando a familiares en el negocio, manteniendo a la mujer en el hogar, etc). A su vez, esta explotación familiar se basaba en una estructura patriarcal con una fuerte represión sexual, lo que reproducía en la familia la dominación del poder estatal: “La posición del padre en el Estado y en la economía se refleja en su actitud patriarcal con respecto al resto de la familia. El padre representa en la familia al Estado autoritario, de donde el padre se convierte en el más precioso instrumento del poder estatal”, afirmó Reich.
Esa posición autoritaria del padre facilitó el acceso del nazismo a las clases medias, según Reich, ya que el liderazgo carismático de Hitler representaba a ese padre autoritario. Hitler encarnaba a la nación y la relación de la masa era emocionalmente individual: es decir, cada uno de sus seguidores creía tener una relación individual con Hitler y sentía una confianza infantil hacia Hitler, una actitud provocada desde la infancia por la familia autoritaria que extirpaba cualquier tipo de iniciativa independiente: “Cuanto más ha perdido el individuo, a consecuencia de su educación, su sentido de la independencia, tanto más se manifiesta la necesidad infantil de apoyo por la identificación afectiva con el führer. (…) El pequeño burgués reaccionario se descubre a sí mismo en el führer, en el Estado autoritario; en razón de esa identificación se siente defensor de la nacionalidad”, escribió Reich.
La clase media fue, con diferencia, la que mayor apoyo prestó a los nazis en su camino hacia el poder (“El grueso de las tropas de la cruz gamada fueron las clases medias”). La familia autoritaria creó el marco para que el mensaje de Hitler fuera bien recibido en esa clase social. Pero, ¿cuál era ese mensaje?
El mensaje de Hitler: la lucha contra el sistema a favor del sistema
El propio Partido Nazi tenía un origen pequeño burgués y el componente emocional del mensaje del nazismo funcionó porque, según Reich, coincidía con las estructuras de esta capa social: “En lo esencial el origen pequeño burgués de sus ideas coincidía con las estructuras de las masas, dispuestas a darles la mejor acogida”. Es decir, el mensaje del nazismo se acoplaba como un guante a las clases medias. ¿Por qué?
Las clases medias vivían atemorizadas por la expansión del gran capital que amenazaban con destruir su modo de vida. El pequeño comercio se arriesgaba a ser absorbido por las grandes empresas en las ciudades y las pequeñas propiedades campesinas estaban amenazadas por los grandes latifundios en el campo. Temían perder su estatus social y acabar “degradadas” a clase obrera, hacia la que sentían una mezcla de temor y desprecio. Las clases medias vieron en el nazismo una oportunidad de enfrentarse a sus dos miedos, el gran capital y la clase obrera, y a tener una expresión política propia: “Las clases medias se pusieron en movimiento y, bajo el disfraz del fascismo, efectuaron su entrada en la escena política como fuerza social”, escribió Reich.
Las clases medias interpretaron su apoyo a los nazis como “una lucha contra el sistema, y por tal entendía el régimen marxista de la socialdemocracia”. Pero también sentían un violento rechazo al gran capital. Como escribió Reich: “Nunca hubiera podido ganar Hitler para su causa a las clases medias si no hubiera prometido iniciar la lucha contra el gran capital”. Precisamente el gran capital era un aliado fundamental para los nazis y su objetivo fundamental de acabar con las fuerzas de izquierda, según Reich, por lo que obligatoriamente existió una contradicción con las aspiraciones de las clases medias de realizar la “revolución nacional”.
Esa contradicción fue superada con éxito por Hitler porque conectó con esta clase social en su aspecto más íntimo, según Reich: “El estudio de la eficacia psicológica de Hitler sobre las masas debía partir de la idea de que un führer o representante de una idea, no podía tener éxito más que si sus conceptos personales, su ideología o su programa se encontraban en armonía con la estructura media de una amplia capa de individuos integrados en una masa”. Es decir, Hitler contó con la ayuda de la estructura de la familia autoritaria para imponer un mensaje altamente irracional y emocional entre la clase media que “olvidó” sus aspiraciones revolucionarias contra el gran capital guiados por un liderazgo carismático y autoritario.
Los obreros, también con Hitler
Pero las masas que llevaron al movimiento nazi al poder no provenían solamente de las clases medias, ya que solamente con ellas no era suficiente alcanzar una mayoría decisiva en las sociedades de los años 30. Como ya se ha señalado, un número muy considerable de trabajadores, incluso muchos organizados en el movimiento obrero, apoyaron a los nazis a pesar de que representaban supuestamente justo lo contrario de sus intereses objetivos. Según Reich, lo hicieron porque “se aburguesaron”, es decir, adoptaron una conciencia de clase media y con ella adoptaron las mismas estructuras que permitieron calar el mensaje nazi.
A diferencia del proletariado en época de Marx y Engels a mediados y finales del S.XIX cuando los obreros sufrían unas condiciones de vida miserables, en los años 30 del S. XX, los obreros (los alemanes, sobre todo), disfrutaban de unas condiciones de vida mucho mejores, lo que les habría alejado de su motivación revolucionaria y les habría acercado emocionalmente a las clases medias. Los obreros habrían adoptado así los modelos pequeño-burgueses de familia autoritaria, facilitando el acceso de la ideología nazi a un grupo social en el que, según los analistas marxistas de la época, no debería haber tenido cabida.
Hitler pudo contar así con el apoyo masivo de la clase media y con una amplia capa de la clase trabajadora porque en ambas funcionaba la estructura de la familia autoritaria. Por lo tanto, y a modo de conclusión, Reich explicó que para combatir a las ideologías reaccionarias no hay que apostar por un discurso basado en la realidad “objetiva”, sino adentrarse en la estructura psíquica de cada individuo que no tiene por qué coincidir con la realidad que le rodea. Por todo ello, la única manera de atacar a las fuerzas reaccionarias y conseguir que triunfe la revolución, es atacando el concepto de familia autoritaria y la represión sexual de sus miembros.
El poder de lo irracional
“La psicología de masas del fascimo” de Wilhelm Reich es una teoría heterodoxa que analiza la causa del apoyo masivo a una ideología extremista, irracional y violenta por parte de una sociedad moderna y educada. Reich despertó una importante polémica con este libro, que cuenta con muchos detractores y también con muchas opiniones favorables abriendo un debate todavía sin fin.

Hoy es difícilmente aplicable, al menos al pie de la letra. El mundo, al menos en Occidente, se ha transformado de manera decisiva en algunos de los aspectos clave de su teoría. Por ejemplo, el concepto de familia autoritaria ya no existe en las sociedades europeas actuales de laLa psicología de masas del fascismo ¿cómo llegó Hitler al poder?
¿Cómo es posible que en Alemania, el país con el movimiento obrero más organizado de Europa, millones de trabajadores apoyaran a Adolfo Hitler a pesar de su carácter reaccionario? Una respuesta interesante pero controvertida a esta pregunta la ofreció Wilhelm Reich en su libro “La psicología de masas del fascismo”: el apoyo masivo al nazismo habría sido consecuencia de la represión sexual propia de un modelo de familia autoritario muy extendido entre las clases medias y entre gran parte de los trabajadores. La represión de los instintos sexuales más profundos y desde la más tierna infancia habría creado individuos con grandes carencias y frustraciones que habrían tratado de compensar participando en un movimiento autoritario y obedeciendo a un líder que reproducía a nivel político esas mismas estructuras autoritarias de la familia.

Wilhelm Reich fue un autor muy polémico en su época. Sociólogo, psicoanalista y comunista austriaco (expulsado del partido por “heterodoxo”), vio la llegada de Hitler al poder en Alemania en 1933. Ese año escribió su obra “La psicología de masas del fascismo” para tratar de dar una respuesta a la pregunta que en ese momento se hacían en la izquierda europea: ¿Cómo es posible que millones de trabajadores alemanes, el movimiento obrero más grande y mejor organizado de Europa, no impidieran e incluso apoyaran al fascismo a pesar de tratarse de una ideología reaccionaria que trabajaba en contra de sus intereses como clase social? Y también, ¿cómo es posible que millones de ciudadanos alemanes de clase media aceptaran la muerte de la democracia y el triunfo de un sistema que les perjudicaba en sus aspiraciones individuales, tanto económicas como políticas?
Reich explicó que según el dogma imperante entre los autores marxistas en los años 30, a los que calificó como “vulgares”, eran las condiciones económicas las que determinaban la conciencia de clase y por lo tanto la acción política de las masas. Según este planteamiento, no habría otra fuerza más poderosa que la realidad económica para mover a los individuos hacia una determinada ideología política que debería corresponder a sus intereses. Es decir, en teoría, durante la crisis económica que azotó el mundo a partir de 1929, las masas deberían haber apoyado a las izquierdas porque solamente éstas defendían sus intereses frente a la explotación capitalista despiadada, y los nazis deberían haber carecido casi de de seguidores entre los obreros y las clases medias en peligro por la crisis porque “su esencia se presentaba como la expresión más extrema de la reacción política y económica”.
Sin embargo, la realidad tomó un rumbo muy diferente. Como explicó el autor, “la crisis económica, que hubiera debido imprimir un impulso hacia la izquierda a la ideología de las masas, inició de hecho un deslizamiento hacia la derecha que se apoderó de todas las capas proletarias de la población”. Reich fue incluso más lejos y aseguró que “fueron precisamente las masas empobrecidas las que ayudaron a la instalación en el poder del fascismo, es decir, a la reacción política más despiadada”. ¿Por qué?
¿Por qué se equivocaron los partidos de izquierda?
Reich criticó que el análisis de sus compañeros marxistas no tuviera en cuenta otra variable más poderosa a la hora de predecir el comportamiento político del individuo que no fueran las condiciones económicas. Para Reich, lo que faltaba en el análisis marxista eran las condiciones subjetivas, las fuerzas que anidan en el interior de la personalidad de cada individuo y que pueden incluso ser más poderosas que las condiciones objetivas de su entorno. Reich se refería a la estructura psíquica de cada individuo, que tiene su expresión política en la psicología de las masas.
Según Reich, los partidos de izquierda habrían fracasado ante Hitler porque no supieron trabajar las condiciones subjetivas de los obreros alemanes, mientras que los nazis sí supieron conectar y movilizar la estructura psíquica del proletariado y las clases medias mediante una propaganda muy eficaz. En este sentido, Reich explicó que “la ideología de cada formación social no solamente tiene como función reflejar el proceso económico, sino también enraizarlo en las estructuras psíquicas de los hombres de esa sociedad”. Es decir, mientras que los partidos de izquierda hablaron durante la crisis de la lucha de clases con un éxito moderado entre los obreros, Hitler habló de otros asuntos que conectaban mejor con la mayoría de la población.
¿Cómo fue eso posible? Porque el mensaje de Hitler era absolutamente “irracional” y por ello consiguió un apoyo igualmente totalmente irracional que nada tenía que ver con las causas “objetivas” de los autores marxistas. El movimiento nazi tenía un fuerte componente emocional “que no se sostiene con argumentos racionales”.
El control de las ideas
Reich explicó que la conciencia colectiva no avanza a la misma velocidad que los acontecimientos, por ejemplo una crisis económica: “La situación económica no se traslada inmediata y directamente a la conciencia política”. Existen una serie de controles que impiden esperar una reacción inmediata y explosiva por parte de las clases explotadas contra su situación y el principal control es el ejercido sobre las ideas. En este sentido, Wilhelm Reich citó a Karl Marx para explicar que “las ideas de la clase dominante son también las ideas dominantes de cada época”. Es decir, es posible mantener bajo control a una mayoría sumisa que acepta la explotación y la dominación gracias al control de las ideas
Pero no se trata de una simple manipulación mediática y del mensaje. Es mucho más profunda. Según Reich se articula a través de la familia, en concreto del concepto de la familia dominante que reproduce a escala doméstica las relaciones de poder y dominación del Estado sobre los individuos: “La familia autoritaria representa la célula productiva más inmediata y la más importante del pensamiento reaccionario: constituye la fábrica de la ideología y de la estructura reaccionarias”, explicó el autor.
En concreto, Reich aseguró que la dominación comienza en los primeros años de vida del individuo con la represión de los instintos sexuales del niño y adolescente, aplicando la prohibición, los castigos y el remordimiento. Se trata de una técnica muy eficaz porque “la inhibición sexual es el medio de ligar al individuo con la familia”. El objetivo de esa unión sería convertir “el lazo biológico del niño con su madre y el de la madre con los niños en una fijación sexual indisoluble y en una falta de aptitud para contraer otros vínculos. El vínculo del niño con su madre es el núcleo de la unión familiar”. Una vez pasa el tiempo y los niños se convierten en adultos, esa unión con la familia se traslada al Estado, ya que “las representaciones de patria y de nación son, en su núcleo subjetivo emocional, representaciones de la madre y de la familia”.
Según este análisis, la familia reproduciría a pequeña escala a la nación y representaría a la patria, con la que se formarían unos lazos de lealtad que impedirían cualquier actitud hostil hacia el poder estatal. En otras palabras, según Reich el miedo a la libertad sexual sería el principal obstáculo para la revolución contra la explotación económica y contra las clases dominantes, y la mejor vía para apoyar las opciones políticas reaccionarias que reproducen las relaciones de poder que se dan en las familias autoritarias.
La clase media, el principal apoyo de Hitler
La familia era la base de la estructura social de las clases medias porque proporcionaba la ayuda económica y era la base de la existencia de los pequeños y medianos negocios, ya que a diferencia del gran capital que explota a los obreros, “la clase media se explota a sí misma” (empleando a familiares en el negocio, manteniendo a la mujer en el hogar, etc). A su vez, esta explotación familiar se basaba en una estructura patriarcal con una fuerte represión sexual, lo que reproducía en la familia la dominación del poder estatal: “La posición del padre en el Estado y en la economía se refleja en su actitud patriarcal con respecto al resto de la familia. El padre representa en la familia al Estado autoritario, de donde el padre se convierte en el más precioso instrumento del poder estatal”, afirmó Reich.
Esa posición autoritaria del padre facilitó el acceso del nazismo a las clases medias, según Reich, ya que el liderazgo carismático de Hitler representaba a ese padre autoritario. Hitler encarnaba a la nación y la relación de la masa era emocionalmente individual: es decir, cada uno de sus seguidores creía tener una relación individual con Hitler y sentía una confianza infantil hacia Hitler, una actitud provocada desde la infancia por la familia autoritaria que extirpaba cualquier tipo de iniciativa independiente: “Cuanto más ha perdido el individuo, a consecuencia de su educación, su sentido de la independencia, tanto más se manifiesta la necesidad infantil de apoyo por la identificación afectiva con el führer. (…) El pequeño burgués reaccionario se descubre a sí mismo en el führer, en el Estado autoritario; en razón de esa identificación se siente defensor de la nacionalidad”, escribió Reich.
La clase media fue, con diferencia, la que mayor apoyo prestó a los nazis en su camino hacia el poder (“El grueso de las tropas de la cruz gamada fueron las clases medias”). La familia autoritaria creó el marco para que el mensaje de Hitler fuera bien recibido en esa clase social. Pero, ¿cuál era ese mensaje?
El mensaje de Hitler: la lucha contra el sistema a favor del sistema
El propio Partido Nazi tenía un origen pequeño burgués y el componente emocional del mensaje del nazismo funcionó porque, según Reich, coincidía con las estructuras de esta capa social: “En lo esencial el origen pequeño burgués de sus ideas coincidía con las estructuras de las masas, dispuestas a darles la mejor acogida”. Es decir, el mensaje del nazismo se acoplaba como un guante a las clases medias. ¿Por qué?
Las clases medias vivían atemorizadas por la expansión del gran capital que amenazaban con destruir su modo de vida. El pequeño comercio se arriesgaba a ser absorbido por las grandes empresas en las ciudades y las pequeñas propiedades campesinas estaban amenazadas por los grandes latifundios en el campo. Temían perder su estatus social y acabar “degradadas” a clase obrera, hacia la que sentían una mezcla de temor y desprecio. Las clases medias vieron en el nazismo una oportunidad de enfrentarse a sus dos miedos, el gran capital y la clase obrera, y a tener una expresión política propia: “Las clases medias se pusieron en movimiento y, bajo el disfraz del fascismo, efectuaron su entrada en la escena política como fuerza social”, escribió Reich.
Las clases medias interpretaron su apoyo a los nazis como “una lucha contra el sistema, y por tal entendía el régimen marxista de la socialdemocracia”. Pero también sentían un violento rechazo al gran capital. Como escribió Reich: “Nunca hubiera podido ganar Hitler para su causa a las clases medias si no hubiera prometido iniciar la lucha contra el gran capital”. Precisamente el gran capital era un aliado fundamental para los nazis y su objetivo fundamental de acabar con las fuerzas de izquierda, según Reich, por lo que obligatoriamente existió una contradicción con las aspiraciones de las clases medias de realizar la “revolución nacional”.
Esa contradicción fue superada con éxito por Hitler porque conectó con esta clase social en su aspecto más íntimo, según Reich: “El estudio de la eficacia psicológica de Hitler sobre las masas debía partir de la idea de que un führer o representante de una idea, no podía tener éxito más que si sus conceptos personales, su ideología o su programa se encontraban en armonía con la estructura media de una amplia capa de individuos integrados en una masa”. Es decir, Hitler contó con la ayuda de la estructura de la familia autoritaria para imponer un mensaje altamente irracional y emocional entre la clase media que “olvidó” sus aspiraciones revolucionarias contra el gran capital guiados por un liderazgo carismático y autoritario.

Los obreros, también con Hitler
Pero las masas que llevaron al movimiento nazi al poder no provenían solamente de las clases medias, ya que solamente con ellas no era suficiente alcanzar una mayoría decisiva en las sociedades de los años 30. Como ya se ha señalado, un número muy considerable de trabajadores, incluso muchos organizados en el movimiento obrero, apoyaron a los nazis a pesar de que representaban supuestamente justo lo contrario de sus intereses objetivos. Según Reich, lo hicieron porque “se aburguesaron”, es decir, adoptaron una conciencia de clase media y con ella adoptaron las mismas estructuras que permitieron calar el mensaje nazi.
A diferencia del proletariado en época de Marx y Engels a mediados y finales del S.XIX cuando los obreros sufrían unas condiciones de vida miserables, en los años 30 del S. XX, los obreros (los alemanes, sobre todo), disfrutaban de unas condiciones de vida mucho mejores, lo que les habría alejado de su motivación revolucionaria y les habría acercado emocionalmente a las clases medias. Los obreros habrían adoptado así los modelos pequeño-burgueses de familia autoritaria, facilitando el acceso de la ideología nazi a un grupo social en el que, según los analistas marxistas de la época, no debería haber tenido cabida.
Hitler pudo contar así con el apoyo masivo de la clase media y con una amplia capa de la clase trabajadora porque en ambas funcionaba la estructura de la familia autoritaria. Por lo tanto, y a modo de conclusión, Reich explicó que para combatir a las ideologías reaccionarias no hay que apostar por un discurso basado en la realidad “objetiva”, sino adentrarse en la estructura psíquica de cada individuo que no tiene por qué coincidir con la realidad que le rodea. Por todo ello, la única manera de atacar a las fuerzas reaccionarias y conseguir que triunfe la revolución, es atacando el concepto de familia autoritaria y la represión sexual de sus miembros.
El poder de lo irracional
“La psicología de masas del fascimo” de Wilhelm Reich es una teoría heterodoxa que analiza la causa del apoyo masivo a una ideología extremista, irracional y violenta por parte de una sociedad moderna y educada. Reich despertó una importante polémica con este libro, que cuenta con muchos detractores y también con muchas opiniones favorables abriendo un debate todavía sin fin.

Hoy es difícilmente aplicable, al menos al pie de la letra. El mundo, al menos en Occidente, se ha transformado de manera decisiva en algunos de los aspectos clave de su teoría. Por ejemplo, el concepto de familia autoritaria ya no existe en las sociedades europeas actuales de la misma manera como en los años 30 del S. XX. Sin embargo, más de ocho décadas después, esta obra de Wilhelm Reich contiene unos elementos interesantes de reflexión acerca de cómo millones de personas guiaron su comportamiento político por lo emocional y lo irracional en una época de crisis.
Misma manera como en los años 30 del S. XX. Sin embargo, más de ocho décadas después, esta obra de Wilhelm Reich contiene unos elementos interesantes de reflexión acerca de cómo millones de personas guiaron su comportamiento político por lo emocional y lo irracional en una época de crisis.

FASCISMO

El fascismo es un movimiento político y social que nació en Italiade la mano de Benito Mussolini tras la finalización de la Primera Guerra Mundial. Se trata de un movimiento totalitario y nacionalista, cuya doctrina (y las similares que se desarrollaron en otros países) recibe el nombre de fascista.

Desde 1922 hasta 1943 fue cuando el citado dictador italiano se convirtió en el primer ministro de su país. Fecha aquella última en la que fue depuesto y posteriormente encarcelado, aunque en prisión estuvo muy poco tiempo pues recibió la ayuda de la Alemania nazi para escapar de dicho lugar. No obstante, dos años después, en 1945, finalmente moriría tras ser ejecutado.
El fascismo se propuso como una tercera vía ante las democracias liberales (como la estadounidense) y el socialismo (la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). Además del régimen de Mussolini en Italia, se califica como fascistas a la Alemania de Adolf Hitler y la España de Francisco Franco.
El fascismo se basa en un Estado todopoderoso que dice encarnar el espíritu del pueblo. La población no debe, por lo tanto, buscar nada fuera del Estado, que está en manos de un partido único. El Estado fascista ejerce su autoridad a través de la violencia, la represión y la propaganda (incluyendo la manipulación del sistema educativo).
El líder fascista es un caudillo que aparece por encima de los hombres comunes. Mussolini se autodenominaba como Il Duce, que deriva del latín Dux (“General”). Se trata de liderazgos mesiánicos y autoritarios, con un poder que se ejerce de manera unilateral y sin ningún tipo de consulta.
Además de todo ello hay que resaltar el hecho de que el Fascismo en Italia llevó a que se desarrollaran y promulgaran las que se dieran en llamar “leyes raciales”. Estas eran un compendio de medidas de discriminación y de persecución hacia todas aquellas personas que fueran o estuvieran en relación con los judíos italianos.
Dicha legislación dio lugar no sólo a que se llegara a hablar de una raza italiana “pura” sino también a que se abrieran campos de concentración donde los judíos eran recluidos, sometidos a trabajos forzosos, objetivos de todo tipo de torturas y abusos e incluso algunos de ellos fueron también asesinados.
En Alemania, el fascismo está asociado al nazismo. Este movimiento tuvo un fuerte componente racial, que promulgaba la superioridad de la raza aria y buscaba el exterminio de otras colectividades, como los judíos, los gitanos y los negros.
En este sentido, hay que subrayar que el Nazismo propagó en el año 1935 las conocidas Leyes de Nuremberg mediante las cuales no sólo se les privaba a los judíos de sus derechos como ciudadanos sino que también se les obligaba a portar una identificación como tal y a evitar relacionarse con los llamados arios. Pero ese sólo fue el punto de partida de una persecución indiscriminada y atroz contra aquellos ciudadanos alemanes que fueron víctima de torturas y asesinatos por parte de la conocida como SS, policía nazi.
El neofascismo y el neonazismo repiten actitudes de los movimientos originarios (violencia, autoritarismo), mientras niegan o minimizan los crímenes cometidos por esos grupos a lo largo del siglo XX.

HISTORIA
El fascismo constituye un fenómeno complejo que adquirió diferentes características según los países. Un ejemplo controvertido es el “franquismo” que, si bien compartió con el fascismo y el nacionalsocialismo importantes rasgos, tuvo algunos elementos diferenciadores (especialmente el peso de la Iglesia Católica) con respecto a los regímenes italiano y alemán.
No obstante, podemos distinguir una serie de rasgos comunes al fascismo:
Totalitarismo
El estado fascista fue un estado totalitario. El gobierno y la burocracia estatal trataron de intervenir en todos los ámbitos de la vida, coartando la libertad de los individuos. El estado trató de controlar la escuela, la juventud, la vida laboral y empresarial, el mundo femenino, los medios de comunicación…
A diferencia del estado liberal, sustentado en la libertad individual, en el fascismo las personas se subordinaban plenamente al estado. Un estado que se fundamentaba en la fuerza, el liderazgo y la jerarquía, ejerciendo un absoluto control de la sociedad.
El partido oficial era la única organización política permitida. El partido (fascista, nacional-socialista) fiscalizaba y regulaba la acción del estado con el cual llegó a confundirse.
Antiliberalismo
Para los ideólogos fascistas el liberalismo era una ideología débil, incapaz de frenar al auge del comunismo e ineficaz para mantener el rumbo de una economía sometida a una profunda crisis en el período de entreguerras.
La democracia y el sufragio universal fueron considerados métodos artificiales e inútiles que intentaban igualar la natural desigualdad entre los hombres.
La libertad, encarnada en los derechos de expresión, asociación o reunión fue contemplada con absoluto desdén por una ideología fascista que defendía los conceptos de jerarquía, disciplina y obediencia.
Los partidos políticos eran elementos que llevaban al desorden y a la desmembración social y por consecuencia, en aquellos países donde el fascismo alcanzó el poder, fueron ilegalizados y perseguidos. El estado fascista se basó en un único partido bajo el liderazgo del jefe o caudillo.

El fascismo tuvo en su origen un carácter anticapitalista. El término nacional-socialista es una reminiscencia de esos inicios.
Sin embargo, especialmente en el caso alemán, el capitalismo se identificó con los financieros y banqueros judíos, calificados como elementos degenerados de la burguesía. La propaganda fascista trató de distinguir entre la figura del gran capitalista, sinónimo de usurero corrupto, y la del empresario, honrado, laborioso y solidario con la comunidad.
El anticapitalismo fascista tuvo su mayor expresión en la organización corporativa del mundo del trabajo. Empresarios y trabajadores fueron obligados a pertenecer a sindicatos obligatorios, controlados por el partido único. Los trabajadores, que perdieron sus sindicatos libres, fueron los grandes perjudicados de esta reorganización del mundo laboral.
Sin embargo, a pesar de la palabrería propagandística, Hitler,Mussolini y otros dictadores fascistas recibieron el apoyo del gran capital en su ascenso al poder. Y una vez alcanzado éste, la alianza con los grandes empresarios se estrechó aún más, hasta constituirse en la columna sobre la que se vertebró la economía.

LA PSICOLOGÍA DE MASAS DEL FASCISMO

Si tomamos el caso de Alemania, la gigantesca acumulación de poder que ostentaba Adolf Hitler no estaba basada sólo en coordenadas políticas dentro del III Reich: la razón principal de este éxito fue el empleo de la violencia psíquica. La propaganda del régimen nacionalsocialista se basaba sobre esta Führerideologie (ideología del jefe). Renunciando a toda argumentación objetiva, los llamamientos de Hitler al pueblo alemán consistían en presentar a las masas solamente «la gran meta final». El tipo de mando autoritario y carismático (retomando el concepto de Max Weber), otra de la características distintivas del fascismo, tiene una estrecha relación con esta situación de presión propagandística basada en el miedo.
El propio símbolo gráfico del fascismo era el de la violencia: el fascio, del latín fasces, haz de varas que según la leyenda histórica tiene origen en el primer cónsul de Roma, Brutus (VI a.c.), quien hizo apalear públicamente a sus hijos y acabarlos a hachazos por haber conspirado contra el Estado. Este instrumento de castigo, inspirador de temor, se convirtió en símbolo del poder en Roma: el haz de varas ligadas con una cuerda alrededor de un hacha. Los lictores, junto al cónsul, portaban este emblema para ejecutar en el acto las sentencias de éste: flagelar, ahorcar o decapitar.
Este símbolo, devenido en símbolo del fascismo, tenía, en comparación con la cruz gamada de Hitler, la desventaja de ser muy complicado y por ello no poder ser dibujado en cualquier parte y por cualquiera, como sucedía con la svástica, las tres flechas socialistas o la cruz.

Desde la antigüedad han existido diversas teorías acerca del modo que tienen las personas de relacionarse. Filósofos griegos como Platón y Aristóteles expusieron teorías sobre la mejor manera de organizar las sociedades.
El estudio de la psicología de masas en tiempos modernos comenzó en el siglo XX, antes de la I Guerra Mundial, con la obra del psicólogo británico William McDougall y continuó en la década de 1940 con la del psicólogo alemán Kurt Lewin. También influyeron las ideas del sociólogo y filósofo Émile Durkheim y las teorías de los fundadores del psicoanálisis, Sigmund Freud y Alfred Adler. Durkheim desarrolló el concepto de anomia, tipo de alienación que se produce cuando un individuo no tiene la sensación de pertenecer a una comunidad. Sostenía que ello era consecuencia y causa, al mismo tiempo, de una ruptura del orden social, y que también reflejaba los cambios en la división del trabajo, desde los papeles claramente definidos dentro de las economías agrarias hasta la especialización de la mano de obra en la sociedad industrial. Según Durkheim, se da la paradoja de que en los tiempos modernos el individualismo se ha convertido en la base de la solidaridad social. Freud y Adler estudiaron los orígenes inconscientes de la conducta humana: Freud hizo hincapié en los deseos sexuales y Adler, en el deseo de poder y dominación.
El psicólogo social Erich Fromm estudió cómo el sentimiento de separación genera una gran ansiedad. Se inicia en la infancia con la experiencia de la separación de la madre. La ansiedad de la separación puede canalizarse de diferentes modos: de un modo creativo, mediante un trabajo y unas relaciones productivas, o bien de un modo destructivo, mediante una regresión a rituales primitivos, violentos e incluso orgiásticos. Al identificarse con movimientos de masas, el individuo exterioriza sus problemas internos. La conformidad puede actuar como un consuelo y una reducción de la ansiedad; el individuo puede sentirse cómodo formando parte de una multitud. Fromm observó que esta tendencia se daba en el autoritarismo y en las dictaduras; los investigadores actuales la observan en el fenómeno de los aficionados (‘hinchas’) violentos al fútbol.
La manipulación de las masas llevada a cabo por el fascismo parece inconscientemente inspirada en la doctrina de Pavlov y sus reflejos condicionados, leyes que rigen las actividades nerviosas superiores del hombre. La propaganda, considerada por Goebbels como un arma de guerra, constituía el elemento fundamental con el que se atraía nuevos adeptos a la causa del nacionalsocialismo. La actividad propagandística tiene dos funciones primordiales: inculcar un número elevado de ideas a un grupo reducido de personas y agitar a un gran número de personas mediante un número reducido de ideas. Los que sucumben ante esta estrategia son pequeño-burgueses, presas fáciles del miedo que resulta de una sugestión imperativa como la del régimen hitleriano. El autor soviético Serge Tchakhotine afirmaba que esta porción de la sociedad poseía un sistema nervioso inestable, y que a menudo se sentían contentas al verse dominadas y guiadas.
Entre los factores visuales utilizados para atraer a las masas, se observa el predominio del color rojo (al que se le atribuye una acción fisiológica excitante y es utilizado generalmente por partidos de izquierda o pretendidamente «revolucionarios») y los uniformes militares de colores vistosos. Según palabras de Domenach: «la propaganda toma de la poesía la seducción del ritmo, el prestigio del verbo e incluso la violencia de las imágenes». Para actuar sobre los sentimientos de amor y alegría, es decir sobre los sentimientos eróticos sublimados, se debían utilizar los bailes públicos, las tonadas populares, desfiles con la presencia de gimnastas o flores.
En el aspecto social, Hitler copió las prácticas de la Iglesia católica, en las que el incienso, la semioscuridad y las velas encendidas crean un estado especial de receptividad emotiva.
Joseph Goebbels -quien paradójicamente había sido criado en una casa de tradición judía al igual que su mujer, Magda- fue quizás el único verdadero intelectual de los altos mandos nazis. A cargo del Ministerio de Propaganda, se convirtió en el principal aliado de Adolf Hitler en su tarea de obnubilar a las masas mediante tácticas maquiavélicas de manipulación de información y control absoluto sobre prensa gráfica, radio, cine, arte, literatura e incluso teatro.