Las obras y la Palabra

biblia

Lucas 10, 38-42

En este pasaje del evangelio de Lucas, Jesús nos da una lección muy importante para nuestra vida. Incluso podríamos decir que es una lección vital sobre cómo debemos guiarnos en nuestro camino por este mundo.

Al entrar en una ciudad, Jesús es hospedado por Marta. Que alguien hospede a un forastero, significa que quiere honrarlo. Dejar entrar a alguien en el hogar es dejarlo entrar en el ámbito más privado que tiene.

Significaba también un acto de misericordia, teniendo en cuenta lo inhóspito del clima y lo agotador que significa el desplazarse a pie continuamente.

Es por esto que lo que hace Marta con Jesús tiene mucho valor. Es una obra de caridad. Y seguramente se originó por haber escuchado Marta la doctrina que enseñaba Cristo en su ciudad, despertando el deseo de estar lo más cerca posible del Maestro.

Jesús accede a ir a su casa, y probablemente recibió las atenciones que se brindan al invitado. Agua para higienizarse los pies, las manos y la cabeza. Bebida y ofrecimiento de alimentos. Todas estas cosas requieren preparación y mucho afán.

Hemos estado seguramente alguna vez en una situación parecida, en la que queremos agasajar a nuestro invitado lo mejor posible. Todo confort se nos hace poco, y no nos alcanzan las manos para dar el servicio que queremos.

¡Imaginémonos si nuestro invitado es Jesucristo! ¡Cuánto más queremos darle lo mejor que tenemos!

Marta tenía una hermana, María. Ella se sentó a los pies del Maestro, y escuchaba sus palabras, mientras Marta servía.

Frente al reproche de Marta, Jesús responde y anuncia una forma de vida que debemos imitar.

Son muy importantes las obras. Mediante ellas hacemos presente el Reino de Dios en la tierra, cuando nos ocupamos de servir a los hermanos más necesitados. O cuando organizamos una misión para llevar el Evangelio donde no lo han oído aún.

Son todas cosas muy encomiables y buenas. Que llevan tiempo y preparación, llevan dedicación.

Y sin embargo, Cristo nos enseña esta vez que la mejor parte es el contacto con su Palabra.

Ella debe guiar nuestra acción, de manera que todo brote de ella y a ella conduzca. A su persona, a través de sus enseñanzas.

Cristo es la Palabra

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” (Juan 1, 1)

Por esto es que Cristo declara que María ha escogido la parte mejor. La parte que no le será quitada.

Si nos abrazamos a la Palabra, nos estamos abrazando a Cristo mismo. Nos estamos uniendo a Él, de manera que a través de su enseñanza, conquista nuestro espíritu y se vuelve el Señor de nuestras vidas.

Siempre y cuando, claro está, pasemos de las palabras a las obras. Así es que ambas hermanas, se complementan y hacen al discípulo de Cristo que verdaderamente sigue al Maestro.

No podemos obrar si no nos alimentamos de la palabra. De igual manera, no podemos aferrarnos a la Palabra, si no la ponemos en práctica mediante las obras. Se vuelve palabra infructuosa, y lo sabemos, acabará muriendo la semilla que el sembrador plantó en nuestra alma.

Por esto es necesario ser un discípulo completo, que tenga ambos aspectos de la vida cristiana equilibrados y en armonía. El escuchar la Palabra, alimentarnos de ella, aprender la doctrina de nuestro Señor Jesús. Y luego, llevarlo al mundo, al prójimo, a través de las obras.

¡Qué triste es un cristiano que sólo tiene palabras vacías en la boca, y no da testimonio de seguirlas el mismo con sus obras!

¡Qué triste es un cristiano que siempre está haciendo cosas, pero no se detiene a escuchar al Maestro para el cual las está haciendo!

“Sólo una cosa es necesaria”, nos dice el Maestro. El escuchar su Palabra, que ella transforme nuestro interior en morada del Espíritu Santo.

Y también nos dice la Escritura, en la carta de Santiago: “Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras.”(Santiago 2, 18).

Conclusión

Debemos mantener la armonía entre las obras y la oración con la Palabra. Si una parte falta, la otra se ver perjudicada. Si ambas se encuentran presentes en nuestra vida, nos pareceremos más a nuestro Maestro, que sanó a los enfermos y luego se retiraba al monte a orar.

Es muy importante conocer los textos y versiculos biblicos. Pero más importante aún es llevarlos a la práctica en nuestra vida.

Pidamos a Dios que nos ilumine con su Espíritu para ser fieles reflejos del Señor, que nunca dejó de estar ante la mirada del Padre, y nunca dejó de hacer el bien a los hermanos.