A raíz de una anécdota que me ha ocurrido hace apenas unos minutos, voy a tratar un tema que se me pasó por la cabeza: el uso de las tecnologías y el derecho a la privacidad.
Mi amigo el espía
Hace como una hora recibí una llamada telefónica. Al otro lado estaba el que es uno de mis mejores amigos. Se le notaba nervioso y preocupado desde la primera palabra. Lo cual se confirmó cuando siguió hablando:
Mi amigo: me está traicionando.
Yo: ¿quién te está traicionando? ¿de qué hablas?
Mi amigo: ¡estoy seguro de que me engaña con otro! ¿Por qué me hace esto? ¡Con lo bien que la trato!
Yo: tranquilo. Explícame qué ha ocurrido.
Mi amigo: lo vi en el historial de navegación del PC.
Yo: ¿qué es lo que viste?
Mi amigo: vi que ha entrado en la página BebeTests.com.
Yo: tal vez cree que podría estar embarazada… pero eso no significa que esté con otro.
Mi amigo: que sí. Que llevamos once semanas sin hacerlo.
Yo: ¡wow! ¿Y eso?
Mi amigo: no se lo he dicho nunca a nadie, pero hemos intentado tener un hijo durante más de un año y nada. Creo que soy estéril. Y decidimos no ****** durante tres meses para ver si así cargo la batería y la dejo embarazada.
Yo: no me parece un método muy científico…
Mi amigo: solo queda una semana para cumplir los dos meses de espera. ¿Cómo la voy a haber dejado embarazada? ¡Está claro que me engaña con otro!
Después de eso el diálogo entró en bucle y consolé a mi amigo como pude.
Derecho a la privacidad
Me quedé muy apenado tras esa llamada telefónica. Es uno de mis mejores amigos y siempre pensé que su relación, ya de años, era de esas que duran para siempre. Una de esas que tomas como ejemplo de lo que te gustaría llegar a tener algún día, cuando decidas retirarte del mercado.
No obstante, también me dejó reflexionando sobre el mundo en el que vivimos. Tenemos una computadora increíblemente potente en el bolsillo registrando datos constantemente (sin llegar al absurdo de los conspiracionistas y sus locuras). Navegamos por la red y queda un registro de cada paso que damos (tanto localmente como en servidores que pueden estar a miles de kilómetros de distancia). Y eso por no hablar de las redes sociales, donde nos exhibimos de forma voluntaria y sin ningún miedo, como si cada uno de nosotros fuese una pequeña estrella del rock a quien en realidad no conoce nadie.
Dejando al margen la posibilidad de que mi amigo haya sido traicionado, ¿está bien que este haya mirado el historial de navegación de su pareja? Seguramente no. Aunque (casi) todos en algún momento de nuestras vidas hemos metido las narices donde no nos llaman, ya sea por curiosidad o, como en el caso de mi amigo, por miedo.
Y dentro de una pareja, ¿está bien ponerle contraseña al celular? ¿Está bien que tu pareja te pida la contraseña de tu Facebook? ¿Dónde se debería establecer la línea divisoria entre «somos una pareja sin secretos» y «respeta mi privacidad»? Como casi todo en esta vida, no hay líneas exactas ni verdades absolutas. No hay blanco y negro, sino que todo está sujeto a la interpretación.
Mi amigo otra vez
Entonces volvió a sonar el teléfono.
Mi amigo: he hablado con ella.
Yo: ¿y qué ha pasado? ¿Ha confesado?
Mi amigo: me llamó ella a mí. Le iba a decir todo, pero me temblaban las piernas. Entonces, antes de que yo le dijese nada, me dijo que está pensando en utilizar un test de ovulación para aumentar las posibilidades de quedarse embarazada. Que se muere de ganas de tener un hijo mío. Que me ama y que todo va a salir bien. Entonces me acordé, y luego lo confirmé volviendo a entrar en esa página, que ahí también venden tests de ovulación, no solo tests de embarazo.