VICIOS INCURABLES
Cada vicio es una caída del hombre: el juego, la pasión por el juego, le envilece, le expone al robo, le deshereda: el jugador, bebedor no tiene palabra, no reconoce obligaciones, no cumple con sus deberes de hijos, esposo ni padre. Su universo es la casa de juegos, cantinas y bares. Su género humano es jugador, tramposo y bebedor. Juega y toma lo propio y lo ajeno, se empeña, pierde el alma haciendo pacto con el diablo……
La casa de juego, cantinas son la quiebra de la honra y la felicidad: caer en él es hundirse hasta salir al otro lado, donde infamia y desdicha le reciben a uno con los brazos abiertos. Judas vendió a su maestro para jugar: Judas fue jugador, el jugador y bebedor está siempre en potencia propincua de vender a maestros y discípulos: El jugador, bebedor quiere dinero: Pide; Si no le dan, roba: ¡hombre desventurado!
Estos vicios son de los incurables; Jesucristo no lo remedia. Propongo esta impiedad con un hecho por fundamento.
“Señor, estaba diciendo un hombre, hombre viejo y de cuenta, postrado antes un crucifijo, inundados en lágrimas los ojos, Señor, estoy arrepentido, estoy reformado: me has oído: ¡gracias!, ¡gracias te sean dadas! Ya no juego, ya no jugaré. El jugo, lo aborrezco: bines paternos, dote de mi mujer, nada existe: mis hijos sin estudios, mis hijas sin el arreo de su clase: yo miserable, ¡ay de mí!, Fuera de casa todas las noches: mi mujer rezando, y yo no salgo aún de la casa de juego: disputas, peleas, riñas declarada; tiros muchas veces, y puñal muy pocas. Estas pestañas caídas, estos lagrimales comidos, estos párpados irritados, juego es todo: esa lámpara criminal, esa luz del infierno me deshonra, me matan. Protégeme, sostenme. ¿Jugar yo? “la muerte mil veces”.
Y llora que llora el pobre viejo….
Juego, deshonestidad y embriaguez son los tres vicios que pudieran llamarse capitales: el juego arruina, pero no socava de contado la parte moral del hombre; deshonestidad y embriaguez van a estallarse contra el entendimiento; el espíritu y la salud son sus víctimas….
¿Pues la embriaguez? Vicio que provoca deshonra, desprecio. Como todos, es el peor de todos, por cuanto pervierte la razón, la hurta a la locura, sus más feos perfiles. Cólera, furor, desvergüenza de ella nacen, sin contar con los estragos que hace día por día en la organización física del mísero que la lleva adelante. Bien como el opio es el azote de ciertos asiáticos, así los licores fuertes son la caída de los pueblos del occidente. El cerebro, en agitación fuera de lo común y continúa, está desviado de sus funciones: el estómago padece irritación crónica, y rechaza el sustento necesario de la vida: los sentidos se entorpecen, el ebrio de costumbre ve dos donde no hay más que uno, oye lo que no suena, pisa en vacío, y da con el triste cuerpo en el suelo.
Borracho no es, sino loco; y tanto más sin ventura, cuando su demencia es voluntaria. Si el ebrio es tan inútil, ¡qué digo inútil! si el ebrio es tan perjudicial como persona particular, como individuo privado. ¿Qué no será como ministro de justicia, en cuanto como gobernador de un pueblo? Emperador, rey. ¿Quién le suplía?
Príncipe bebedor pierde sus poderes: embriaguez es renuncia voluntaria de la corona, porque embriaguez constante y locura son una misma cosa. Felipe II tuvo encerrado a su hijo hasta la muerte, por violento y malo: violento y malo es el borracho.
El pretendiente al trono de Inglaterra, conde de Albany, fue excluido, y aún perdió a su esposa, su adorada aloysia, por borracho: el papá los separó. El antecesor del viejo Guillermo, emperador de Alemania, se vio obligado a abdicar, por enfermo de la cabeza; y sabido es que beber y perder la cabeza es la misma cosa. Sólo nosotros tenemos obligaciones de tolerar hijos y esposos bebedores, ebrios acostumbrados que reemplazan con embriaguez lo que les falta de inteligencia….
El borracho no es sino cuerpo, cuerpo con vida magnética ingerida por el sabio de las sombras, ese que surgiere maldades y aconsejas sacrilegios. ¿Qué será de la familia cuyo padre e hijo se dedican a beber? Es también perdida; pues debe poner término al predominio de esas bestias cuando feroces, cuando risibles, que no saben lo que hacen, o adrede hacen lo peor.
“Juan Montalvo”
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