El mundo afronta el año 2009 consciente de la importancia de alcanzar un acuerdo global sobre el marco que gobernará la lucha internacional contra el cambio climático.

Esto fue reconocido ya en el año 2007 con la adopción del Plan de Acción de Bali con el que la comunidad internacional se comprometía de forma unánime a luchar conjuntamente contra el cambio climático. Ese espíritu guió también el análisis y estudio de las primeras propuestas al respecto en el año 2008. Este año 2009, es el año en el que tendrán lugar las verdaderas negociaciones, con la 15ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas para Cambio Climático en Diciembre, en Copenhague, como hito final donde se decidirá el éxito del proceso.

El Cambio Climático es la amenaza más importante jamás conocida para la biodiversidad en la Tierra, sus recursos naturales, la agricultura y el acceso a los alimentos, la erradicación de la pobreza y la disponibilidad de agua. La humanidad necesita alcanzar un gran acuerdo basado en la equidad, la integridad medioambiental y la apertura a todos los diferentes medios de los que disponemos para alcanzar el objetivo: detener el calentamiento global y asegurar las capacidades necesarias para resistir los escenarios climáticos más probables en el futuro cercano.

Teniendo en cuenta estos tres principios, se espera que las naciones y gobiernos hagan el mejor uso posible de las diferentes herramientas que tenemos. Entre los principales retos se encuentran detener la deforestación, cooperar en materia de acceso a agua y alimentos, proteger la tierra de la degradación y deforestación, elaborar políticas de cobertura de riesgos y de protección de las sociedades y pueblos más vulnerables, y construir una confianza común en nuestras capacidades para hacerlo. El Cambio Climático afecta ya a diferentes regiones, amenazando el acceso a agua potable y a la energía a precios razonables, poniendo en peligro por tanto la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Pero también hay elementos atractivos unidos a las herramientas que necesitamos implementar: es un gran incentivo a la innovación, a reducir la generación de residuos, a invertir en nuevas formas de energía y producción industrial limpias, a reformar un modelo económico que no puede durar mucho….Esta es la razón por la que este gran problema medioambiental se ha convertido en un elemento catalizador de las transformaciones de nuestros modelos de producción y consumo, en particular de los patrones energéticos vigentes desde la revolución industrial.

El Cambio Climático requiere una acción urgente que no puede ser retrasada por la actual situación económica. Es necesario alcanzar un acuerdo global y exhaustivo en Copenhague sobre el régimen climático global para el periodo post-2012, basado en la ciencia, y que invierta en mitigación, adaptación, transferencia tecnológica y en un nuevo y mucho más consistente modelo de financiación para el desarrollo, y todo ello enmarcado en una visión compartida sobre cómo conseguir una transición a un patrón de desarrollo bajo en carbono, y respetuoso con el medio ambiente. El acuerdo es un buen elemento para impulsar las inversiones del sector privado en el futuro y sobre todo, es un hito en la acción necesaria para salvar el valor más relevante para el ser humano: mantener el mundo en las condiciones que han permitido a nuestra especie vivir y crecer en este planeta. Copenhague no es la solución pero es una condición previa donde necesitamos tener éxito.

Será vital ponerse de acuerdo en la distribución de los esfuerzos para mitigar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera hasta valores seguros, y también asegurar los flujos de recursos adicionales y predecibles que faciliten el establecimiento de medidas en países en desarrollo, no solo para reducir emisiones sino también para adaptarse a los impactos del Cambio Climático.

Las instituciones y fondos existentes deberán ser reforzados, maximizando su coordinación y el uso eficiente de los recursos, y ayudando a la especialización institucional y a la introducción transversal de los criterios de resistencia al escenario climático más probable y de la solución menos intensiva en carbono dentro de los canales normales de financiación del desarrollo. La cooperación en la observación del clima y sus impactos y las políticas de adaptación serán cruciales. Deberá ponerse especial énfasis en la ingeniería en materia energética y del agua, para garantizar el acceso a las mismas en un escenario climático distinto en todo el mundo. Finalmente, el apoyo internacional a las políticas nacionales para evitar la deforestación parece ser uno de los elementos más significativos para preservar nuestro clima y nuestra biodiversidad.

Será indispensable reforzar la coherencia de los marcos regulatorios nacionales para incentivar los cambios necesarios en el tan corto periodo en el que deben tener lugar. Los mercados de carbono y los mecanismos basados en proyectos jugarán un papel clave. No menos importante será el uso que se haga de otros elementos que tratarán de facilitar estos objetivos como por ejemplo la cooperación para reforzar la capacidad de integración de nuevas tecnologías, donde el papel de la nueva Agencia Internacional de energías Renovables, IRENA, puede ser de gran ayuda. Y finalmente, no podemos olvidar la necesidad de impulsar las políticas de I+D+i, promocionando también en este campo la cooperación internacional, particularmente en los campos de observación y monitorización, reforzando los sistemas de información para que la contabilidad del carbono sea consistente y de confianza.

El reto es muy complejo, pero resolverlo es una responsabilidad ineludible de todos nosotros. Como dijo Albert Einstein, “No podremos resolver los problemas que tenemos hoy pensando de la misma manera que pensábamos cuando los provocamos”. Por lo tanto, necesitaremos grandes dosis de audacia y esfuerzos, para poder combinar todos los elementos implicados en las cantidades adecuadas que nos permitan alcanzar el éxito.

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