Un Pobre Forastero
Un pobre forastero vi
por mi camino al pasar;
él me rogó con tanto afán
que no lo pude rechazar.
Su nombre, su destinación
su origen no le pregunte,
mas cuando su mirada vi
le di mi amor no se por qué.
El pan escaso parea mí,
comía cuando él llego,
mas vi su hambre y se lo di;
él lo bendijo y lo partió.
Los dos comimos de ese pan,
que en manjar se convirtió,
pues al comerlo con afán
maná a mí me pareció.
Al acercarme al manantial,
sediento y débil lo hallé;
el agua clara no alcanzó,
y pareció burlar su sed.
Corrí, mi copa le acerqué;
bebió, tres veces la vació.
Después, me la lleno y dio,
y para siempre mi sed sació.
Cayó la noche invernal
con espantosa tempestad.
Su voz en la tormenta oí,
Y lo acogí en mi hogar.
Le atendí, lo conforté,
mi propio lecho le ofrecí.
En duro suelo me acosté,
mas en Edén creí dormir.
En el camino lo hallé
golpeado, herido, por morir.
Sus llagas con amor vendé,
su aliento hice recobrar.
Sané su cuerpo y oculté
la herida que tenía yo,
y desde entonces la olvidé;
la paz mi corazón llenó.
Lo ví esperando en prisión
la muerte como un vil traidor.
De la calumnia defendí
a mi amigo con valor.
En prueba de mi amistad
me suplicó por él morir;
la carne quiso rehusar,
mas mi alma libre dijo “¡Sí!”.
Al forastero vi ante mí;
Su identidad Él reveló;
las marcas en Sus manos vi:
reconocí al Salvador.
Me dijo: “Te recordaré”,
y por mi nombre me llamó.
“A tu prójimo ayudaste y
así serviste a tu Señor”.
Jesús
James Montgomery, 1771-1854.




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