El satélite Planck, lanzado en busca de las señales de la primera luz que surgió en el Universo tras el Big Bang, también recogió datos sobre los objetos más fríos del cielo, una mina de oro para los científicos cuyos resultados fueron presentados el lunes.
Lanzado el 14 de mayo de 2009 para analizar el resplandor fósil, huella ahora fría que el universo dejó de su juventud, el satélite Planck está «idealmente concebido» para detectar también otros objetos muy fríos, subrayó el martes ante la prensa Jan Tauber, científico de la Agencia Especial Europea (ESA).
A diferencia de otros instrumentos de observación que escrutan una estrecha región del cielo, Planck barrió ya varias veces la totalidad de la bóveda celeste y debe seguir haciéndolo durante un año más, lo que debe permitir establecer mapas completos.
«Es una máquina para todo el cielo, lo que nos da la posibilidad de hacer estadística», dijo Tauber, recordando que el satélite Planck, fruto de cerca de 20 años de trabajo científico, está ante todo destinado a descubrir los secretos del origen y la formación de las grandes estructuras del universo.
Para comprender cómo se formaron la estrellas y las galaxias después del Big Bang, los astrónomos tratan de encontrar en la radiación fósil las huellas de los primeros gérmenes de materia que permitieron su creación.
Con el fin de levantar en 2013 una nueva cartografía precisa del único resplandor de fondo cosmológico, los astrónomos deben primer censar con precisión los otros resplandores de longitud de onda similar (objetos celestes fríos, polvos) que pueden ser confundidos con él.
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