Atar los perros con longaniza(s)

Atar los perros con longaniza(s): ¿Se imaginan la alegría de un perro al que le atáramos una cadena hecha con una buena ristra de chorizos? Con esta expresión aludimos a ese país fantástico donde todo es abundante, modélico, lujoso y placentero, también llamado Jauja (v. Esto es Jauja). Se emplea especialmente para contestar irónicamente a quien habla de las bondades extremas o del gran beneficio de alguna acción o de algún lugar: Mi primo dice que en Alemania se gana muchísimo dinero y se trabaja muy poco. Ni que allí se ataran los perros con longaniza. Se dice, a saber si con algún viso de realidad, que en el precioso pueblo salmantino de Candelario, famoso por sus embutidos, la fábula se hizo cierta. Allí vivió a finales del siglo XVIII don Constantino Rico, o mejor, el tío Rico, el choricero, proveedor real inmortalizado por el maestro de Goya, Francisco Bayeu (1734-1795), en un conocido tapiz. El choricero tenía una fábrica de embutidos en la que trabajaban muchas empleadas y fue a una de ellas a quien se le ocurrió la brillante idea de atar a la pata de una silla con una ristra de longaniza a un perrillo que molestaba. Quienes lo vieron lo contaron, y el pueblo interpretó tan curioso hecho como símbolo claro de la opulencia con que se vivía en casa de don Constantino.

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