En los múltiples ámbitos climáticos, la vegetación varia notablemente y se observan asociaciones que van desde las sabanas xerófilas hasta la selva pluvial. A este panorama general, que corresponde a las variaciones ya observadas desde algunos parajes semidesérticos de la Costa hasta el ambiente ecuatorial húmedo del Oriente, se deben añadir los contrastes derivados de las diversas alturas del terreno, sobre todo en la Sierra, hasta llegar a los «pajonales» de los páramos y a la ausencia de vegetación en las cimas.
En el sector septentrional de la Costa -Esmeraldas y el norte de Manabí- las copiosas lluvias favorecen el desarrollo de frondosas selvas tropicales, dentro de las cuales se aprecian árboles de maderas finas, árboles de caucho, ceibos (lana vegetal), tagua (marfil vegetal), banano, fibras como las de abacá y toquilla, utilizada esta última para elaborar sombreros que reciben buena acogida en los mercados exteriores. Las planicies de la cuenca del Guayas son aún más fértiles por estar expuestas a inundaciones y se explotan para pastos, que sostienen una apreciable riqueza ganadera, y para cultivos de arroz -elemento básico de la alimentación-, de algodón, cacao, banano, etc. Avanzando en dirección meridional y también hacia la península de Santa Elena, la escasez de las lluvias es causa de que sobre los relieves más acentuados sólo se aprecien bosques de hoja caduca, entre los cuales hay sabanas de yerbas durísimas. Sin embargo, el riego artificial y el uso de otros medios, ha tornado factible que en la provincia de El Oro, con la que se cierra por el sur la Costa, surjan enormes plantaciones de banano, fruta que en su mayor parte se destina a la exportación.