Batalla de las Termópilas

La batalla de las Termópilas tuvo lugar durante la Segunda Guerra Médica; se enfrentaron el Imperio persa de Jerjes I y una alianza de polis griegas lideradas por Esparta. La batalla duró tres días y se desarrolló en el paso de las Termópilas (cuyo nombre se traduce por Puertas Calientes - de θερμός,-ή,-όν caliente y Πύλη,ης puerta; derivada de los manantiales cálidos que existían allí), en agosto o septiembre de 480 a. C. En esas mismas fechas tenía lugar la batalla de Artemisio.

Tanto los escritores antiguos como los modernos han utilizado la batalla de las Termópilas como un ejemplo del poder que puede ejercer sobre un ejército el patriotismo y la defensa de su propio terreno por parte de un pequeño grupo de combatientes. Asimismo, el comportamiento de los defensores se ha utilizado como ejemplo de las ventajas del entrenamiento, el equipamiento y el uso del terreno como multiplicadores de la fuerza de un ejército, y se ha convertido en un símbolo de la valentía frente a la adversidad insuperable.

558625dcad5fdf8d31475635d043c18a

 

El poeta griego Simónides de Ceos compuso un conocido epigrama que fue utilizado como epitafio en una piedra conmemorativa colocada encima del montículo funerario dedicado a los espartanos que lucharon en las Termópilas, en lo que también es la colina en la que murió el último de ellos.

 

"Oh, viajero, informa a Esparta que aquí yacemos todavía en cumplimiento de sus leyes."

Batalla de Lepanto

La batalla de Lepanto (en italiano: Battaglia di Lepanto; en turco: İnebahtı deniz muharebesi 'batalla naval de İnebahtı') fue un combate naval que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 cerca de la ciudad griega de Náfpaktos (Lepanto en italiano y de ahí al español).

Se enfrentaron en ella la armada del Imperio otomano contra la de una coalición católica, llamada Liga Santa, formada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. A pesar de ser una alianza, de las 315 embarcaciones cristianas 164 eran españolas.
Los católicos, liderados por Juan de Austria, resultaron vencedores, y se salvaron solo treinta galeras otomanas. Se frenó así el expansionismo otomano en el Mediterráneo oriental durante algunas décadas y se provocó que los corsarios aliados de los otomanos abandonaran sus ataques y expansiones hacia el Mediterráneo occidental.

En esta batalla participó Miguel de Cervantes, que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de «manco de Lepanto». Este escritor, que estaba muy orgulloso de haber combatido allí, la calificó como «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros» También introdujo la historia en el Quijote, a través de la narración del cautivo, que no deja de ser la típica obra de literatura de frontera.

 

hola31cbfa217c31a91a2891045a5b4aa705

 

450px-the_battle_of_lepanto_by_paolo_veronese

La batalla de Lepanto por Paolo Veronese

 

Prehistoria, Historia y Arqueología

Desde el punto de vista más tradicional, se considera que la prehistoria es una especialidad científica que estudia, por medio de la excavación, los datos de este periodo de la Historia que ha precedido a la invención de la escritura. Los restos arqueológicos son la principal fuente de información y para estudiarlos se utilizan numerosas disciplinas auxiliares, como la física nuclear (para efectuar dataciones absolutas), el análisis por espectrómetro de masas (de componentes líticos, cerámicos o metálicos), la geomorfología, la edafología, la tafonomía, la trazalogía (para las huellas de uso), la paleontología, la paleobotánica, la estadística no paramétrica, la etnografía, la paleoantropología, la topografía y el dibujo técnico, entre otras muchas ciencias y técnicas. De manera que hay un gran número de personas que consideran a la prehistoria como una especialidad dentro de la Historia, pero mucho más tecnificada y pluridisciplinaria.

 

El Neolítico en Europa

Levante mediterráneo antiguo

La zona costera más oriental del Mediterráneo, por su ubicación entre África y Asia y sus favorables condiciones físicas, actuó como un «pasillo» entre el mar y el desierto, muy compartimentado, aunque con valles fluviales de dirección norte-sur (los del Jordán y el Orontes), que posibilitó las comunicaciones terrestres entre África, Asia y Europa. Ese papel se había cumplido desde el Paleolítico y el Neolítico (Jericó), y se acentuó con las primeras civilizaciones. Los grandes imperios de Egipto, Mesopotamia y Anatolia tuvieron en esta zona su zona de contacto geoestratégico. El contexto crítico de finales del II milenio a. C. permitió que se desarrollaran potentes civilizaciones locales de fuerte personalidad e influencia en el desarrollo histórico posterior (rasgos como el alfabeto o el monoteísmo), con una proyección muy superior a su extensión geográfica o población.

Características de la Edad Antigua

La Antigüedad clásica se localiza en el momento de plenitud de la civilización grecorromana (siglo V a. C. al II d. C.) o, en sentido amplio, en toda su duración (siglo VIII a. C. al V d. C.). Se caracterizó por la definición de innovadores conceptos sociopolíticos —los de ciudadanía y de libertad personal, no para todos, sino para una minoría sostenida por el trabajo esclavo—, a diferencia de los imperios fluviales del antiguo Egipto, Babilonia, India o China, para los que se definió la imprecisa categoría de «modo de producción asiático», caracterizados por la existencia de un poder omnímodo en la cúspide del imperio y el pago de tributos por las comunidades campesinas sujetas a él, pero de condición social libre (pues aunque exista la esclavitud, no representa la fuerza de trabajo principal).

Revolución militar

También el arte militar experimentó profundos cambios, que fueron correlativos a los cambios políticos que se vivían en ese tiempo. La introducción de las armas de fuego marcó el final de la época de los caballeros feudales, y el inicio del predominio de la infantería. Aunque los primeros usos de la pólvora fueron en China, su empleo militar fue fundamentalmente europeo durante la Edad Moderna. El código del honor del caballero medieval veía las armas de fuego como un insulto a la valentía, que permitía abatir al mejor caballero por el más ruin villano mercenario, pero su aceptación, desarrollo y sofisticación en Europa es una de las claves de su expansión durante la Edad Moderna. Los cambios sociales que produjo en su interior terminaron, paradójicamente, incluyendo su uso en los duelos por honor.

El Rey ha muerto, ¡viva el Rey!

Esta fórmula, que garantizaba la continuidad de la monarquía hereditaria, es también un reflejo de los límites del Estado que se pretende construir por una monarquía con aspiraciones absolutistas. En todas las civilizaciones, el momento de la muerte de los reyes (o su agonía, o su falta de sucesión) ha dado históricamente origen a problemas sucesorios, e incluso guerras.

La posibilidad de dar muerte al rey era un hecho todavía más grave, y la lesa majestad sancionada con la peor de las condenas (el suplicio de los regicidas como Ravaillac era particularmente doloroso). La mera consideración de ese argumento en la ficción garantizaba el interés de las truculentas tragedias de Shakespeare, en las que el usurpador encuentra su merecido castigo (Hamlet o Macbeth) sobre todo en la corte de Isabel I de Inglaterra, siempre vigilante contra reales o imaginarias conspiraciones contra su vida.

El rol de la burguesía

Los burgueses, nombre que se dio en la Edad Media en Europa a los habitantes de los burgos (los barrios nuevos de las ciudades en expansión), tienen una posición ambigua en la Edad Moderna. Una visión lineal, que tome como punto de llegada la Revolución Burguesa, les buscará emplazándose a sí mismos fuera del sistema feudal, como hombres libres que, en Europa, se hicieron poderosos gracias a la creación de redes comerciales que la abarcaban de norte a sur. Ciudades que habían conseguido una existencia libre entre el imperio y el papado, como Venecia y Génova, crearon verdaderos imperios comerciales. Por su parte, la Hansa dominó la vida económica del Mar Báltico hasta el siglo XVIII. Las ciudades eran islas en el océano feudal, pero el que la burguesía fuera realmente un disolvente del feudalismo, o más bien un testimonio de su dinamismo, al crecer con el excedente que los señores extraen en sus feudos, es un tema que ha discutido extensamente la historiografía.11 El mismo papel de la ciudad europea durante la Edad Moderna puede considerarse un proceso de larga duración dentro del milenario proceso de urbanización: la creación de una red urbana, preparación necesaria para el cumplimiento de las funciones sociales del mundo industrial moderno. A la línea de meta llegaron con ventaja metrópolis como Londres y París en el siglo XVIII; por el camino quedaron rezagadas, sin capacidad de articular una economía nacional de dimensiones suficientes para el despegue industrial, ciudades relegadas a la condición de semiperiféricas: Lisboa, Sevilla, Madrid, Nápoles, Roma o Viena; o, con otras características funcionales, independientemente de su tamaño, las de la periferia euro-mediterránea: Moscú o San Petersburgo, Estambul, Alejandría o El Cairo; y las de la arena exterior, tanto en espacios ajenos a la colonización europea (Pekín) como las ciudades coloniales.https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/9/9c/Burgues%C3%ADa.jpg

El vasallaje y el feudo

Dos instituciones eran claves para el feudalismo: por un lado el vasallaje como relación jurídico-política entre señor y vasallo, un contrato sinalagmático (es decir, entre iguales, con requisitos por ambas partes) entre señores y vasallos (ambos hombres libres, ambos guerreros, ambos nobles), consistente en el intercambio de apoyos y fidelidades mutuas (dotación de cargos, honores y tierras -el feudo- por el señor al vasallo y compromiso de auxilium et consilium -auxilio o apoyo militar y consejo o apoyo político-), que si no se cumplía o se rompía por cualquiera de las dos partes daba lugar a la felonía, y cuya jerarquía se complicaba de forma piramidal (el vasallo era a su vez señor de vasallos); y por otro lado el feudo como unidad económica y de relaciones sociales de producción, entre el señor del feudo y sus siervos, no un contrato igualitario, sino una imposición violenta justificada ideológicamente como un do ut des de protección a cambio de trabajo y sumisión.

La expansión del islam (desde el siglo VII)

En el siglo VII, tras las predicaciones de Mahoma y las conquistas de los primeros califas (a la vez líderes políticos y religiosos, en una religión -el islamismo- que no reconoce distinciones entre laicos y clérigos), se había producido la unificación de Arabia y la conquista del Imperio persa y de buena parte del Imperio bizantino. En el siglo VIII se llegó a la península ibérica, la India y el Asia Central (batalla del Talas -751- victoria islámica ante China tras la que no se profundizó en ese Imperio, pero que permitió un mayor contacto con su civilización, aprovechando los conocimientos de los prisioneros). En el occidente la expansión musulmana se frenó desde la batalla de Poitiers (732) ante los francos y la mitificada batalla de Covadonga ante los asturianos (722). La presencia de los musulmanes como una civilización rival alternativa asentada en la mitad sur de la cuenca del Mediterráneo, cuyo tráfico marítimo pasan a controlar, obligó al cierre en sí misma de Europa Occidental por varios siglos, y para algunos historiadores significó el verdadero comienzo de la Edad Media.