«Vivimos en tiempos difíciles. Los consultorios médicos están llenos de personas acosadas por problemas emocionales, así como por malestares físicos; los tribunales de divorcio están sobrecargados porque la gente no soluciona sus dificultades. En el gobierno y en la industria, los administradores de recursos humanos trabajan largas horas para tratar de auxiliar a las personas que enfrentan conflictos. Al terminar un día sumamente ajetreado, un empleado de recursos humanos que estaba asignado para resolver quejas triviales colocó sobre su escritorio, en tono de burla, un cartelito para los que tuvieran problemas sin solucionar, que decía: «¿Has probado la oración?». De lo que tal vez no se haya dado cuenta es que aquel sencillo consejo podía resolver más problemas, aliviar más sufrimiento, evitar más transgresión y brindar al alma humana mayor paz y contentamiento que cualquier otra cosa. Como pueblo, ¿no estamos agradecidos de que la oración familiar no sea una práctica anticuada para nosotros? No hay nada más hermoso en este mundo que ver a una familia orando junta. El dicho que se cita con frecuencia de que «la familia que ora unida permanece unida» tiene verdadero significado»
(Pte. Thomas S. Monson, Liahona marzo 2009, pág.3
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