La falta de completitud de las estadísticas delincuenciales
jueves, junio 24th, 2010Gaudencio Zurita Herrera
Profesor ICM ESPOL
Guayaquil – Ecuador
La Estadística es una de las herencias del siglo XX de la que no puede prescindir el homo sapiens; son sus detractores quienes no la entienden y en determinadas circunstancias quienes sienten afectados sus objetivos o imagen por algún resultado estadístico, pero no pueden prescindir de ellas. Son estos personajes los que en algún momento sacan a relucir la expresión generada hace casi dos siglos que afirma “existen dos tipos de mentiras: las malditas mentiras y las estadísticas”. Pero no pueden vivir sin ellas, aunque sí aspiran que siempre les favorezcan.
Hacer Estadística es una actividad que requiere profesionalismo, que requiere preparación específica; así como hace cien años el ingeniero antonomástico era el ingeniero civil, hoy existen ingenieros mecánicos, electrónicos, químicos, etc., para efectuar trabajos específicos de ingeniería; los aficionados no pueden hacer Estadística profesional ; si está en el currículo de casi todas las profesiones universitarias es para que puedan interpretar sus resultados profesionales, no para que se conviertan en estadísticos.
El común de los ciudadanos también se ve obligado a referirse a las estadísticas, particularmente cuando algún hecho cuantitativamente medible y que lo afecta, se desborda. Recordamos nuestra experiencia con la inflación el año 1989 cuando el índice de precio al consumidor bordeaba el 100% de variación anual o el censo de población de 1990 cuando cada quien lanzaba al viento los millones de habitantes que este evento estadístico les había “quitado”; hoy nadie habla de eso porque en mucho, la dolarización puso a la inflación en términos manejables y porque los crecimientos poblacionales han llegado a ser entendidos por los interesados en utilizarlos. Censos y medición de fenómenos inflacionarios siempre fueron efectuados de la mejor forma, dentro de lo que la masa crítica del país permite y hoy se sabe vivir con ellos y utilizarlos de buena forma; pero de la “isla de paz” al Guayaquil del siglo XXI, no hemos aprendido a comprender sus cifras de la delincuencia.
El gran público siempre considerará que las estadísticas reflejan menos de lo que realmente ocurre en cuanto a delitos y los que tienen la responsabilidad de ofrecer seguridad siempre querrán que éstas cifras aparezcan a niveles inferiores, por lo que al final de finales deciden que es mejor que ellos mismos las manejen. Esa no es una buena estrategia , Dora Nevares en su libro “El crimen en Puerto Rico” refiriéndose a las estadísticas que lleva la policía norteamericana señala: “Las estadísticas del F.B.I. son criticadas por tener varias fuentes de error y entre las críticas más comunes están: la víctima no siempre informa el delito; o, la víctima informa pero la policía no llena el correspondiente informe, o, el informe no se llena correctamente; o, los datos pueden ser manipulados por los departamentos policiacos para satisfacer objetivos específicos”. Existe abundante literatura al respecto y podemos referir al lector a W. Gove en su trabajo Are Uniform Crime Reports a Valid Indicator of Index Crime?, o trabajos de D. Black o G. Báez sobre el mismo tema.
Las estadísticas de un hecho social tan sensible deben ser llevadas a nivel nacional por terceros neutrales cuyo interés no sea la inflación o deflación de las cifras sino los intereses del país. Cuando hablamos de estadísticas no solo nos referimos a las de impacto público inmediato sino también a las que no se conocen y que muchos no saben que deben hacerse para remediar de manera efectiva la cuestión delincuencial porque son las que permiten que los “Tanques de Pensamiento” diseñen efectivas estrategias de prevención delincuencial.
Existe un esfuerzo editorial loable efectuado por el Municipio de Quito y Flacso en el que a nivel de diagnóstico preparan al país para el siguiente paso; igual el Municipio de Guayaquil hace esfuerzos en favor de la seguridad ciudadana a través de una corporación destinada para conseguir tales fines; no debe desconocerse el esfuerzo efectuado en los últimos años por el gobierno central al dotar de mejor infraestructura a la policía en Guayaquil; pero los esfuerzos no son coordinados; falta “el siguiente paso” y ese es el paso que aparentemente no queremos o no sabemos dar como grupo humano. Todos aceptamos que debe ser un esfuerzo conjunto, separados no llegaremos muy lejos y que antes de pensar seriamente en llevar la delincuencia a niveles tolerables no debemos olvidar que la prevención es lo que evita que la enfermedad surja y que la represión es la medicina cuando el cáncer ha surgido. No permitamos la metástasis.
Esta es la cuarta entrega que consta de cuatro.