El adicto es una persona que sufre una atracción compulsiva, generalmente por algo malo. ¿ Por qué en la sociedad actual existen tantos adictos? Es verdad que en la sociedad que nos toca vivir hay muchos pero, en la sociedad del siglo pasado, existía un buen número a los que se les daba el nombre de viciosos. El vicio es la costumbre o hábito irresistible de hacer algo malo. Lo opuesto del vicio es la virtud, es decir, el hábito de hacer el bien.
Las adicciones más conocidas son: la drogadicción, el alcoholismo, el tabaquismo, la lujuria, la avaricia, la ira, la violencia y la gula. Son las mismas adicciones aunque algunas no estaban tan difundidas, así por ejemplo decía un tango de aquellos tiempos: «Te acordás hermano que tiempos aquellos,… no se conocían cocó ni morfina».
La realidad de la sociedad del siglo que amanece, se caracteriza por la existencia de muchos adictos. El mal entra en las casas de ricos y pobres, no hay distinción de sexo, no respeta a jóvenes, adultos o niños. Nadie puede tener la seguridad de que un pariente, hijo o hermano no caiga en una adicción.
La falta de una escala de valores es motivo de que una adicción encuentre donde anidar. Esto se agrava cuando el probable adicto carece de vínculos y afectos, especialmente en la familia. Si la familia es como si no existiera, el padre y la madre no se preocupan por su hijo, no hablan con él, no se comportan como padres y él no confía en ellos, no será su confidente. En cambio sí lo será con otros como él.
Algunas adicciones hacen que el adicto concurra a ambientes en donde se va a encontrar con otros adictos con los que va a adquirir otras adicciones, si no las tiene, como el cigarrillo, el alcohol y la droga. La búsqueda de dinero para drogarse los llevará a la prostitución, al robo, y a ser utilizados para distribuir drogas.
No es fácil salir de la adicción
No es fácil salir de la adicción cuando el adicto reconoce que ha obrado mal, inútilmente jura y rejura que esa será la última vez.
Cuando quiera salir de esa vida enloquecida le será sumamente difícil y no podrá abandonarla. No comprendió que ha perdido su libertad y es esclavo de sus vicios porque:
«La libertad de hacer lo que se quiere, termina en la esclavitud de hacer lo que no se quiere».
Hay adicciones, por ejemplo, a las drogas, que no pueden ser superadas por el adicto librado a sus propias fuerzas. Él necesitará establecer un vínculo afectivo, que le demuestre confianza y que le de la seguridad de que es posible dar el primer paso para salir de esa adicción.
De ahí la conveniencia de asistir a un grupo de autoayuda, porque allí encontrará que hay otras personas que tratan de recuperarse.
Importancia de la familia
Es de capital importancia que sus familiares comprendan, con cariño y afecto, que puede salir del pantano en que se ha metido.
Es fundamental que tenga una escala de valores trascendente que le de sentido a su vida, le permita comprender el por qué de su pasado y la razón final de su existencia. La fe religiosa le ayudará a buscar el por qué de sí mismo y la razón de su existencia.
Todos los problemas están relacionados entre sí. Las estadísticas sobre delincuencia en todos los países, nos indican que aumentan los delincuentes menores de edad, y es común pensar que los niños y los jóvenes carecen de escala de valores. Por otra parte vemos que el matrimonio tiene menos vigencia y en la mayoría de los chicos, sus padres, casados o no, no viven juntos. Por ese motivo debemos ocuparnos de la escala de valores y apoyar medidas para que el matrimonio sea estable.
Solución de los problemas
La solución de los problemas sociales demanda cambios en las mentes y en las costumbres de sus habitantes.
Ya lo decíamos en un artículo anterior sobre «La delincuencia juvenil» editado en Setiembre de 1996. Ese artículo era la transcripción de un estudio realizado en EE.UU. sobre la delincuencia juvenil en ese país, editado en el entonces Semanario «Mundo Argentino» del 6.11.1957.
Finalizaba el estudio diciendo:
«…Encarar este problema con sinceridad y sin soberbia, sin sectarismos, ni prejuicios, admitiendo la responsabilidad que le cabe a cada uno, es el deber de quienes tienen en sus manos las posibilidades del mañana, porque este combate es la batalla por la juventud: por el futuro de la humanidad».