El LHC se pondrá en marcha en 2012, ¿alguien tiene miedo?
Últimamente se están volviendo a poner de moda las teorías apocalípticas unidas al 2012. Cuando no es una explosión solar, aparece una supernova o llega el fin del mundo porque lo anunciaron los mayas. No me malinterpretéis, pero parece que hay gente que está deseando que el pequeño circo que tenemos montado aquí en la Tierra se acabe el año que viene. Una especie de ola catastrofista nos está invadiendo y está empeñada en que se acabe el mundo argumentando razones realmente ridículas.
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Así que cuando ayer el CERN anunciaba que el LHC se volvería a poner en funcionamiento en el año 2012, muchos de estos agoreros se frotaron las manos pensando: «Ya está aquí de nuevo la amenaza del fin del mundo».
Por Javier Peláez.
Sin embargo, lo que en realidad existe es un gran desconocimiento sobre qué se está estudiando en el Gran Colisionador de Hadrones del CERN y de cómo funciona ese gran experimento. Por eso, desde Cuaderno de Ciencias, hemos creído conveniente hacer un breve repaso, fácil y conciso, de cómo funciona el LHC y de sus posibles riesgos.
En primer lugar y para empezar, creo que lo mejor será echarle un vistazo. Ver de qué estamos hablando:
Como veis, el LHC es un gigantesco túnel circular de unos 27 kilómetros de circunferencia, situado en la frontera de Francia y Suiza a unos 100 metros de profundidad. Y se llama colisionador porque eso es precisamente lo que hace: colisionar partículas a velocidades cercanas a la luz.
Se trata de partículas subatómicas (protones) que son lanzadas a través de este anillo en direcciones contrarias para que choquen entre ellas. Los protones se aceleran mediante imanes magnéticos que cambian su polaridad y llegan a alcanzar el 99% de la velocidad de la luz.
Una vez que se han conseguido estas altas velocidades y energías, se hacen colisionar unos con otros en cuatro enormes detectores llamados Atlas, Alice, CMS y LHC-beauty.
Bien, ¿qué buscan los científicos haciendo chocar partículas?
La respuesta es algo más complicada, pero podríamos simplificar diciendo que buscan partículas más pequeñas y desconocidas. Al chocar estos protones se dividen en otras partículas subatómicas más diminutas como bosones o fermiones. Es como contemplar los ladrillos básicos y más elementales sobre los que se construye todo el Universo.
Así pues, están buscando partículas desconocidas que permitan comprender mejor cómo funciona la materia, la gravedad y el resto de fuerzas de la naturaleza, las leyes de la física. Una de estas partículas que andan rastreando es el famoso Bosón de Higgs, una partícula que podría explicar muchas de las incógnitas sobre la masa y la gravedad en el ámbito de la física.
Ahora, viene lo que seguro os estáis preguntando. ¿Son peligrosos estos choques? ¿Podría el LHC destruir el mundo cómo alguno de esos catastrofistas ha declarado en alguna ocasión?
Hace tres años, en abril de 2008, dos científicos (Walter Wagner y Luis Sancho) se acercaron a un juez de Hawaii y presentaron una ridícula demanda, alegando que el LHC tenía un 75% de posibilidades de crear un agujero negro y destruir la Tierra. Desde entonces, cualquier publicación amarillista o sensacionalista ha intentado sacar grandes titulares a costa de aquella absurda afirmación con el objetivo de vender más periódicos alarmando a la población sin ninguna necesidad.
A grandes rasgos, primero debéis saber que nuestro planeta recibe a diario rayos cósmicos muchísimo más potentes y con más energía que la desplegada en el LHC y, día tras día, aquí seguimos.
Para que os hagáis una idea del ínfimo tamaño que tendría un hipotético agujero negro surgido de una colisión en el LHC, apenas tendría posibilidades de engullir un sólo átomo, y la posibilidad de que de una de las colisiones de partículas del LHC surja un agujero negro que se trague la Tierra, es comparable a la probabilidad de que cualquiera de vosotros atravesara una pared dirigiéndose a ella muy deprisa.
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