Un divorcio es un evento capaz de desencadenar un cierto número de emociones, muy a menudo conflictivas. En este contexto, la psicología jurídica presta especial atención a la parte más vulnerable: los menores. Cuando se rompe una relación, surgen muchas preguntas sobre los hijos: ¿a dónde irán a vivir? ¿Con qué frecuencia podrán ver a sus padres? ¿Cómo puedo conseguir la custodia compartida?.
Si bien en algunos casos las condiciones no lo permiten, en otros las emociones se encomiendan a una pregunta que puede ser resuelta por los psicólogos: a pesar de las diferencias, y si las condiciones existen, ¿es aconsejable la custodia compartida o no? ¿Y la custodia exclusiva no puede tener ningún impacto en el niño? ¿Cuáles son las diferencias entre unos y otros en términos de bienestar?
Custodia compartida y custodia exclusiva: en pocas palabras
La llamada ley de divorcio , aprobada en Italia tras el referéndum de 1970, prevé la custodia exclusiva de uno de los dos progenitores. Es decir, la custodia y el cuidado del menor están a cargo de uno de los dos progenitores, mientras que el otro tiene la obligación de visitarlo.
Este aspecto sufrió cambios en 2006, a raíz de la observación de los efectos nocivos que la custodia exclusiva tenía sobre los hijos de parejas divorciadas. Ese año se introdujo el concepto de custodia compartida, según el cual el cuidado, el bienestar, la protección y la custodia del menor son responsabilidad de ambos padres, por lo que el menor puede convivir con ambos en períodos diferentes.
Según ISTAT , en 2015 cerca del 89% de los casos de divorcio terminaron con la custodia compartida, mientras que solo el 8,9% de los hijos fueron confiados exclusivamente a la madre.
¿Qué dice la literatura científica al respecto?
Dos investigadores españoles, Tejeiro y Gómez (2011), realizaron un metaanálisis sobre divorcio, custodia y bienestar infantil, basado en el estudio de la investigación psicológica. Las conclusiones de su estudio han sido bien recibidas por la comunidad científica: existen diferencias en términos de bienestar entre un menor que enfrenta la custodia compartida y uno que enfrenta la custodia exclusiva .
Ambos autores informan lo que Bauserman (2002) ya había confirmado tras el análisis de 33 estudios sobre los mejores atributos paramétricos: los niños que enfrentan la custodia compartida están en mejor situación que los que tienen la custodia exclusiva. Algunas de las diferencias entre las dos formas de encomienda que sugieren los diferentes metanálisis citados son:
- Mayor participación de los padres en custodia compartida.
- Menos depresión en custodia compartida.
- Problemas emocionales importantes bajo custodia exclusiva.
- Menos rivalidad entre hermanos y mayor autoestima en custodia compartida.
- Tendencia a sentirse rechazado por un padre, en casos de custodia exclusiva.
- Mayor conciencia de uno mismo, del locus de control y de las relaciones con los padres en custodia compartida.
Los resultados de otros estudios, sin embargo, indican que el tipo de cuidado de crianza elegido no parece tener ningún efecto sobre la salud emocional de los niños.
La custodia compartida y los efectos en la familia
La custodia compartida parece beneficiar no solo a los niños sino también a los padres que se separan. Así lo argumenta Marín Rullán (2015), según el cual los bajos niveles de conflicto y los altos niveles de comunicación desencadenan un patrón de cooperación entre padres , gracias al cual ambos se encuentran más satisfechos que los padres que no utilizan este esquema.
El conflicto entre padres es quizás el aspecto que determina el mayor impacto negativo en los hijos. Por este motivo, gran parte del bienestar de los menores radica en la capacidad de los padres para comportarse bien.
Muy a menudo, aunque se pueda pensar que la custodia compartida es la opción correcta para el niño, en realidad podría implicar más contacto entre dos personas cuya relación se destruye. Sin embargo, Tejeiro y Gómez también calcularon esta variable en su metaanálisis, con el resultado de que la custodia compartida parece reducir los niveles de tensión entre los dos padres .
En el caso de la custodia compartida, otra duda se refiere a la obligación de ver a un exmarido o exmujer cada cierto tiempo, lo que impediría la cicatrización de heridas emocionales aún abiertas. Los estudios sugieren, sin embargo, que este es un miedo infundado. La distancia entre los padres, medida por Pearson y Thoennes (1990), tiende a aumentar en dos años independientemente del tipo de acogimiento familiar.
¿Qué pasa con las familias después de 12 años?
Ésta es la pregunta que se hicieron Emery, Laumann, Waldron, Sbarra y Dillon (2001) cuando decidieron observar lo que ocurre en familias en las que se optaba por la custodia compartida o individual (en esta última los conflictos entre los padres eran mayores). De las conclusiones a las que se llegó, la más interesante fue que los padres de los hijos en custodia estaban poco involucrados en la vida del otro progenitor .
Los autores también señalaron que los padres con custodia compartida tendían a optar por cambios importantes en su vida y, por lo tanto, también en la vida de sus hijos; pero también que esto no provocó más conflictos entre los padres y más bien se asoció con aspectos como la flexibilidad y la cooperación.
El impacto en la fase de adaptación del niño
Bauserman, en su metaanálisis Ajuste del niño en custodia compartida versus acuerdos de custodia exclusiva : una revisión metaanalítica , mide los niveles de adaptación del niño a diferentes tipos de custodia. La adaptación a la que se refiere proporciona:
- Adaptación conductual: trastornos de conducta.
- Ajuste emocional : depresión, ansiedad, locus de los problemas de control, autoconcepto, etc.
- Autoestima.
- Relaciones familiares y parentales.
- Desempeño académico.
El haber encontrado una mayor presencia de todas estas categorías en el menor en custodia compartida apoya la hipótesis de que esta forma de custodia tiene un mayor impacto en el menor.