“Marllos vino a dictar un seminario. Fui a Brasil y le dije que buscábamos un profesor para abrir una academia, pues solo quienes tienen un cinturón negro pueden ser entrenadores. Lo invitamos -cuenta Vásquez- a que diera una clase demostrativa, ahora viene dos veces al año y se queda cerca de cuatro meses”. La primera academia abrió en el sector de La Garzota, en Guayaquil, con una inversión cerca a los USD 40 000 producto de sus ahorros. Ese monto lo utilizaron en la adecuación del local, colchonetas de entrenamiento, sacos para golpear, equipos de pesas… y para la contratación de un especialista en marketing que trabajó en el diseño de su marca.
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