DOBLE LUNA - Clara Ayala
Una mañana contempló con asombro el desierto que la rodeaba. ¿Sería un espejismo? Pero los espejismos te muestran lo que tú deseas ver, pensó, y en este caso el espectáculo no era agradable. Sólo la arena que espantaba culaquier proyecto de vida. No habría nada que venciera esa inmensidad y el silencio.
Camino por el suelo caliente y acolchado. Sus pies se hundían tragados por la huella profunda de su propio paso. ¿Sería ese su fin? Intentó recordar pero no había recuerdos.
Algo pequeño corrió por entre las rocas. Más allá, algo más grande se movió, espantado por su presencia. Unos ojos oblicuos la miraron largamente. Por un momento pensó que estaba muerto y calcinado por el sol. Solo el brillo en el fondo de su pupila demostraba que la vida estaba ahí, sostenida por algún milagro. Una cierta displicencia en el giro nervioso de su cuerpo para mirarla hizo que se admirara la solemne resignación de vivir de esa manera.
Pero no recordaba su pasado. Su mente, como el mismo desierto, parecía vaciada de toda certeza. Había la sensación de un lugar diferente de donde venía. Recordaba los ruidos extraños que pertenecían a ese sitio. Los olores de otras formas de vida. Los murmullos de quienes pasaban a su alrededor. Todo eso se le venía a la mente como flashes, en un torbellino de luces nocturnas y sonidos.
¿Quién era? Buscó alguna superficie que pudiera reflejar su apariencia. Quizás eso le ayudaría a recordar. Buscó en vano. Los desiertos no te ayudan a descubrir lo que tú crees ser.
Yo, que nunca había lastimado a alguien, pensé que aceptaba las condiciones de los demás, que había sido tibiamente feliz sin reclamar nada extra, no sabía cómo reaccionar ahora ante lo que parecía ser una condena.
Quizá su mundo siempre había sido el de las arenas eternas y aquellas sensaciones que la perturbaban solo eran juegos de su imaginación. Miró el firmamento, las lunas estaban saliendo a la hora acostumbrada. En pocos minutos la temperatura bajaba peligrosamente.
En una ciudad, dos personas conversaban apasionadamente. Existe un planeta con doble luna, decía una de ellas. Yo lo soñé y los sueños siempre guardan una relación directa con lo posible. Si lo soñé es porque existe, argumentaba.
La otra persona la miró con detenimiento. Sus ojos oblicuos no reflejaron la sonrisa que resplandecía en su interior.
Puede ser, dijo lentamente. Si sueñas algo es porque en algún lugar está sucediendo.







