Sencillez
11-23-10
La sencillez.
La sencillez es esencial, sólo puede surgir cuando empezamos a comprender el significado del conocimiento propio.
Creemos que es una expresión externa, pocas posesiones, ropas, cosas, pero eso no es sencillez. La verdadera sencillez sólo puede originarse interiormente, y de ahí proviene la expresión externa. Lo que uno es en su interior fluye al exterior.
Interiormente somos prisioneros, aunque en lo externo parezcamos muy sencillos. Deseos, apetitos, ideales, de innumerables móviles somos esclavos. Y, para encontrar la sencillez debemos ser libres.
Al investigar nuestro ser nos hacemos cada vez más libres y más sensibles. Cualquier forma de autoridad o coacción, interna o externa, contribuye a la insensibilidad. Ninguna forma de coacción puede conducir a la sencillez, al contrario, cuanto más reprimís, sustituís, sublimáis, menos sencillez existe, aunque exista cierta apariencia.
La mayoría de nosotros vive muy superficialmente, en el nivel superior de la conciencia (la mente). Allí tratamos de ser reflexivos e inteligentes, lo cual es sinónimo de religiosidad; allí tratamos de que nuestra mente sea sencilla, mediante la coacción, mediante la disciplina. Pero eso no es sencillez. Cuando forzamos la mente superficial a ser sencilla, tal imposición no la torna ágil, flexible, rápida, sino que sólo consigue endurecerla. Ser sencillo en todo el proceso de nuestra conciencia es extremadamente arduo. Porque no debe existir ninguna reserva interior, tiene que haber ansia por averiguar, por descubrir el comportamiento de nuestro ser. Y eso significa estar alerta a toda insinuación, a toda sugerencia, darnos cuenta de nuestros temores, de nuestras esperanzas, investigar y liberarnos de todo eso constantemente. Sólo entonces, cuando la mente y el corazón son realmente sencillos, cuando están limpios de sedimentos, seremos capaces de resolver los múltiples problemas que se nos plantean.
El saber no resolverá vuestros problemas. Es sólo mediante la experiencia directa como se resuelven nuestros problemas; y para tener experiencia directa ha de haber sencillez, lo cual significa que debe haber sensibilidad. El peso del saber embota la mente. También la embotan el pasado y el futuro. Sólo una mente capaz de ver lo que es, el presente, de instante en instante, puede hacer frente a las poderosas influencias y presiones que ejerce constantemente sobre nosotros todo lo que nos rodea.
Por eso el hombre religioso no es, en realidad, el que viste una túnica o el que ha hecho votos, sino aquél que es interiormente sencillo, aquél que no está «transformándose» en algo. Una mente así es capaz de una extraordinaria receptividad, porque no tiene barreras, no tiene miedo, no va en pos de nada y es, por lo tanto, capaz de recibir la gracia, de recibir a Dios, la verdad o como os plazca llamarlo. Sólo entonces puede haber felicidad, porque la felicidad no es un fin, es la expresión de la realidad.
A partir de aquí surge una sencillez, una humildad que no es virtud ni disciplina. La humildad que se consigue deja de ser humildad. Una mente que se vuelve humilde ya no es humilde. Sólo cuando se tiene humildad (no una humildad cultivada) puede uno hacer frente a las cosas apremiantes de la vida; porque entonces no es uno mismo lo importante, no mira uno a través de las propias presiones y del sentido de la propia importancia. Uno observa el problema tal cual es y entonces puede resolverlo.
No es una mente sencilla la que piensa en recompensas y temores, la que está cargada de conocimientos y creencias, la que se identifica, la que se entretiene con la música, los ritos, Dios o las mujeres… ¿Qué es sencillez? ¿Es la búsqueda de los elementos esenciales y el rechazo de los que no lo son? Sencillez no es la búsqueda de lo esencial y del rechazo de lo que no los es. Esto significaría un proceso de opción de la mente y, toda opción de la mente se basa en el deseo y así lo que llamáis esencial es lo que os brinda satisfacción, placer. La mente es confusión y su elección también lo es. Así la opción entre lo esencial y lo no esencial no es sencillez; es un conflicto, y la mente confusa en conflicto nunca puede ser sencilla.
La sencillez es la acción que no resulta de una idea, es creatividad y mientras no haya sencillez somos como polos de atracción para el daño, el sufrimiento y la destrucción.
No se puede buscar y experimentar, llega como una flor que se abre en el momento justo, cuando uno comprende todo el proceso de la existencia y la vida de relación.
No hay que buscarla, surge tan sólo cuando no hay «yo», cuando la mente no está atrapada en especulaciones, en conclusiones, en creencias, en imaginaciones (Acción que no es resultado de una idea). Sólo una mente libre puede hallar la verdad, recibir aquello que es inconmensurable, que no puede nombrarse. Eso es sencillez.
Es extraño el deseo de alardear ante los demás, de ser alguien. La envidia es odio y la vanidad corrompe. Parece tan difícil e imposible ser sencillo, ser lo que somos y no presumir.
Ser lo que uno es resulta en sí mismo muy arduo, ser lo que uno es sin tratar de llegar a ser esto o aquello, lo cual no es demasiado difícil. Siempre puede uno aparentar, ponerse una máscara, pero ser lo que es constituye una cuestión muy compleja; porque uno está siempre cambiando, nunca es el mismo y cada instante revela una nueva faceta, una nueva profundidad, una superficie nueva. No es posible ser en un instante todo eso, porque cada instante conlleva su propio cambio. De modo que si uno es siquiera un poco inteligente, renuncia a ser esto o aquello.
La sencillez atrae al instinto, la intuición y el discernimiento para crear pensamientos con esencia y sentimientos de empatía. Sencillez es la conciencia que llama a las personas a replantearse sus valores.
La sencillez crece en las raíces sagradas, personificando una riqueza de virtudes y valores espirituales que se manifiestan en las actitudes, las palabras, las actividades y el estilo de vida. La sencillez es hermosa y, como la luna, irradia frescura, en contraste con el resplandor del sol. La sencillez es natural. Puede tener una apariencia corriente y carente de atractivo para aquellos cuya visión está acostumbrada a lo superficial, o a lo erudito. Sin embargo, para aquellos que poseen el discernimiento sutil de un artista, un vislumbre de sencillez es suficiente para reconocer la obra maestra.
La sencillez combina la dulzura y la sabiduría. Es claridad en la mente e intelecto, ya que surge del alma. Los que personifican la sencillez están libres de pensamientos extenuantes, complicados y extraños. El intelecto es agudo y despierto. La sencillez invoca al instinto, la intuición y el discernimiento para crear pensamientos con esencia y sentimientos de empatía. En la sencillez hay altruismo, el que personifica esa virtud ha renunciado a la posesividad y está libre de los deseos materiales que distraen el intelecto haciéndolo divagar hacia territorios inútiles. Carecer de deseos no significa arreglárselas sin nada, o tener la vida de un asceta. Al contrario, uno lo tiene todo, incluyendo la satisfacción interna. Esto se refleja en el rostro -libre de perturbaciones, debilidades e ira- y en la conducta, con una elegancia y una majestad extraordinarias, pero a la vez ingenua. Sencillez es ser el niño inocente y el maestro sabio. Nos enseña a vivir con sencillez y a pensar de forma elevada.
La sencillez es verdad. La belleza de la verdad es tan sencilla que funciona como la alquimia. No importa cuántos disfraces se presenten ante ella, la luz de la verdad no puede permanecer escondida; alcanzará a las masas con un lenguaje muy sencillo y, al mismo tiempo profundo. Los mensajeros de la verdad siempre han personificado formas comunes, han llevado vidas sencillas, y han adoptado medios simples para impartir sus mensajes. Viven y dicen la verdad, ofreciendo belleza a las vidas de los demás. Su sencillez y esplendor pueden compararse al joyero. Fiel a la integridad de su profesión, el joyero hace todas y cada una de sus joyas preciosas y perfectas, pero él sigue siendo sencillo.
Hoy en día la belleza está definida por las industrias de la moda y la estética, propagada por los ricos y los famosos y aceptada por las masas. La belleza, sin embargo, no se encuentra sólo en la apariencia, como dice el proverbio. La belleza, en su forma más sencilla, elimina la arrogancia de las ropas caras y de vivir de forma extravagante. Va más allá del rico y del pobre. Es apreciar las pequeñas cosas de la vida que a veces no son visibles ni aparentes para el resto del mundo. Sencillez es apreciar la belleza interna y reconocer el valor de todos los actores, incluso del más pobre o desafortunado. Es considerar que todas las tareas, incluso la más humilde, tienen valor y dignidad.
La sencillez reduce la diferencia entre “lo que tengo” y “lo que me falta” demostrando la lógica de la verdadera economía: ganar, ahorrar, invertir y compartir los sacrificios así como la prosperidad, de manera que pueda haber una mejor calidad de vida para todos los seres humanos, independientemente de donde hayan nacido.
Sencillez es la conciencia que dirige una llamada a la gente para que replantee sus valores.
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