El mito de los vampiros….
El mito que vende y gusta al público
FREDDY AVILÉS
En la literatura de horror o gótica, el exponente por excelencia del género es el vampiro, ser maligno y monstruoso que subsiste por beber la sangre de sus víctimas. El monstruo debe su masificación al cine y a este medio debe también su imagen estereotipada. Pero el vampiro es, sobre todo, una creación literaria. Ha tenido una evolución narrativa que aún continúa, por las nuevas historias publicadas en los últimos tiempos.
Los upires, palabra eslava, como también son conocidos los vampiros, ya eran mencionados en la mitología de los pueblos antiguos, como Sumeria, Egipto, India, Grecia y Roma. En estos dos últimos lugares los vampiros tenían forma híbrida: mitad mujer mitad animal. En Roma se les llamaba Larvae, muertos parásitos que absorbían el alma de los vivos.
En la Edad Media, vampirismo, peste y oscurantismo religioso se tomaron de la mano y la forma física del monstruo cambió para humanizarse. El Nosferatu o no muerto, salía de su tumba para atacar los seres vivos. Según las leyendas, su cuerpo se hinchaba de manera horrorosa después de absorber la sangre de sus víctimas. Los juglares y baladistas populares comenzaron en esa época a cantar y narrar historias que tenían como protagonista al vampiro.
Entrado el siglo XVIII y ante la expansión de la superstición sobre la existencia de estos seres, se trató de contrarrestar esa influencia con la publicación del libro Disertación sobre los revinientes en cuerpo, los excomulgados, los upires o vampiros (1751), obra de un monje benedictino, Agustin Calmet, en la que señalaba que no existían los vampiros. Aportaba unas pruebas, producto de sus investigaciones realizadas en Europa Central. Paradójicamente, en lugar de anular la creencia, la aumentó.
El vampiro literario tuvo su origen a finales del siglo XVIII, cuando abandonó la tradición oral y fue adoptado por el Romanticismo. La poesía fue el vehículo para narrar sus aventuras. El alemán Gottfried Burger fue el encargado de escribir el primer poema sobre un vampiro: titulado Leonore. Trata sobre un ser espectral que lleva a su novia Leonore al mundo de los muertos, después de que esta renegara de Dios. Esta temática fue seguida por varios autores, en los que primaría la figura masculina como representación del vampiro y la línea argumental estaría marcada por el romance o amor imposible entre dos personajes. Dotaron al mito vampírico de los ingredientes de amor y muerte, eros y tanato, acorde con la corriente literaria del movimiento romántico.