En el evangelio Jesús nos revela el misterio más grande que existe, es un dogma de fe, es decir, una verdad que debemos creer, si nos llamamos cristianos. Cada vez que rezamos el Credo, decimos creer en un solo y único Dios, que es Padre Creador, que es Hijo Redentor y que es Espíritu Santo, Señor y Dador de Vida y Santificador.
El misterio de la Santísima Trinidad, es uno de los «misterios escondidos en Dios, -que como dice el Concilio Vaticano II-, si no son revelados, no pueden ser conocidos» Y, aun después de la Revelación, es el misterio más profundo de la fe, que el entendimiento por sí solo no puede comprender ni penetrar.
En cambio, el mismo entendimiento, iluminado por la fe, puede en cierto modo, aferrar y explicar el significado del dogma, para acercar al hombre al misterio de la vida íntima del Dios Uno y Trino.
Toda la Sagrada Escritura revela esta verdad: «Dios es Amor en la vida interior de una única Divinidad, como una inefable comunión de personas». Son Tres Personas distintas en un sólo Dios, como aprendimos en el catecismo.
El misterio de la Santísima Trinidad es la revelación más grande hecha por Jesucristo. Los judíos adoran la unicidad de Dios y desconocen la pluralidad de personas en la unicidad de la sustancia. Los demás pueblos adoran la multiplicidad de los dioses.
El cristianismo es la única religión que ha descubierto, en la revelación de Jesús, que Dios es uno en tres personas. Ante esta revelación divina de su íntima esencia, no nos queda otra cosa que agradecerle esta confianza y adorar a las Tres Personas Divinas.
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Se cuenta de San Agustín, uno de lo hombres más sabios que ha habido en el mundo, que en una ocasión paseaba cerca del mar pensando en este misterio. De repente vio un niño que estaba en la playa transportando con una concha agua del mar a un hoyo que había hecho en la arena.
San Agustín preguntó al niño: “¿Qué haces y dijo? Y el niño respondió: “Quiero ver lo que hay en el fondo del mar, y para eso voy a pasar toda el agua al hoyuelo”.
Se sorió el sabio y dijo: “Niño, ¿no ves que en eso hoyo tan pequeño no puede caber toda el agua del mar, tan immenso?”.
Y el niño respondió: “Y cómo quieres tú que quepa en lo estrecho de tu mente la immensidad de Dios? ¿Cómo quieres comprender lo que sólo Dios sabe y ni los Angeles son capaces de comprender?”.
E immediatemente desapareció el niño.
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