El que decide (y puede) estudiar una carrera universitaria, lo hace pensando algo del tipo: «voy a estar muy cualificado y nunca voy a aceptar un mal trabajo». Lo que no sabe es que, salvo que alguien pueda financiarle el 100% de sus gastos (familiares normalmente), entrar a la universidad le va a convertir en un hombre-para-todo que, para mantenerse a flote, va a tener que experimentar su particular factotum.
Quizá, en lo único que debería tener que centrarse un estudiante universitario sea en estudiar, pero la realidad suele ser otra. Algo que debemos reconocer: alguna que otra vez se farrea, la vida son dos días y no todo es sacrificio, pero en general la vida del estudiante universitario, aunque apasionante y divertida a ratos, no solo se torna un esfuerzo titánico en diversas ocasiones, sino que además hay que trabajar en lo que sea para poder pagar las facturas.
Yo tengo la suerte de que mis padres me pueden ayudar con esto. Otros ni siquiera pueden plantearse estudiar. Pero mis padres no pueden con toda la carga económica, no somos ricos, así que me toca multiplicarme para contribuir a pagar mis estudios y al mismo tiempo no fallar en los exámenes, cosa que no me perdonaría con todo el tremendo esfuerzo que están haciendo mis padres.
He trabajado en cosas que ni imaginarías ha ha ha. Hasta de ambulante. Se supone que yo nunca me iba a «rebajar» a trabajos de baja cualificación y de repente me encuentro navegando desesperado por Internet en busca de lo-que-sea, como esta página sobre empleos de empaque.
Está suponiendo un enorme sacrificio, pero este sacrificio también me está aportando algunas enseñanzas.
Para empezar, he aprendido a no despreciar otros trabajos, ni minusvalorar el trabajo y esfuerzo de otras personas, que salen cada día a enfrentarse al mundo con sus armas y son unos auténticos héroes. Antes solo veía a una persona desaliñada tratando de venderme un dulce que no deseo en el autobús, una persona sin estudios, una persona poco cualificada y que no sirve para otra cosa… eso es lo que veía antes.
Ahora me arrepiento y siento muchísima vergüenza por haber pensado así. Ahora no veo eso, ahora veo a un héroe que hace lo que haga falta, incluidos trabajos duros e ingratos, con tal de salir adelante y alimentarse y/o alimentar a su familia. Son héroes sin capa que vemos todos los días y se nos pasan desapercibidos.
Otra cosa en la que me está ayudando esta dura experiencia es a apreciar lo que vale el dinero. Todos o casi todos recibimos en casa de uno u otro modo la lección de que el dinero cuesta mucho ganarlo, pero no es hasta que nos enfrentamos nosotros mismos al problema cuando de verdad lo valoramos.
Cuando me dispongo a gastar en un capricho, no pienso cuánto me va a costar, sino cuántas horas tuve que trabajar para poder pagarlo. Eso muchas veces me echa para atrás y termino por no comprarlo.
En la universidad estoy aprendiendo mucho, me encanta lo que estoy estudiando y me siento muy afortunado y agradecido de poder estar aquí, pero las dos lecciones más valiosas que he recibido estando en la universidad no las he aprendido en clase, sino fuera de ella.