A tontas y a locas

A tontas y a locas: Sin reflexionar. Sin control. De forma desordenada. No se puede hablar a tontas y a locas. Hay que saber lo que se quiere decir y cómo quiere decirse. La expresión podría tener su origen en una anécdota recogida por el escritor Gaspar Lucas Hidalgo en su obra Diálogos de apacible entretenimiento, publicada en 1605. Un fraile agustino, un tal Juan de Farfán, fue invitado a pronunciar un sermón solemne y de gran contenido teológico en un convento de monjas. Como no había tenido mucho tiempo para preparárselo, subió al púlpito y se «disculpó» diciendo que, a causa de no haber podido entrar en muchas profundidades, iba a predicar sólo «a tontas y a locas». Muchos atribuyen la anécdota y, por tanto, el origen de la locución, al gran dramaturgo madrileño Jacinto Benavente (1866-1954), Premio Nobel de Literatura en 1922, con ocasión de una conferencia a la que le invitaron unas damas del «Lyceum Club» madrileño en 1926. Seguramente don Jacinto, verdadero pozo de sabiduría, conocía la anécdota de Farfán, le vino al pelo y, ni corto ni perezoso, la aplicó. V. Los náufragos no eligen puerto.

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