Agarrarse a un clavo ardiendo

Agarrarse a un clavo ardiendo: Cuando alguien está en una situación extrema cualquier cosa le sirve de ayuda, aunque la esperanza de conseguir resultados positivos sea mínima. Ésta es la idea que nos transmite el dicho. Los jugadores se agarran a un clavo ardiendo: saben que tienen que ganar todos los partidos que les quedan para no descender a segunda división. Es casi imposible, pero mientras hay vida hay esperanza. Es posible que la frase esté relacionada con los juicios de Dios de la Inquisición que eran pruebas con las que se intentaba «demostrar » la inocencia o culpabilidad del acusado: lanzarlo a un río con una piedra atada, hacer que se agarrara a un hierro al rojo vivo o que, directamente, metiera la mano en una fogata. Si el desgraciado no se ahogaba o si no se abrasaba, era inocente (calculen el índice de probabilidades…). Si se ahogaba, dada estaba la pena; si se quemaba las manos, le esperaba otro fuego más grande para completar la chamusquina. Quien se veía en esta situación se agarraba a su última esperanza, aunque supiera que tenía todas las de perder. V. Poner la mano en el fuego por algo o por alguien.

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