¡Ahí le aprieta/duele el zapato!

¡Ahí le aprieta/duele el zapato!: (¡Ahí le duele!||Saber dónde le aprieta a alguien el zapato) Se emplea esta frase cuando se descubre el punto por el que alguien es más débil, por el que demuestra menos seguridad, o cuando se da con aquello que más le molesta. Tú no quieres que nadie te lleve la contraria, porque siempre crees tener razón, pero cuando alguien te dice la verdad a la cara —ahí le aprieta el zapato, ¿verdad?—te quedas mudo. Un cuento popular castellano nos narra la historia de un humilde zapatero que va a contarle al cura que no puede soportar más a su mujer y que desea separarse de ella. El cura, para tratar de desengañarlo, comienza a alabar a la mujer: buena cristiana, excelente cocinera, de belleza insuperable… El zapatero muestra al cura sus zapatos y le pide una opinión sobre ellos. El cura dice que son preciosos, hechos con la mejor piel, de cuidada confección. «Muy bien, padre —dice el zapatero—; y ahora, ¿puede usted decirme dónde me aprietan?» Evidentemente, el pobre zapatero no había encontrado en su mujer la horma de su zapato… A veces se utiliza sólo la primera parte de la expresión: ahí le duele. De todas formas, este cuentecillo es seguramente una versión de otro que cuenta el historiador griego Plutarco (50?-120) en sus Vidas paralelas. Un patricio romano repudió a su mujer, pese a ser ésta hermosísima, fiel y virtuosa. Los parientes y amigos no entendían esta decisión, y él les dijo: «¿Veis mi calzado? ¿Habéis visto alguna vez otro más elegante y lujoso?… Pues sólo yo sé dónde me aprieta».

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