Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un tiberio

Armar(se)/preparar(se)/organizar(se)/formar(se)/montar(se) un tiberio: (Ser algo un tiberio) Desatarse un escándalo o un desorden público. Al parecer, habían falsificado más de cinco mil entradas y a las puertas del estadio se organizó un tiberio impresionante. En el origen del dicho está el sanguinario emperador romano Tiberio Julio César (42 a. C.-37), tristemente famoso por los excesos que cometió durante su reinado, entre ellos, el haber dado muerte a prácticamente toda su familia y por el descontrol en el que se convirtió el Imperio en el periodo que duró su mandato, durante el que, por cierto, nació y vivió Jesús de Nazareth. Murió en extrañas circunstancias, parece ser que asfixiado con sus propias vestiduras y tal vez a manos de Calígula, que le sucedió. Para hacernos una idea de la crueldad de Tiberio, baste citar las palabras del historiador Cayo Cornelio Tácito (55?-117?) en sus Anales, que arrancan, precisamente, con el reinado de este emperador, en un episodio en que se nos narra cómo se trataba a quienes se oponían mínimamente al poder: «Por todas partes se podía ver una carnicería terrible, hombres y mujeres, de toda edad y condición, ilustres o desconocidos, dispersos o amontonados. No se permitía a los parientes y amigos acercarse a ellos para llorarlos, ni siquiera para mirarlos. Se dispuso una guardia que acompañaba a los cadáveres mientras se trasladaban al Tíber para ser arrojados a sus aguas. Si flotaban o se acercaban a las orillas, nadie podía tocarlos ni quemarlos». Claro que a Tiberio le sucedió ni más ni menos que Calígula: los pobres romanos salieron de Málaga y se metieron en Malagón.

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