A la chita callando

A la chita callando: En silencio. Disimuladamente. Sin llamar la atención. No sé por qué me empeño en hablar contigo, en darte consejos, si luego tú, a la chita callando, haces siempre lo que te da la gana. La chita o taba es el astrágalo, un huesecillo de la extremidad inferior de las reses con el que los niños jugaban al juego de las chitas o de las tabas: tirarlas al aire y obtener más o menos puntos según la cara por la que queda. Parece ser que el juego tenía una variante para adultos, en la que se apostaba dinero (v. Armarse una tángana). Es posible que, en épocas en que estos juegos de azar estuvieron prohibidos, se jugara a la chita callando, es decir, en secreto (v. Irse cagando leches/chitas). Algunos autores, no obstante, remontan el origen del dicho a la época musulmana, cuando se introdujo en la Península un felino denominado siita, o chita, una especie de guepardo, para usarlo en la caza. El animal era rápido y astuto y se acercaba sigilosamente a sus presas, sin levantar ninguna sospecha. El rey Alfonso X, el Sabio, que reinó entre 1254 y 1282, prohibió esta caza por considerarla demasiado cruenta, aunque se siguió practicando de forma clandestina. Algunas teorías sostienen que chita es una forma onomatopéyica del chistar, esa especie de silbido con el que se pide a alguien que se calle (¡Chissst!), emparentada con la exclamación ¡chitón!, con la que se solicita silencio.

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