Arder Troya

Arder Troya: (Arda Troya||Ya puede arder Troya||Aquí/ahí/allí fue Troya|| Arder Roma) Se aplica esta expresión cuando sucede un gran escándalo o confusión o tiene lugar una gran pelea. Habían mezclado a los hinchas de los dos equipos y, claro, ardió Troya. Empleamos Arda Troya cuando no nos importan las consecuencias de algo, por muy negativas que sean. Yo voy a cambiar de trabajo. Ahí os quedáis, con todos vuestros enfrentamientos. Arda Troya, que a mí me da igual. La expresión Fue troya se usa, generalmente, en las mismas situaciones que Arder Troya, aunque a veces indica que algo, hoy destruido y olvidado, fue en tiempos importante y esplendoroso: Fíjate en esas ruinas… Pues aquí antes fue Troya, porque en este lugar se levantaba una de las iglesias románicas más hermosas de Europa. En este sentido, podemos citar el título de un soneto de Quevedo (1580- 1645) en el que el autor, con magistral y cruel pluma, describe a una vieja bruja: Pinta el aquí fue Troya de la hermosura. Todas las expresiones se refieren a la guerra de Troya, ciudad del Asia Menor (actual Turquía), atacada por los griegos, según la Mitología, para liberar a Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, que había sido raptada por el príncipe Paris (v. La manzana de la discordia), hijo del rey troyano Príamo. Al parecer, se trató, como en tantos otros casos, de una guerra desatada por motivos comerciales, pues los troyanos controlaban, imponiendo fuertes aranceles, el paso de mercancías por mar a través del estrecho de los Dardanelos, puerta oriental del Mediterráneo. Tras diez años de asedio (1193-1184 a. C.), los griegos consiguieron introducirse en la ciudad con una estratagema ideada por Agamenón: un gran caballo hueco de madera con «sorpresa » ofrecido a los troyanos en son de supuesta paz, pues dentro del caballo entraron varios soldados que consiguieron reducir a los centinelas y abrir las puertas. Los troyanos fueron pasados por las armas y la ciudad fue pasto de las llamas. Troya permaneció oculta hasta que en 1870 el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann (1822-1890) descubrió las ruinas, misión a la que prácticamente había consagrado su vida. En esta guerra tomaron parte diversos personajes cuyas hazañas ocupan lugar preferente en la Mitología y en la Literatura: Aquiles (v. El talón de Aquiles), Héctor, Patroclo, Eneas… La guerra de Troya se narra en la Ilíada, de Homero (s. IX? a. C.) y en el libro III de la Eneida, de Virgilio (70-19 a. C.). Por lo que se refiere a la expresión Arder Roma, tiene que ver con el más conocido incendio de la capital imperial, el que tuvo lugar la noche del 18 al 19 de julio del año 64, atribuido falsamente al emperador Nerón, que no estaba contemplando cómo el fuego devoraba la ciudad más espléndida del mundo mientras tañía la lira, sino descansando en su villa natal de Antium, a muchos kilómetros de allí. El bulo fue difundido por la tradición historiográfica cristiana, pues los cristianos, hasta entonces practicantes de una religión oriental poco importante y una de las muchas que existían en el Imperio, fueron acusados por Nerón, para librarse de las sospechas de pirómano que crecían entre el pueblo, de ser los responsables del trágico siniestro.

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