Caérsele a alguien el pelo

Caérsele a alguien el pelo: (¡Se te/le/nos/os/les va a caer el pelo!) Sufrir una persona sanción o condena por haber cometido alguna falta o algún delito. O sea, que la policía pilló a los ladrones cuando salían del banco, pues se les va a caer el pelo. La frase parece tener que ver con el castigo inquisitorial consistente en rapar el pelo a los condenados para público escarnio. Se cortaba también el pelo a los condenados a arder en la pira. Este castigo se aplicaba también en los cuarteles a los soldados como sanción disciplinaria, aunque muchas veces también era una medida higiénica para evitar las plagas de piojos. De todas formas, está demostrado que quien soporta algún gran disgusto o sufrimiento puede perder el cabello y sufrir otro tipo de problemas físicos. Esto fue lo que le sucedió a un personaje prototípico en nuestra lengua coloquial: Picio (v. Ser más feo que Picio), mote con el que se conocía a un pobre zapatero de la villa granadina de Alhendín y que, a comienzos del siglo XIX, fue condenado a muerte por un crimen que, al parecer, no había cometido. Aunque fue indultado a última hora, se llevó tal susto que se le cayó todo el pelo de su cuerpo y se llenó de pústulas y granos; de aquí también su consabida fealdad.

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