Clavar a alguien (Darle/meterle a alguien una clavada/un clavo): Engañar a una persona en el precio de una compra. Cobrarle a alguien mucho más de lo debido. Se nos ocurrió pedir un par de copas en la terraza de la Plaza Mayor y claro, nos clavaron.
Algunos piensan para explicar el origen de estas expresiones en la crucifixión de Jesucristo, realizada con clavos y no con cuerdas, como era habitual entre los romanos (v. Crucificar a alguien), pero la explicación con más traza de ser cierta la da, como en tantas ocasiones, el maestro Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana o española, que vio la luz en 1611: «Echar clavo es engañar, y por otro modo dicen: enclavóle, es decir, engañóle. Pienso haber traído origen de una gran bellaquería que no se puede presumir, sino de algún desalmado, impío y más que salteador de caminos.
Dicen que cuando pasa de camino algún extranjero con una buena bestia, queriéndola herrar o requerir de clavos, maliciosamente se la enclava (haciendo que el clavo penetre hasta la carne) y de manera que por la primera jornada no se eche de ver.
Sale otro echadizo con una bestia, no tal (no tan buena como la del extranjero), y encuentra con él en el camino, llegan a la posada y empieza a sentirse [mal] la cabalgadura; y acontecerá que el herrador de aquel lugar se entienda con el otro, y hace entender al pobre caminante que en muchos días no podrá pasar adelante, y en lugar de curarla se la pone peor, y si va con prisa, le es fuerza hacer cambalache con el otro que finge no haber de pasar por allí, o el mismo albéitar le trueca otra bestia inferior, y así le engañan, echándole clavo o enclavándole».