Cargar la mano

Cargar la mano: Ser excesivamente severo en el castigo o en la crítica. La expresión alude al castigo corporal, al hecho de poner toda la fuerza en las manos para golpear a alguien; no obstante, suele emplearse en casos de castigo no físico.

No es bueno cargar la mano cuando hay que responder a alguna crítica, siempre es más adecuada la moderación.

Cargar / llevar alguien con la / una / su cruz

Cargar/llevar alguien con la/una/su cruz (Ser algo una cruz): Soportar una prolongada situación desfavorable o un cúmulo de desgracias. Todos le decíamos que no se casara, que él no la quería, que era todo una cuestión de intereses. Pues nada. Siete años lleva ya cargando con la cruz.

La frase alude, claro está, a la pasión y muerte de Jesucristo, obligado, según los Evangelios, a cargar con la cruz con la que fue crucificado en el Gólgota, aunque lo más seguro es que, como era usanza entre los romanos, cargara sólo con el madero transversal apoyado en los hombros, pues el vertical se clavaba antes en el lugar en que se iba a llevar a cabo la crucifixión. V. Traer a alguien por la calle de la amargura||Pasar un via crucis.

Cargar con el muerto

Cargar con el muerto (Cargarle/echarle/colocarle a alguien el muerto): Significa lo mismo que cargar con el mochuelo: verse obligado a asumir una responsabilidad que no le corresponde. El coche que iba delante frenó bruscamente y yo le di por detrás; pero aunque la culpa la tuvo él, me toca a mí cargar con el muerto y pagar sus reparaciones y las mías.

En muchos fueros medievales se legislaba que si aparecía el cadáver de una persona muerta violentamente y no se detenía al culpable, cargaría con el castigo el pueblo en cuyo término municipal hubiera aparecido el muerto, castigo que consistía en pagar entre todos los vecinos una multa llamada, precisamente, homicidium, omecillo en lenguaje popular.

Por eso era habitual que cuando alguien encontraba algún cadáver en su pueblo lo trasladase al término municipal más cercano para cargar a otros la responsabilidad. V. Quitarse el muerto de encima.

Cargar con / cargarle / echarle / colocarle / tocarle a alguien el mochuelo

Cargar con/cargarle/echarle/colocarle/tocarle a alguien el mochuelo: Alguien carga con el mochuelo cuando soporta una responsabilidad o una culpabilidad que no debería corresponderle. Está claro que cargar es sinónimo de tocar o de corresponder.

Tú eres muy listo, eliges siempre los trabajos fáciles en la casa y yo siempre cargo con el mochuelo: fregar, barrer, hacer la comida… Parece ser que la expresión tiene su origen en un cuento popular que recoge el caso de un mozo andaluz y un soldado gallego que llegaron a una posada a hora intempestiva.

Pidieron algo para cenar, pero el posadero les informó de que sólo disponía de una perdiz y de un mochuelo, esa rapaz nocturna parecida a la lechuza y que no es precisamente muy comestible que digamos. «Ase vuestra merced las dos piezas, que ya veremos cómo nos las repartimos», ordenó el andaluz.

Llegados los pájaros a la mesa, dijo el andaluz al gallego: «Elige: o tú te comes el mochuelo y yo me como la perdiz, o yo me como la perdiz y tú te comes el mochuelo», a lo que el gallego, resignado ante la sagacidad y el convencimiento del otro, respondió: «No sé por qué me parece a mí que me va a tocar cargar con el mochuelo».

Cara y cruz

Cara y cruz (La cara y la cruz||Salir cara/cruz||Ser la cara y la cruz de algo o de alguien||Tener algo o alguien su cara y su cruz): Ofrecer una situación dos vertientes contrarias, o comportarse una persona de dos formas opuestas, una positiva (la cara) y otra negativa (la cruz).

El concierto tuvo cara y cruz: la primera parte, con las canciones de siempre, excelente. La segunda, con las del nuevo disco, aburridísima.|Ya sabes cómo es Carlos: tiene su cara y su cruz. En cuestión de diez minutos puede ser el tío más amable del mundo o el más desagradable que hayas conocido.

El dicho tiene que ver con la forma tradicional de acuñar las monedas, que por una parte tienen una cara, la del rey o el máximo gobernante y por la otra un escudo o símbolo, que en tiempos solía ser una cruz.

Cuando se hace algún sorteo con una moneda entre dos personas se pregunta a cada una de las partes «¿Cara o cruz?»; ambos eligen, después se lanza al aire la moneda y gana el que haya acertado. V. Jugarse algo a cara o cruz||No tener ni gorda||Pa’ ti la perra gorda.

Cara de haba

Cara de haba [poner; quedarse con; tener]: Cara de tonto, de quien no se entera de nada, en referencia, seguramente, a la humildad y «simpleza» de estas legumbres, tan importantes en otro tiempo en la alimentación de las clases más pobres.

Él siempre adopta la misma actitud cuando le riñes, pone cara de haba, aguanta lo que le eches y luego hace lo que le da la gana. V. En todas partes cuecen habas||Tonto del haba.

Capear el temporal

Capear el temporal: Evitar hábilmente los problemas. Salir con éxito de situaciones difíciles o comprometidas. El curso pasado fue el más difícil de todos, pero bueno, fui capeando el temporal como puede y al final pude aprobar todas las asignaturas.

La frase tiene un claro origen marinero. Se refiere a las capas enceradas o impermeables con las que los marineros que están en la cubierta del barco se protegen de la lluvia y de las olas del mar en las tormentas.

Canto(s) de sirena(s)

Canto(s) de sirena(s): Se llama así a aquello que, aparentando ser interesante o seductor, lleva aparejado algún perjuicio: La subida de sueldo es un canto de sirenas, porque con ella llega un aumento terrible de las retenciones.

También usamos la locución para referirnos a una noticia que, aunque parezca magnífica, es sólo un rumor sin ningún tipo de fundamento: Al parecer, eso que han publicado estos días algunos periódicos de que van a nombrar a Antonio director financiero no es más que un canto de sirenas.

Las sirenas, mitad mujer —hermosísima mujer— y mitad ave, aunque hoy las representemos más con el cuerpo de pez, vivían—quién sabe si aún viven—en el Mediterráneo, concretamente en el estrecho de Mesina. Se pasaban la vida entonando unos hermosísimos cantos que ejercían sobre los navegantes una atracción irresistible y fatal que les obligaba a dirigir sus barcos hacia la costa, lugar que nunca alcanzaban, pues las naves se estrellaban contra los acantilados.

En el canto XI de la Odisea, Homero nos cuenta cómo Ulises consigue librarse del desastre al emplear un curioso y fácil sistema antisirena: tapa sus oídos y los de sus marineros con unas bolitas de cera y se ata al palo mayor del Argos. También hay que decir que el dios Orfeo echó una mano y contrarrestó con su dulce música los embaucadores cantos de las sirenas.

Por cierto, la sirena de las ambulancias, bomberos, coches de policía, barcos…, aunque poco tenga de melodioso, está claramente relacionada con los cantos de estos seres mitológicos, a los que debe su nombre.

Cantarle a alguien las cuarenta

Cantarle a alguien las cuarenta: Reñir justamente a una persona. Decirle a alguien las verdades a la cara. Exponer cruda y sinceramente a una persona la opinión negativa que de él o ella se tiene. Este chico hace siempre lo que quiere, sale cuando le apetece, llega a las tantas; claro, como no tiene nadie que le cante las cuarenta bien cantadas.

En el popular juego de cartas llamado tute, las cuarenta son la combinación del rey y el caballo del palo del pinte o triunfo. Quien canta las cuarenta suele ser quien más posibilidades tiene de ganar o, por lo menos, quien domina la situación porque tiene la partida en su mano.

De todas formas, quien canta las cuarenta lo hace con fuerza y resueltamente, muchas veces golpeando el tapete. De esta actitud enérgica podría haber salido el significado actual de la expresión.

Cantarle a alguien el trágala

Cantarle a alguien el trágala (Cantar el trágala): Burlarse de alguien que se ha visto obligado a aceptar o soportar —a tragar— algo con lo que no está de acuerdo o que considera desfavorable.

El alcalde prometió que en un par de años estaría lista la nueva autovía, pero se ve que desde el partido le han dado otras consignas y ahora dice que, de momento, no hay presupuesto y que se pospone la construcción.

Es normal que los de la oposición y todos los periódicos estén cantándole el trágala a diario. El dicho nace a comienzos del siglo XIX, cuando los liberales zaherían a los partidarios del absolutismo de Fernando VII con una cancioncilla que decía:

«Trágala o muere
tú, servilón,
tú, que no quieres
Constitución».
Los absolutistas, como no podía ser menos, tenían una réplica:
«Trágala, trágala,
tú, liberal,
tú, que no quieres
corona real».

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